En el extremo sur de la provincia de Buenos Aires, donde la región pampeana empieza a diluirse y asoman las condiciones propias de la Patagonia, funciona el Centro Educativo para la Producción Total (CEPT) 23, ubicado en el paraje Igarzábal, dentro del partido de Patagones, el distrito más extenso y menos poblado de la provincia.
“Somos parte de una red de 35 centros educativos en toda la provincia de Buenos Aires, pero en nuestro caso somos los más australes y los únicos con características patagónicas”, explicó su director Ariel Perissé.

Estos centros están agrupados en una federación nacional (FACEPT) y tienen “un estatuto similar al de las cooperativas por lo que su personería jurídica está integrada en un 90% por los propios padres y el resto por instituciones intermedias afines como por ejemplo el INTA”.
La institución está enclavada en una región dura desde lo climático y productivo: apenas 300 milímetros de lluvias al año, fuertes vientos y sistemas productivos que funcionan en condiciones marginales.
El CEPT trabaja con una modalidad educativa no formal basada en la alternancia. “Tenemos 12 semanas de clases presenciales y las otras 24 semanas los alumnos están con sus familias en los establecimientos agropecuarios”, detalló Perissé.
Durante ese tiempo, los docentes realizan visitas a los campos. “Las visitas familiares son una herramienta fundamental para acompañar a los chicos, hablar con la familia y sostener un proceso educativo que dura siete años y culmina con una tecnicatura en Producción Agrícola”, explicó.
El sentido profundo de la propuesta está puesto en el arraigo. “Nuestra educación es con, por y para las familias rurales. Sin ellas no tendríamos razón de ser”, afirmó el director.

En una provincia donde el despoblamiento del campo se profundizó en la última década, el CEPT se presenta como una alternativa concreta para evitar que las familias se vean obligadas a migrar. “Muchas veces, cuando termina la primaria, la mamá tiene que irse con los hijos a una localidad vecina para que sigan la secundaria. Nosotros ofrecemos esa posibilidad en el medio rural para que la familia siga unida en el campo”, señaló.
El centro recibe hijos de productores y de trabajadores rurales y funciona con una residencia estudiantil. “Los chicos vienen el lunes y se quedan toda la semana. La convivencia es una de nuestras principales herramientas”, contó el director del CEPT.
El equipo está integrado por unos 20 docentes y entre cuatro y cinco auxiliares. “El docente no solo da clases: se queda a dormir, ayuda a limpiar, a cocinar. Cumplimos un rol más familiar que el de una escuela tradicional, porque las necesidades acá son otras”, describió.

Hoy el principal problema del CEPT 23 no es pedagógico, sino presupuestario y de infraestructura. La institución está trabajando al límite de su capacidad de alojamiento. “Tenemos una capacidad instalada total de 70 alumnos, pero el cuello de botella está en el ingreso”, explicó su director. “Para primer año ya tenemos 25 chicos inscriptos y sabemos que vamos a superar los 30, pero solo podemos recibir a 14 por una cuestión de camas disponibles”.
La consecuencia es directa y dolorosa. “Eso significa que la mitad de los chicos se queda afuera”, remarcó Perissé. “Y nos duele muchísimo, porque sabemos que en muchos casos somos la única alternativa educativa que tienen para no romper el arraigo familiar”.

En términos concretos, entre 15 y 16 jóvenes rurales podrían quedarse sin acceso a la educación secundaria simplemente por falta de espacio físico para alojarlos. La decisión sin dudas no mueve la aguja de las cuestas fiscales nacionales, pero sí cambiaría la vida de esos chicos pero puede quedarse sin acceso a la educación y sin socializar con otros de su edad.
La solución está identificada desde hace tiempo y depende de una decisión presupuestaria. “Desde 2021 venimos gestionando la construcción de una residencia estudiantil”, explicó.
El proyecto fue aprobado en julio de 2023 por el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) y permitiría duplicar la matrícula y resolver definitivamente el problema. “Hoy lo que tenemos es una adecuación: donde había un aula hicimos una habitación para varones y donde era el depósito armamos una para mujeres. Ya no hay más margen”, detalló.

La paralización de la obra pública dejó la iniciativa en pausa. “La aprobación está, el proyecto está, pero la obra quedó frenada. Y mientras tanto, tenemos que decirles que no a familias que vienen con muchas ganas y expectativas”, sostuvo Perissé.
El docente llegó a la dirección del centro luego de una historia personal atravesada por la educación pública. “Yo me considero un producto de la educación pública. Si no fuera por ella, no estaría acá”, afirmó. Nacido en una pequeña localidad rural del partido, se formó en universidades estatales, se recibió de médico veterinario y volvió a su tierra.
“Estar acá es una forma de devolver un poco de todo lo que la educación pública me dio”, resumió.

Desde esa convicción, el equipo defiende el rol estratégico de la ruralidad. “Siempre decimos que no hay agricultura sin agricultores ni ganadería sin ganaderos. El motor del país sigue siendo lo rural y eso hay que sostenerlo desde la educación”, aseguró.
Aun con recursos limitados, el CEPT logró abrir horizontes. Desde hace tres años articula intercambios con una escuela agraria de Galicia, España. “Dos alumnos y un docente viajan por tres meses, cursan y rinden allá. Es una experiencia enorme para chicos que viven en un paraje rural”, contó Perissé. El intercambio se realiza a través del programa Erasmus y no tiene costo para la institución.





