“La terrible sequía que nos viene castigando en el campo al menos sirvió para que los que disfrutamos de volar en parapente podamos hacer muchos vuelos, incluso pudiendo elevarnos mucho más, con techos de 3.400 metros, una altura poco común en el llano”, contó Marcelo Arriola, asesor técnico y director del Programa Chacras de Aapresid (la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa).
No viene de una familia de campo. De chico tenía dos caminos: la agronomía o la medicina. Se terminó decidiendo por la agronomía. También desde chico ha corrido en karting, jugó ajedrez, participó de varias maratones y medias maratones. Sin embargo, en la charla para el podcast Oli-Nada-Garcas nos metimos en el atrapante mundo del parapente. Volar como pájaros es hoy su pasión más allá del campo.
“Siempre me había gustado volar, un día fui a Junín, vi los parapentes y me impactó, me pareció algo distinto”, recordó Arriola sobre su primera experiencia con esta forma de volar sin motor, “como los pájaros y con los pájaros, en medio de un silencio total”.
Hizo el curso, después estudió para ser instructor de para-motor (parecido a parapente, pero con un motor) y recientemente terminó el curso para volar bi-plazas, esos parapentes en los que va el que vuela y un invitado.
Su primer vuelo fue hace más de diez años, en Iquique, Chile. “Es un lugar al que trato de ir todos los años, muy particular, tengo amigos allá, estoy feliz cada vez que voy a volar pero también a comer pescado y estar con amigos, para mí es de los mejores sitios del mundo porque las condiciones meteorológicas te permiten volar todos los días”, se confesó Arriola. De aquel primer “aleteo” recuerda que no sintió miedo y sí “mucho placer, una paz increíble, no quería bajar”.
Las térmicas: “Parapente y para-motor son dos cosas absolutamente distintas -explica Arriola-. Si bien en los dos vos dependés en cierta medida del clima, en paramotor vos volás con un motor, con lo cual algo te independizás. En cambio, en el parapente lo que te eleva o te mantiene arriba son corrientes ascendentes de aire que se generan por la diferencia de temperatura, son esas que los que andamos en el campo vemos como remolinos los días de calor”.
Las térmicas son fundamentales y por ende hay que ir buscándolas para “retrasar” el descenso. “Cuando estás volando los pájaros te ayudan mucho porque vos tenés que ver por dónde van ellos, ahí donde estén yendo hacia arriba seguro hay una térmica que los eleva”, compartió Arriola.
El parapente se puede hacer desde una montaña o desde el llano. En la montaña uno se para con viento de frente, corre hacia el precipicio y se lanza con al parapente inflado al vacío. La otra opción es desde el llano. Ahí te tienen que “remontar” con algún vehículo.
¿Hay competencia?: “Una vez que repetís los movimientos para que el parapente vaya hacia uno u otro lado y haga lo que vos querés es como manejar una bicicleta o un auto, lo hacés automáticamente, es fácil y es absolutamente seguro”, apuntó Arriola.
El agrónomo volador, contó en el podcast que es un deporte para cualquier edad, mientras puedas dar 3-4 pasos y tirarte al vacío desde la montaña o incluso hay carritos adaptados para que gente sin movilidad en sus piernas pueda remontarse y volar también.
Pero además de un hobbie, es un deporte. Y como todo deporte, se compite. Arriola compartió tres tipos de competencia para parapentistas: la acrobacia, que tiene distintas modalidades, una de ellas, uno contra uno, “un competidor hace una maniobra y el otro tiene que copiarla… como un rapero” (se ríe). El otro es aterrizaje de precisión, “hay que aterrizar en un lugar determinado”. Y la que más se hace es la de cross, que es como una carrera en un circuito georreferenciado imaginario, el que llega más rápido es el ganador.
Hay una página que guarda récords de vuelos en todo el mundo. Se llama Leonardo (en alusión a Da Vinci, quien fuera el primero en dibujar el boceto de un aeroplano cuya propulsión dependa del movimiento de una persona, lo llamó ornitóptero). En el caso de Arriola, el máximo tiempo de vuelo certificado ha sido de seis horas y media, en Brasil, “donde se dan muy buenas condiciones para volar”. Hay récords que superan las 10 horas de vuelo.
Sin embargo, Arriola confiesa que hoy tiene más en su cabeza “compartir que competir”. “Es un ambiente muy cordial, es un deporte para compartir aún a pesar de competir”, contó.
El lugar en Argentina que más le gusta para volar es Merlo, “no te dan ganas de bajar nunca”. Y uno que le gustaría ir es la zona de Los Alpes, en Suiza. “Teníamos los pasajes comprados y nos agarró la pandemia que cortó todo, veré cuándo puedo hacerlo”, dijo.
-¿Comida favorita?
-Entraña con ensalada de rúcula.
-¿Vino o cerveza?
-Según la ocasión… pero me vuelco por la cerveza, más con lo de las artesanales.
-¿Asado o sushi?
-Asado por el folclore, el sushi es rico y me gusta, pero nada mejor que la previa y ayudar o asar, es hermoso.
-¿Un libro?
-“La casa de los espíritus”, de Isabel Allende.
-¿Tatuajes? Si tenés cuál te gusta más y si no tenés qué te tatuarías?
-Tengo uno solo, que es una foto borrosa de un gato que en ese momento me parecía el animal. Hoy si me tatuara algo me tatuaría el nombre de mis hijos.
-¿Qué superpoderes te gustaría tener? No me digas volar porque ya lo hacés… ja, ja.
-Uff… Esa pregunta me emociona… No sé qué superhéroe sería… Me da tristeza ver pibes con hambre (se le ponen los ojos llorosos, hace una pausa). Como un Papá Noel que lleva alimentos a esos chicos… me hacés llorar…
-¿Con qué animal te identificás y por qué?
-Hoy la cigüeña, porque es más de mi zona. Primero porque me enseña a volar en térmica y me parece un bicho paz total… pero además trae los chicos al mundo (se ríe).
-Si pudieses volver el tiempo atrás, ¿A qué momento en tu vida o de la historia de la humanidad volverías?
-Paaa… estás jodido Dodda con las preguntas… (nos reímos… se emociona de nuevo) … Un domingo con los abuelos.
-La última: Si tenés que elegir un tema musical como cierre, ¿Cuál elegís?
-Un tema que me quedó grabado es “Mundo ordinario”. Te cuento por qué. Cuando empecé la facultad conocí una persona que se llamaba Martín Bortolucci, un grande, un genio, rendíamos todas las materias, alumno espectacular. Un día me cuenta que conoció una chica en San Isidro, y estaba con este tema… Un 5 de diciembre, fue a dejar a su novia y volviendo tuvo un accidente y falleció. Perdí un amigo, pero ese tema me quedó en la cabeza. Es un tema que me parte al medio, pero me hacer acordar a él, en su homenaje lo recomiendo. Hubiera sido un agrónomo disruptivo, le gustaba pensar distinto. Hoy es lo que le hace falta a la agricultura, pensar distinto de lo que lo hicieron nuestros abuelos.