Soplan, como sucede en la Patagonia, intensos vientos de cambio en el Grupo Benetton en la Argentina. Desde hace un par de años, la Compañía de Tierras del Sud Argentino, creada en 1889 y adquirida por Luciano y sus hermanos italianos en 1991, está reorganizando sus vastas explotaciones agropecuarias en el país, que son varias y muy diversas. La muerte de Carlo Benetton en 2018, el hermano que más se ocupaba de los negocios en la Argentina, aceleró un proceso de profesionalización del que ya hablaremos en otra nota. Primero la coyuntura, las urgencias.
La fragilidad social, económica y política de la Argentina se empecina en mostrar siempre la hilacha, y hay problemas viejos que recrudecieron estos años y que actúan como freno para nuevas inversiones en el país del holding Edizione SRL, que agrupa los negocios de los Benettón en el mundo. El principal escollo son las usurpaciones de campos que el grupo sufre desde hace casi dos décadas en la zona cordillerana.
Agustín Dranovsky, el CEO local del grupo, no oculta que por eso mantienen en duda una inversión para construir un aserradero que en principio debería servir para procesar localmente la madera de las 10 mil hectáreas de pinos que la compañía implantó hace más de 25 años en sus estancias de Chubut y Río Negro, y que ya están llegando a su madurez productiva. La inversión estimada sería de por lo menos 2 millones de dólares en una etapa inicial.
“Nosotros ya estamos en condiciones de procesar la producción forestal propia. Sería un proyecto único en la zona: un aserradero en la primera etapa, con la aspiración de poder generar luego productos madereros de mayor sofisticación. Esta inversión generaría muchos puestos de trabajo en la zona de la Cordillera, ratificando el compromiso histórico del grupo con las comunidades donde opera”, indicó Dranovsky, en una entrevista concedida a Bichos de Campo.
El proyecto forestal de la Compañía de Tierras se comenzó a diagramar en 1992, ni bien se produjo el desembarco de los Benettón en el país. Los pinos, sobre todo de la especie Ponderosa, fueron ocupando superficie en aquellas áreas de las estancias cordilleranas del grupo donde no era posible criar ganado o desarrollar pasturas. Ya hay árboles que han llegado al momento de corte y se necesita pronto del aserradero. Pero en el grupo hay dudas grandes: “Hay cuestiones relacionadas a la seguridad de las operaciones y de las hectáreas forestadas que se están estudiando antes de continuar el proceso”, reconoce la propia compañía en un informe.
-¿Qué quiere decir esto?- le preguntamos a Dranovsky.
El joven ejecutivo, de poco más de 40 años y que tiene a cargo negocios distribuidos entre Buenos Aires, Río Negro, Chubut y Santa Cruz, no oculta que existe una gran preocupación por las usurpaciones de campos que ha padecido no solo esta empresa sino muchos otros productores -y hasta organismos como el INTA- en la zona cordillerana. Allí el grupo Benettón tiene 4 estancias: Leleque (Chubut), Montoso (Chubut), Maitén (Chubut y Río Negro) y Pilcañeu (Río Negro) que ocupan un total de 356 mil hectáreas. Esquel está el sur. Bariloche al norte.
Allí secrían ovinos para lana y carne, además de unos 4.000 vacunos de la raza Hérefod, hay una cabaña de esa raza y otra de ovejas Merino. Y está la forestación de las 10 mil hectáreas, a punto caramelo para el aserradero. Pero…
“Antes el problema de tomas de campos parecía ser solo de Benettón, pero todo fue escalando. Si bien los grupos que protagonizan las usurpaciones no son los mismos, el modus operandis es muy semejante y nadie les pone un freno”, se lamentó el CEO local del grupo, que reclama sobre todo a la justicia, “que avance en lo que dice la ley y haga los desalojos correspondientes”.
En casi todos los casos, Benetton tiene fallos judiciales a favor, pero que no se ejecutan.
La vieja Compañia de Tierras, que no había sufrido conflictos de este tipo desde su creación en 1889, sufrió la primera toma en 2002. En ese caso, se confirmó la propiedad y primero hubo un desalojo judicial, pero el mismo grupo de gente volvió a ocupar el predio en 2007, luego de la sanción de la Ley 26.160, que ordenó suspender los desalojos de comunidades indígenas y ordenó un relevamiento de las tierras ocupadas por ellas, que todavía (quince años después) no ha concluido. La Ley se viene prorrogando cada cuatro años.
En 2015 hubo una nueva ocupación de tierras, pero esta vez protegonizado por un grupo mapuche denominado RAM. Luego de un proceso plagado de errores, la justicia no actuó hasta ahora. En 2019 se registró un tercer episodio, con el mismo resultado: los fallos judiciales confirman que los campos pertenecen al grupo desde su origen, pero no se dispone el desalojo.
En total, entre Leleque y Maitén, los Benettón tienen inhibidas de poder utilizar entre 3 mil y 4 mil hectáreas. Pero el ejecutivo aclara que “nuestra principal preocupación no es tanto el no poder disponer de las propiedades sino que son situaciones violentas y peligrosas. Llevamos hechas más de 60 denuncias penales por cortes de alambrados, por carneadas y robo de hacienda. Hubo ataques a nuestros trabajadores, nos incendiaron cinco puestos, se ejerció violencia sobre los puesteros. Es dificil de calcular finalmente la superficie afectada por las usurpaciones, que decidís no utilizar más en realidad porque no queres exponer a nadie de la empresa. Pero tampoco querés abandonar un campo que te pertenece. Así que todo forma parte de un conflicto dificil de administrar”, confesó Dranovsky.
En una segunda nota sobre el grupo contaremos cómo está reorganizando el resto de sus negocios en la Argentina. El de la región cordillerana, por ahora, es claramente el más problemático de todos. Pero las estancias más grandes del grupo no están ubicadas allí sino en Santa Cruz, la provincia de los Kirchner, donde Benetton posee más de medio millón de hectáreas de las 920 mil que lo convierten en el mayor propietario de tierras de la Argentina.
-¿Y en Santa Cruz no tienen problemas con la ocupación de campos?- le preguntamos al CEO.
-No, allí sucede todo lo contrario. Ahí vemos un potencial enorme de producción, pero hay muchos campos que no están en producción y hasta se están despoblando. Esto sucede porque una familia en la actividad ovina necesita de un mínimo de 3.000 a 4.000 ovinos para sobrevivir, y eso demanda tener una superficie de por lo menos 20 mil hectáreas. No son millonarios los que tienen esa superficie y lamentáblemente, por los altos costos de producción que se enfrentan allí, muchos no pueden sostenerse.