Ha pasado un año y medio de recuperación para el sector lechero argentino. Se combinó el buen clima, con decisiones políticas acertadas (como la quita de retenciones), con precios estimulantes que permitieron hacer inversiones, con créditos a valor producto… Pero ahora en una primavera que viene lenta, empiezan a florecer las incógnitas con un consumo interno de lácteos que sigue caído, una recuperación económica lenta, una exportación a precios muy recortados y sin demasiada tracción.
Por lo tanto la cadena empieza a reavivar sus cuestionamientos.
En tiempos de mayor conciencia en la cadena, donde se percibe el recambio generacional en todos los eslabones, la madurez de muchos debates y la necesidad real de crecer, conocer la opinión de uno de los más hábiles declarantes del sector es interesante.
Para algunos es demasiado frontal, para otros es muy concreto, pero Luciano Di Tella siempre apunta con certeza sobre las debilidades.
“Es un año que es raro, porque cierra con un aumento de la producción muy alto, que debería ser algo muy bueno para una cadena”, arrancó diciendo el titular de Lácteos Yatasto. “Sin embargo, ese crecimiento de la producción no fue acompañado por un crecimiento de las exportaciones”, sentenció.
De acuerdo a los datos oficiales de producción nacional, en octubre hubo 1.162 millones de litros, y se prevé un ingreso de leche el último bimestre del año de mucha ventaja en volumen, redondeando un 9,4% en la comparación interanual. El crecimienro de la producción ha sido de 0,8% entre septiembre y octubre de este año y hay una variación entre enero y octubre de 10,7%.
Esta base, que podría marcar un récord productivo cuando se cierre diciembre, se da con una producción promedio por tambo de 3.959,9 litros diarios, aunque el 69,2% de los litros los producen establecimientos de más de cuatro mil litros, que representan solo el 29% de los tambos nacionales.
Con precios que siguen estando en verde, llegando a 475,43 pesos por litro, o 0,32 centavos de dólar, Di Tella continúa diciendo: “Tenemos un excedente de mercadería que ha deprimido los precios en el mercado interno, que es la principal fuente de sustento de nuestra cadena”, mientras que como empresarios, “no hemos tenido la capacidad, la inteligencia, de promover las exportaciones con más dinamismo”, quedando esos negocios en un piso de 25% y un techo de 30% de la oferta.

Los motivos que encuentra es que “entre otras cosas, las exportaciones no son rentables, el que exporta, o no gana plata, o pierde plata por cada container, entonces la gente no se entusiasma exportando”.
Así, la historia exportadora siempre termina quedando trunca, aunque en el mundo la demanda muestre interés. “Siempre nos pasó, nosotros solo somos exportadores competitivos dentro del Mercosur, porque estamos protegidos por el arancel externo común”, reconoce el empresario.
“Cuando salimos del Mercosur no somos competitivos”, entonces la regla es ser “exportadores esporádicos hacia algún país al que por ahí le falta algo, que va cambiando de año a año, un año es Argelia, otro año es Colombia, otro año es Méjico, otro año es China”.
Lo que señala el integrante de la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas (Apymel) es que como sector industrial, “tenemos que resolver nuestro problema de competitividad para poder canalizar estos excedentes, esta mayor producción”.
Según Di Tella, la industria tiene que hacer su parte de la tarea, porque en el sector primario la “revolución en las vacas lecheras empezó hace rato, con gran cantidad de tambos que son estabulados y donde la producción ya se independiza del clima”, detalló.
Esta modernización en el eslabón primario se traduce en una eficiencia notable, porque “la misma vaca que nos daba 25 litros a campo, la estabulamos y con muy poca comida más nos da 35 litros o más”.
Por lo tanto, Di Tella evaluó que “la cadena tiene que prepararse para esta nueva capacidad de producción de materia prima que tiene el eslabón primario, con una estrategia para poder exportar grandes volúmenes, no pequeños volúmenes, no ventas esporádicas de vez en cuando, sino lograr mercados con continuidad”.

Es en este punto donde Luciano luce toda su sinceridad. “No puede ser que la estrategia o la esperanza, sobre todo del sector industrial, sea que haya una semana de muchos calores así cae la producción. No hay lugar para un plan estratégico de calor”.
Los tambos se fueron transformando e invirtiendo en este último año y medio, en el que los números fueron favorables, mientras que la industria sigue sin actualizar su estrategia, incluso en tiempos con ciertas urgencias. “Estamos todos con exceso de mercadería, con exceso de stocks, y la única solución que nos ocurre es que haga calor. Eso es lo que yo digo que es poco inteligente. La solución debe venir de la planificación y la acción, no de la espera de un evento climático”.
“Tenemos que pensar, buscar, trabajar en desarrollar una alternativa que no sea desearle el mal a la vaca, esto parece poco inteligente”. insistió.
Para Di Tella, la mejora requiere un esfuerzo sostenido en múltiples frentes, “todo juntos, un poquito”.
“Tenemos que tener la constancia de todos los años mejorar un poquitito, diversificar mercados, diversificar productos, porque no podemos ser vendedores de leche en polvo, que puede tener un lindo valor por tonelada, pero es un commodity. No haces marca, te cambian por 10 dólares”, se sinceró.
La visión para industrias grandes y chicas tiene que pasar por el valor agregado, donde el queso sería la vía más adecuada para canalizar la leche sobrante. “Cuando estamos exportando quesos, con algún valor agregado, como el queso azul que se está exportando, ahí empezamos a desarrollar la marca argentina”.
El empresario identificó a Brasil como un mercado geográficamente cercano y culturalmente accesible, pero “totalmente subdesarrollado” para los lácteos argentinos. “El potencial que tenemos en Brasil es muy grande, porque estamos cerca, hablamos casi el mismo idioma y nuestros quesos están reconocidos”, a pesar de tener una presencia mínima en las góndolas.
Lo que propone Di Tella es una solución colaborativa. “Yo creo que tenemos que abrir un depósito de las pymes, un depósito de distribución, con una ubicación estratégica para reducir la competencia con la producción local brasileña, como en Curitiba, o en San Pablo, o Río de Janeiro. A medida que vas al norte, te alejas de las zonas productoras de queso brasileño y ahí es donde más podemos ganar en el mercado”.
Estas estrategias no se resuelven repentinamente, pero en un mediano plazo se puede lograr, e incluso saliendo del esquema de una logística terrestre.
Con su humor característico concluyó que “el depósito debería ser en Recife, en Natal, que sería aún mejor, por la ubicación, pero también porque de paso podemos ir a la playa cuando viajamos a controlar nuestro negocio”.




