“Era de los típicos que decía de Argentina no me voy a ir jamás, pero hace diez años llegó una oportunidad y nos fuimos, y acá estamos, no me arrepiento”. Así recuerda aquel momento en el que a Joaquín “Chala” Oliverio le surgió la posibilidad de irse a trabaja a Little Rock, capital de Arkansas, en el centro-este de Estados Unidos. Un detalle: tenía un hijo de seis meses y una hija de dos años y medio, y hacía medio año había terminado de construir su primera casa. Sin embargo, con María, su mujer, se animaron.
Esta linda historia conforma el capítulo 63 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”. Oliverio es un apellido conocido en el mundo agropecuario y agroindustrial argentino. Chala es hijo (uno de siete) de Gustavo Oliverio, referente, entre otras cosas, de la Fundación Producir Conservando. Justamente con Gustavo, pero también visitando el campo de un tío por parte de su madre, fue que el “Chala” empezó, de chico, a querer el campo.
Desde 2014 está viviendo con su familia en Arkansas, en donde sigue trabajando en el sector rural, para un fondo de inversión que se dedica a comprar campos y desarrollarlos gestionando lo necesario para ponerlos en marcha. Le preguntamos por su historia, pero también ¿por qué se fue? ¿Cómo se vive allá? ¿Qué y cómo se produce en Arkansas? ¿Qué extraña? (el mate veo que no porque cuando lo entrevisté tenía uno ahí cerquita y me dijo que todas las mañanas arranca con una hora de mate religiosamente).
-Sos oyente de El Podcast de tu Vida en esos largos viajes surcando rutas norteamericanas y sabés que todo capítulo arranca con una pregunta fundacional, ¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde, qué hacías, con quienes? ¿Cómo eras en el colegio?
-En el colegio siempre me fue bien. No por ser inteligente pero sí, seguro, por ser metedor. De chico, vivíamos en Bella Vista. Somos familia grande, tengo seis hermanos y vivíamos todos en una casa grande. Íbamos al club, al glorioso Regatas de Bella Vista, siempre jugando al rugby. Me acuerdo a los 4-5 años jugué hasta los 15 años. Después nos mudamos para el lado de Pilar. Ahí hice la secundaria.
-¿Y qué te acordás de chico vinculado al campo? ¿Qué sensaciones te quedaron de esa época?
-Y, papá agrónomo, siempre asesor CREA, así que el primer recuerdo que tengo es a los 5 años en el campo de un productor CREA, en Lamadrid. Y después, mis principales recuerdos son los veranos e inviernos en el campo de mi tío. Mi mamá biológica murió cuando yo era muy chiquitito, y su único hermano varón, Andrés, tiene un campo en Trenque Lauquen, un campo que era de mi abuelo y finalmente se lo pudo quedar mi tío, que también es agrónomo. Y tengo el recuerdo de ir siempre en las vacaciones y tengo recuerdos espectaculares.
-¿Y qué hacían?
-Dependiendo de la edad. Cuando éramos chiquititos corríamos por los fardos y andábamos por todos lados haciendo travesuras. Después empezamos a ayudar. Vos siempre preguntás por olores, y siempre me acuerdo de que las primeras épocas no había luz, entonces en invierno a las 5-6 de la tarde se hacía oscuro y teníamos que prender las velas y las estufas a querosene. Ese olor a querosene lo tengo impregnado, nunca más me lo olvidé. Y en los veranos, a la hora de la siesta el canto de las palomas también típico. Además, andábamos a caballo todo el santo día, por supuesto. Era espectacular. Esa vida de campo es algo muy hermoso para mí. Supongo que todo aquello fue uno de los motivos principales por los que me volqué a estudiar agronomía.
-¿Y tenías un plan B? ¿O siempre supiste que la cosa iba por la agronomía?
-Creo que nunca tuve en la cabeza algo que no sea agronomía. No sé si fue por un legado del viejo o por estos recuerdos. Ni la veterinaria calificaba. Lo único que siempre me gustó y quizás venga por el lado del lado de mi abuelo materno es la historia. Cuando éramos chicos y nos contaba historias de Argentina, de San Martín, de Belgrano. Nos tirábamos alrededor de él y eso me quedó como un lindo recuerdo. Pero nunca pensé en estudiar eso.
-¿Hubo algo que te sorprendió de la carrera de agronomía? ¿Te encontraste con algo nuevo?
-Yo creo que me metí en agronomía porque tenía en la cabeza dedicarme a la parte pecuaria. Siempre fue algo que me encantó la idea de combinar la agricultura con la ganadería. Me acuerdo de que en enero del año 2000 mi tío puso en marcha un tambo chiquito en ese campo de Trenque Lauquen, y nosotros siempre estuvimos muy de cerca. Y me acuerdo clarito estar ordeñando con él el primer lote de vacas y sentir que eso era lo que yo quería. Me encantaba. Decía, esto es exactamente lo que quiero hacer el resto de mi vida. Justo ahí estaba entrando en la carrera.
-¿Y cómo fue el primer laburo?
-Durante los años de carrera tuve la posibilidad de hacer pasantías en Adeco Agropecuaria, que hoy es un monstruo, pero en ese momento estaban arrancando (N de la R: Adecoagro se fundó en 2002). Cuando me recibí tuve una experiencia afuera y cuando volví me metí de lleno en Adeco. Ahí hacía 100% agricultura. Ahí me picó el bichito de la agricultura y nunca más miré para atrás. Hoy si me decís de hacer algo de ganadería no sabría por dónde arrancar.
-¿Y trabajaste de otra cosa para ganarte el mango?
-Como todos, hemos sido cadetes. Papá tenía la oficina de la Fundación Producir Conservando en Avenida Córdoba y calle Florida y siempre andábamos nosotros dando vueltas por ahí, haciendo lo que se necesite, llevando sobres, haciendo depósitos y me acuerdo de trabajar dos o tres veces por semana ahí. Como vivíamos en Pilar, durante la carrera viví en la casa de mi abuela materna en Córdoba y Paraguay. Y de ahí me tomaba el 111 para la Facultad de Agronomía en Paternal.
-Después, cuando tenías 31 años, surgió la posibilidad de irte a Estados Unidos. ¿Cómo fue eso? ¿Lo buscaste? Bah, ¿lo buscaron? Porque ya estabas con tu mujer, María, también agrónoma…
-Yo era de las típicas personas que decía “de Argentina no me voy jamás”. Argentina para mí era el mejor lugar para ejercer la profesión de agrónomo. Por el potencial que tiene, por tipo de suelo, la calidad humana y todo por desarrollarse. A mí no me sacaban de Argentina ni loco. Pero me casé con María, y ella era totalmente lo opuesto, no es que no le gustaba el país, pero era de las típicas personas que no le cerraba la puerta a ningún desafío.
-¿Y cómo te llegó la propuesta?
-Yo en 2004 había estado en Escocia y fue una experiencia espectacular, pero nunca se me había cruzado por la cabeza irme afuera. Cuando volví de ese viaje estuve en Adeco, después me abrí independiente con mi hermano empezamos a atender cultivos a terceros. Y la verdad que nos fue muy bien hasta 2012/13 donde ya la cosa se empezó a poner más complicada. Tenía 5-6 clientes, y me iba bien pero el 85% de los campos eran alquilados. Se vencía el alquiler ese año y los números no daban para nada. Se iba a poner dura la cosa. En 2012 un amigo se había venido a trabajar a Arkansas y medio en chiste le dije en ese momento “cuando necesites alguien que te cebe unos mates avísame”.
-¡Y se lo tomó en serio!
-Si, a los 8 meses de estar acá me llamó y me dijo que quería armar un grupo de tres agrónomos para atender 12.000 hectáreas de producción en Arkansas, Louisiana y Mississippi. “¿Estas para venir?”, me dijo. Yo estaba con esa situación laboral que se me venía complicada. Tenía dos hijos chiquitos entonces, mi hija mayor dos años y medio y uno de seis meses. Y sentimos con María que era el momento justo. Lo loco era que habíamos terminado de construir nuestra casa hacía poco en Pehuajó. La terminamos en julio y en diciembre ya estábamos viniéndonos a Arkansas.
-Patearon el tablero. Se re jugaron…
-A veces, las chances se dan una vez y hay que animarse. Uno ya se pone en los zapatos de jefe de familia ¿Qué es lo mejor? ¿”Peludiarla” en Argentina o hacer una diferencia y estar más tranquilo en Estados Unidos? Que, ojo, yo creo que la gente honesta y quiere trabajar siempre va a tener trabajo. Sentí que no tenía que atarme a cosas como haber hecho una casa. La casa está ahí donde la dejamos. Hoy la está viviendo mi hermano agrónomo. No me arrepiento para nada.
-¿Cómo fue la llegada a Estados Unidos, el cambio de cultura y todo eso?
-Y acá había otros argentinos. Algunos que estaban, otros que se estaban instalando junto con nosotros. En ese sentido fue relativamente simple.
-¿Y en lo profesional?
-La parte buena es que yo me vine a hacer lo que ya estaba haciendo en Argentina. La operatoria de campo. Sin embargo, tuve que acostumbrarme a lidiar con gente americana, y eso fue todo un escollo. Además, éramos jóvenes y lo que se hacía era muy distinto a cómo hacíamos las cosas en Argentina. Por más que el cultivo es el mismo, el sistema de producción es diferente. Al farmer no le gusta que le digan cómo hacer las cosas, y menos una persona que no es americana. Eso fue bravo. Me costó hacerme valer.
-¿Y cómo es el lugar donde estás? Si es parecido geográfica y agronómicamente a algún lugar de Argentina
-Cuando me llamó mi amigo en 2013 y me dijo que iba a tener que vivir en Little Rock lo tuve que ir a buscar en un mapa. Little Rock es la capital de Arkansas, que es uno de los estados centrales del país. No es muy importante en términos de producción. La principal zona de producción está sobre el río Mississippi, todas las áreas que se le ganaron al río en su momento cuando se hicieron terraplenes para controlar las inundaciones. Y en términos de producción agrícola entre los principales cultivos que se hacen está la soja, sin embargo, comparado con lo que se siembra en Estados Unidos es poco. También se siembra maíz, algodón y poquito de trigo. Pensá que a nivel país Arkansas está número 10 u 11 en producción de soja y 15 en maíz. En donde sí es importante es en arroz largo. Son número 1.
-¿Y como ciudad?
-Es la capital del estado, pero sigue siendo un pueblo. Tiene toda la infraestructura de una capital de acá, pero sin gente. Las autopistas son espectaculares, con un lindo aeropuerto. En términos geográficos me hace acordar mucho a Bariloche. Por más que no sea tan quebrado, pero tiene un lago gigante y paisajes para mí parecidos.
-¿Qué aprendiste en estos años allá?
-Lo que más aprendí es el inglés. Porque era bastante rústico (se ríe). Hablando en serio, pasa que en Argentina siempre tenés que estar dispuesto a atajar problemas de todos lados. Y acá es una de las primeras cosas que me llamaron la atención es que si vos sos agrónomo tenés que focalizar en agronomía porque el resto está resuelto. Tenés mucho más tiempo para enfocarte en lo que es tu profesión y en cómo resolver esos problemas. Aprendí muchos temas técnicos que en Argentina no tenía tiempo de ocuparme. Además, acá me tocó empezar a trabajar con arroz y algodón, dos cultivos que no tenía experiencia. Hace un tiempo cambié de empresa. Dejé la parte operatoria de los campos y estoy más enfocado en desarrollo de campos y proyectos de inversión. Y todos los días voy aprendiendo algo nuevo. El desafío mío hoy es ver algo en un papel, proyectarlo y transformarlo en realidad.
-¿Cómo se vive la relación campo-ciudad? ¿Cómo es allá, algo que acá se ha transformado en un incordio?
-El concepto de oligarcas para mí es un tema netamente político y me da pena. En Estados Unidos es totalmente opuesto. Con el tema de la pandemia y que las ciudades se iban a quedar sin comida, acá se hizo una encuesta y vi una que le preguntaban a la gente de las ciudades qué opinión tenían de los farmers y entre 70 y 80% de los encuestados dijeron que tenían un gran respeto por los que producían alimentos. Yo mismo he estado comiendo con un productor en un restaurant al que se le acercó una persona para agradecerle por lo que hacía. Me da pena lo que sigue pasando en Argentina.
-¿Cómo te reseteas después de una jornada larga de laburo? ¿Qué te relaja y te permite cargar pilas para lo que viene?
-Cuando llego a casa después de un viaje largo tengo cuatro chicos que se me tiran todos encima a jugar. Tranquilidad en ese momento no encuentro, pero sí un lindo momento. No soy una persona noctámbula. A mí me gusta temprano a la mañana, tener una hora de mate sin nadie alrededor. Me levanto 5.30 de la mañana. Eso me ayuda un montón. Y los fines de semana, si puedo jugar al golf. No soy bueno, pero me gusta.
-¿Algún lugar que te gustaría conocer?
-Conozco, pero me gustaría conocer mejor Escocia. Yo estuve en un intercambio trabajando en un campo y lo poco que recorrí me fascinó. Me quedé con ganas de más. Toda la historia que tienen es alucinante.
-¿Cuándo elegís una peli o una serie qué elegís?
-No soy de ver mucha televisión. Pero me gustan los temas vinculados a la historia. Quizás prefiero leer. Dos libros que me han encantado. Uno se llama “Bad Blood: Secrets and Lies in a Silicon Valley Startup” de John Carreyrou. El otro que me gustó mucho es “Shoe Dog”, de Phil Knight, que cuenta la historia de Nike. Súper recomendables.
-Si pudieses tener algún súper poder ¿Cuál te gustaría tener?
-Tengo una memoria malísima. Por eso, me gustaría tener el súper poder de conservar los momentos vividos. Otro podría ser tener la varita mágica que la gente sea más honesta. Teniendo personas más honestas en el mundo sería todo muchísimo más simple.
-Te dejan volver el tiempo atrás, ¿A qué lugar y momento en la historia de la humanidad te gustaría volver?
-Sin lugar a duda, volvería a un verano en el campo de mi tío con mis hermanos. Esos veranos no los cambio por nada.
-Sabés que estas entrevistas terminan con una pregunta clave: ¿Qué tema musical elegís para cerrar la entrevista?
-Lo pensé un rato largo. Porque me gusta todo tipo de música, excepto el rock nacional e internacional. De chico le metía folclore tupido, después tango y clásico, en la facultad cuarteto y cumbia, pero la canción que elegí es de una cantante española que se llama Rosana y el tema se llama “Llegaremos a tiempo”. Es una canción que cada vez que la escucho me refleja a lo que trato de hacer todo el día, no rendirme nunca y meterle para adelante. Es de las típicas que canto desde que empieza a que termina.