“Hacer algo loco en la vida está muy bueno, si pueden hagan algo que les haga picar la panza”.
En el mundillo agropecuario, Patricio “Pato” Aguirre Saravia es sinónimo de picado de forrajes… Básicamente, recolectar el alimento que después alimentará a las vacas en el tambo o a los animales que luego serán carne en un plato. En el capítulo Oli-Nada-Garcas que grabamos hace un tiempo, contó otra de sus pasiones: restaurar jeeps de la Segunda Guerra Mundial. Tiene casi diez ya restaurados, pero va por más. “Son como las figuritas del álbum, es un mundo atrapante, hay fáciles y difíciles, terminás uno y querés otro”.
Además en 2014 corrió el rally Dakar en camión… ¡Y salió tercero! Si, de locos. Ah, por si todo fuera poco, es fanático de Phill Collins y contó de un recital en el que el cantante la arrojó algo que conserva como recuerdo.
Contratista forrajero, creador de Duckas, una empresa referente en el picado de forrajes y la confección de silos en Argentina hace cuatro décadas. Con su base de operaciones en Carlos Casares, Patricio Aguirre Saravia participó en 2003 de la fundación de la Cámara Argentina de Contratistas Forrajeros, de la que fue presidente durante varios años. Este es un breve recopilado de una de sus pasiones, los fierros en el campo.
Al estilo de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, hablamos de otras pasiones. En este caso, la restauración de jeeps de la segunda guerra mundial. ¿De dónde viene ese hobbie? ¿Cuándo lo hace? ¿Se gana plata? ¿Donde consigue las piezas? Se baja de la picadora, deja de andar entre maizales y alfalfas (por cierto, campaña difícil), se pone el mameluco, agarra la llave cruz y el gato y arranca la charla…
-¿Cómo arrancó esa pasión por los fierros que hoy aprovechás en el trabajo, pero también en tu hobbie?
-Creo que de manera natural. Si no me gustaran los fierros creo no podría ser contratista. El problema es cuando tenés una locura demasiado grande que hasta tus hobbies son los fierros.
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Arranquemos por el comienzo, cuando hubo un quiebre. A los 15 Aguirre Saravia se fue a Cañuela, cerca de donde la familia tenía campo… “Me parece que mucho no sabían qué hacer conmigo porque era un horror en el colegio, por lo que terminé yendo a un agrotécnico en Uribelarrea, en el que yo tenía que hacer 25 kilómetros de tierra para llegar, los caminos eran lecheros, estaban todos rotos, en el campo tenía un jeep IKA tracción simple, sin pantaneras y sin capota y en eso iba al colegio todos los días”, contó el contratista.
Y prosiguió: “Después se ve que mi padre se apiadó por las veces que me quedé encajado, y llegaba tarde al colegio y me compró un jeep Willis con patonas, volante deportivo, se bancaba mejor pero no era para el barro, por eso empecé a buscar cómo mejorarlo y que anduviera bien en esos caminos”.
Así fue como empezó a investigar, buscó bibliografía (para algún despistado, en una época pre-internet y redes sociales o grupos de whatsapp), “Conocí gente que me ayudó mucho, ese jeep quedó finalmente bastante original… ya me había picado el bichito… desde entonces, no paré más”, contó.
Piezas difíciles: Desde que Aguirre Saravia está en el tema se ha evolucionado mucho para conseguir piezas. “Siempre estuvo y está Warnes pero ahora está también internet y las redes, los grupos virtuales y todo se hace más conectado”, contó el contratista. Quien recordó como anécdota: “También te pasan cosas como traer un caño de escape o una bomba de nafta de Estados Unidos en la valija y tu mujer te mira como diciendo ´vos estás loco´, algunos traen alfajores (se ríe”.
Consultado sobre cómo está Argentina posicionada en esto del coleccionismo, la restauración y los vehículos antiguos, Aguirre Saravia contó que “hay muchos locos igual que yo acá y en todo el mundo, y acá hay muchos muy estudiosos y valorados entre los restauradores y coleccionistas”.
Hay distintas formas de restaurar. Un camino es buscar todo original. Otra es buscar que quede igual, pero con algunas partes de réplica, porque no se consiguen. “Te ponés desafíos, y no todo es cuestión de plata, porque por ahí hay otro que necesita partes de algo que vos tenés, entonces hacés un trueque, o te tira un dato, y así va rodando la cosa”, contó el contratista forrajero.
Y así como los padres, cuando se van sus hijos sienten el síndrome del “nido vacío”, Aguirre Saravia cuenta que los coleccionistas o restauradores como él, cuando terminan un proyecto, una zanahoria que seguir persiguiendo, necesitan otro desafío, “porque si no, te quedás vacío…” Sería, más bien, en este caso el “taller vacío”.
La elección del próximo desafío tiene que ver con el momento, la oportunidad. “La historia de mis jeeps no sólo tiene que ver con el camino transcurrido por ese vehículo, sino con lo que estaba pasando en mi vida cuando yo lo restauré, eso te marca y te da un apego diferente”, contó Aguirre Saravia.
Tiene ocho terminados y diez en total. Hay uno que está terminando, un jeep utilizado para la guerra de Corea, y otro en “gatera”, un jeep ambulancia en gatera. “Me encantaría también, algún día, hacer algún jeep civil, que haya sido usado como herramienta agrícola”.
“Para mí, es un cable a tierra, de hecho, te cuento dos cosas, una, que a veces viene mi mujer, nos tomamos unos mates y apenas ajusto un par de tornillos, pero ella comparte ese momento conmigo, y la otra es que muchas veces me siento adelante del jeep, lo miro y no hago nada durante una hora, sólo miro e imagino”, contó Aguirre Saravia.
¿Se gana plata restaurando?: Una de las incógnitas es si después de tanto trabajo se pueden vender bien esos vehículos restaurados, en el caso de Aguirre Saravia, los jeeps. “Dicen que el problema más grande que tenemos es que cuando nos morimos nuestras mujeres puedan vender por lo que le dijimos que nos costó”, dijo, entre risas, el contratista. Y agregó: “En mi caso, la verdad, no lo hago para venderlo, no obstante, con ninguno recuperaría lo invertido, lo que ponés jamás vuelve… tampoco hacés la cuenta… sin embargo, insisto: es más valioso el camino que recorriste haciéndolo que el monetario”.
Rally Dakar en camión: Se sabe que los contratistas son fierreros, claro. Pero de ahí a correr la competencia más exigente de rally del mundo durante dos semanas arriba de un camión hay un gran trecho. La cuestión es que Patricio Aguirre Saravia inscribió su nombre entre los que llegaron a la meta en 2014, algo que, a priori, parecía inusitado.
“La primer edición del Dakar que vino a Sudamérica -N de la R: se corrió todo en Argentina en 2009- pasó a 20 kilómetros de Carlos Casares, por lo que armamos un grupo grande y nos fuimos a ver la pasada con casilla, grupo electrógeno, todo el circo”, recordó, e identificó el momento exacto en el que dijo “yo quiero hacer esto”. “Primero pasaron las motos, después los cuatriciclos, los autos, y cuando pasó el primer camión te puedo asegurar que casi me muero… hoy me emociono de sólo recordar lo que sentí en ese momento: cómo venía, cómo dobló, me partió la cabeza, yo dije, algo tengo que hacer… pero no tenía idea de cómo, ¡era un perejil!”.
Después de ese sacudón emocional “Pato” lo miró por TV. El Dakar se corre una vez por año, siempre en enero. Hasta que en 2013 pudo acercarse a unos corredores a través de un amigo en común. “Yo quería estar conectado de alguna manera, aunque sea poniendo publicidad, y así fue como llegué a Gerardo y Flavio Del Zotto (padre e hijo) y Andrés Memi, ese año estuve en el lanzamiento del camión, los ví de cerca… pero se prendió la mecha, yo quería más”, contó Aguirre Saravia.
Por eso, cuando al año siguiente lo llamó Gerardo Del Zotto y le preguntó si se animaba a ocupar una butaca del camión como navegante no lo dudó. “Ni lo pensé”, reconoció. Aunque dijo: “Me costó varios meses de gimnasio, sobre todo el cuello, el estado físico, aún en el camión, es importante, y te digo la verdad, si la noche anterior venía alguien y me decía que si no corría no pasaba nada me bajaba, mi familia, que me apoyaba, estaba muy preocupada”.
“Terminó siendo muy gratificante, el problema del Dakar, cuando vas en camión, no es lo peligroso por la velocidad sino por lo largo de la competencia, la verdad es que lo disfruté mucho, y valorás más todo cuando pasan los días y gente mucho más capacitada que vos, con una trayectoria, abandona y vos seguís”, reflexionó Aguirre Saravia. Y cerró: “Uno sigue sus pasiones, hay que hacer algo loco en la vida y yo lo hice, los invito a hacer algo loco en su vida”.
En ese Dakar llegaron fueron 204 vehículos a la meta final (78 motos, 15 cuatriciclos, 61 coches y 50 camiones), es decir, sólo el 47% de los pilotos y equipos que empezaron llegaron a destino. Y allí estaba el camión con el “Pato”.
“La parte más dura fue el desierto de San Juan es muy duro, de hecho se canceló la etapa de las motos, hacía más de 50 grados y nosotros pudimos ayudar a muchos corredores que la estaban pasando mal, deshidratados, fue una etapa terrible, eso nos valió que al día siguiente, que nos perdimos, y dejamos sin tocar varios waypoints (marcas georreferenciadas por las que tienen que pasar los corredores), nos perdonaron y nos dejaron seguir”, recordó.
-¿Algún tema musical para cerrar la nota? Para escuchar arriba de la picadora o de la chata de un campo a otro…
-Me agarrás con el caballo desensillado (ríe). Mi matrimonio, desde hace 35 años es el mismo, tengo la suerte de tener una compañera de lujo y nuestro principal artista ha sido Phill Collins. Y hace unos años, pudimos ir con nuestros hijos en un recital de París y fue súper emocionante. Y hay una historia dentro de esa historia: habíamos sacado en la segunda fila y en un tema, ya cuando terminaba, creo que grité tanto que me miró fijo y me revoleó el palillo de la batería. Hoy lo tengo ese palillo de recuerdo. Pero lo cierto es que pasamos un momento hermoso.