Cada 5 de diciembre, por disposición de la FAO, se conmemora a nivel mundial el Día del Suelo, una jornada en la que el mensaje adquiere diferentes matices pero, en esencia, es el mismo: no hay que olvidarse que el alimento mundial proviene de la tierra, y que ese recurso finito está en crisis.
La cita oficial en Argentina fue en la sede del Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica (CPIA), en pleno microcentro porteño, donde algunos especialistas en el tema le dieron un tono local a la celebración mundial y recordaron que sin planificación, investigación ni rentabilidad no hay suelo que alcance.

La apertura del encuentro organizado por el CPIA, la Asociación Argentina Ciencia del Suelo, Fertilizar y el INTA estuvo a cargo de los responsables de estas dos últimas entidades.
Nicolas Bronzovich, presidente del INTA, se centró en la necesidad de contar con “reglas claras e incentivos”, pero a la vez “información confiable y abierta” -que pueden proveer organismos públicos y de calidad como ese instituto- para trabajar en el suelo.
“No debe haber muchas instituciones en Argentina que puedan darse el lujo de decir que han aportado tanto como aportó el INTA el estudio de los suelos argentinos. No es soberbia, es objetividad”, aseguró el funcionario quien en su breve intervención repartió halagos para el organismo al que, precisamente, planean hacerle recortes en personal y recursos.

A su turno, la directora ejecutiva de Fertilizar, Fernanda González Sanjuan llamó a prestar atención a “la magnitud de lo que está en juego”, ya que el 95% de los alimentos provienen del suelo y, a nivel mundial, una tercera parte de esas tierras sufre de degradación y falta de nutrientes.
“El trabajo de recuperación no es únicamente de los técnicos o agrónomos, es también cultural y es institucional”, deslizó Sanjuan, en línea con el tono del encuentro anual, y con un llamado a expandir la preocupación por el uso del suelo más allá de lo que pasa en el campo.
De hecho, en representación de la FAO, la ingeniera Ana Posas Guevara, también remarcó en su intervención durante la jornada que “no hay ciudades saludables sin suelos sanos”, y que por ello el problema del uso de la tierra excede -y afecta- a lo estrictamente agropecuario.
“Podemos estar hablando de restauración, de conservación, de hacer mejores prácticas, pero ante todo se necesita una planificación integrada de la tierra”, observó la funcionaria.

El diagnóstico trazado es el mismo sobre el que insiste el sector desde hace ya tiempo: no hay reposición de nutrientes, los suelos están erosionados y salinizados, y corre peligro la producción a futuro.
Ante esa evaluación, el productor y agrónomo Jose Luis Tedesco ensayó una única respuesta: El problema está en el bolsillo y el vínculo del Estado para con la producción.
“Está claro que deberíamos empezar a pensar en esto, pero claramente, si no tenemos rentabilidad, es muy difícil”, expresó el profesional, que enfatizó en la necesidad de que actúen los “mecanismos de incentivos naturales” -que otros pueden llamar la “mano invisible del mercado”- y se baje la presión fiscal e impositiva sobre el sector.
“No necesitamos leyes que nos quieran ordenar. Necesitamos resolver el problema de rentabilidad que nos genera el Estado hace años”, apuntó.
No es casual su mención a las leyes, pues Tedesco también dedicó un breve comentario al proyecto elevado por sus colegas del Colegio de Ingenieros Agrónomos de la provincia de Buenos Aires (CIAFBA) para establecer una normativa que regule el uso del suelo y del agua, exigiendo la intervención de profesionales y la presentación de planes de manejo.
“No sirve una ley, porque cuando hay rentabilidad el productor invierte en su maquinaria productiva, que es el suelo”, expresó el agrónomo.

Además de la reposición de nutrientes, una deuda que el sector productivo tiene con el suelo hace décadas, Tedesco también se detuvo en el flagelo de las inundaciones y el efecto que acarrean para la salud y el estado físico de la tierra.
“Cuando el agua se asienta durante algún tiempo en el suelo, empieza a compactarse y pierde porosidad. Así se desechan esas zonas productivas y a la vez se convierten en áreas fácilmente inundables”, explicó el especialista, que considera que lo que allí falla la mano visible del Estado que, más que retirarse, deber ser el garante de que se hagan las obras necesarias.
Minutos antes, la funcionaria de la FAO había puntualizado que el 80% de los países de Latinoamérica sufre problemas derivados del uso del agua y aseguró que, sólo en un año, “las sequías y los desastres agrícolas causaron pérdidas estimadas de 13.000 millones de dólares en la región”.
“Tenemos al Estado como un socio que siempre participa en las ganancias, pero que no hace lo que debería estar haciendo”, concluyó Tedesco.

Por otro lado, la agenda de la FAO también trajo a colación la necesidad de pensar a la planificación en el sentido amplio, es decir, enfocado en el avance irrefrenable de las ciudades sobre las tierras productivas. Justamente de aquellas, como las del periurbano, que generalmente ocupa la agricultura familiar y que se encargan de la provisión de alimentos frescos.
“Estamos destinando tierras que tienen potencial para la producción a la urbanización” , advirtió Posas, que ilustró esa tendencia con 2 cifras preocupantes: para 2030 la expansión urbana va a ocupar un 2,4% de las tierras fértiles, lo que pone en peligro entre un 3 y un 4% de la producción de alimentos.
“Cuando se habla del futuro o de la esperanza, se asocia a mirar hacia adelante o hacia el cielo. Pero el futuro y la esperanza no están ni lejos ni arriba, sino abajo, en el suelo”, destacó la ingeniera Sanjuan, que también puso énfasis en la necesidad de planificación tanto dentro como fuera del sector.




