En medio de sus necesidades electorales, el gobierno de Mauricio Macri parece urgido por dar buenas noticias que muestren que la Argentina está en una senda de crecimiento.
El 75/80% de la soja que cosechan los productores argentinos se muele en grandes fábricas, que trituran el poroto para obtener dos subproductos: la harina y el aceite. Como en ese proceso, conocido como “crushing”, el gobierno exprimió la noticia sobre un nuevo acuerdo sanitario para venderle harina de soja a China hasta sacarle jugo. Había que impactar. Lo impone la coyuntura política.
Apresurado, informó el presidente Mauricio Macri en las redes sociales: “ACUERDO HISTÓRICO: VAMOS A EXPORTAR HARINA DE SOJA A CHINA. Después de 20 años de negociaciones llegamos a un acuerdo. China es el mayor consumidor del mundo de proteína vegetal para alimentación de ganado y ahora vamos a venderles un producto con mayor valor agregado”.
Muchos medios titularon con ese dato de los 20 años y nosotros en Bichos de Campo también le dimos crédito a la información, aunque afortunadamente no en los titulares. ¿Cómo dudar de la palabra del presidente?
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Pero ese ha sido el primer gran mito que se instaló en las últimas horas en torno a este acuerdo sanitario entre China y la Argentina. Que es positivo, sin duda, pero que ha sido presentado de modo más que exagerado.
La realidad es que 20 años no es nada pero tampoco es tanto como para andar alardeando. La realidad indica que la Argentina exportó harina de soja a China hasta 2006 y que han pasado 13 años desde que se interrumpió ese flujo de comercio. En 2006 habían ingresaron en el mercado chino 85.779 toneladas de pellets por 18 millones de dólares. En 2005 habían sido 1.624 toneladas y en 2004 unas 3.065 toneladas. Estamos hablando siempre de volúmenes muy chicos comparado con lo que consume China y lo que produce la Argentina.
Si aquel incipiente comercio se interrumpió no fue porque las negociaciones estuvieran trabadas. Simplemente sucedía que China -al igual que la Argentina- tiene una industria de “crushing” muy poderosa que producía casi toda la harina de soja que ese país necesitabaa. Un informe del agregado agrícola argentino fechado en febrero de 2012 contaba que “las importaciones de pellets de soja se han mantenido entre las 100.000 y 200.000 toneladas en los últimos 5 años (entre 2006 y 2011)”. Es decir, en volúmenes muy chicos. El grueso de ese negocio lo hacía la India, que está mucho más cerca de China que la Argentina.
“Si bien nuestro país está habilitado a exportar pellets y expellers de soja a China por la autoridad sanitaria china, en el marco de la normativa sobre importación de piensos, en la actualidad, no se registran importaciones desde Argentina de ninguno de estos productos”, decía ese informe oficial en 2012.
En rigor, lo de los “20 años de negociaciones” es un exabrupto en la información oficial, pues no hubo ningún impedimento sanitario para exportar harina hasta 2014. A partir de ese año, las autoridades chinas sí comenzaron a exigir un protocolo específico a los países que le quisieran vender harinas proteicas. Es decir que la negociación a lo sumo pudo haber durado 5 años. La cuarta parte de los 20 que se informaron.
Hecha esta aclaración, hubo un primer intento por firmar ese protocolo en 2017 (ya en el gobierno de Macri), cuando China ofreció enviar a sus inspectores. El costo de esa misión sanitaria, como es costumbre, debía correr por cuenta de los interesados en habilitar ese comercio y firmar el protocolo. Pero la Argentina se negó a afrontar dicho gasto. Distinto fue lo que pasó en 2019. A fines de agosto, finalmente vino una inspección que fue recibida con éxito por el Senasa, y la Argentina logró a los pocos días recuperar ese mercado.
El otro gran mito sobre este nuevo acuerdo con China lo estuvo alimentando el verborrágico embajador argentino en Beijing, Diego Guelar, que habló de una posibilidad de hacer nuevos negocios en 2020 por 1.600 millones de dólares. También la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) colaboró a alimentar tan altas expectativas, al indicar que en la campaña 2019/20 Argentina podría exportar 31 millones de toneladas de ese subproducto, es decir unas 5 millones de toneladas más de las que colocaría en el mercado internacional este año.
Son estas dos datos aislados los que permitieron a muchos voceros oficiosos del gobierno salir a comunicar sin mayor sustento que “se estima que en una primera etapa, para inicios de 2020, se exporten unas 5 millones de toneladas de harina de soja, por un valor aproximado de 1.600 millones” de dólares.
Esta estimación, a priori, parece ser demasiado exagerada. Según fuentes de la industria aceitera local, ese pronóstico se acerca más bien a un potencial de mercado (la suma equivale a todo lo que importa China hoy en harinas proteicas de todos los orígenes) que a la realidad. “Lo positivo es que se firmó la apertura y no hay una cuota de exportación, y por lo tanto no hay techo para hacer negocios. Pero esto llevará tiempo y al principio las exportaciones serán pequeñas”, evaluó esta fuente, de modo mucho más realista.
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Por suerte, el relato no dominó la conferencia de prensa en la que este miércoles al mediodía se presentó el acuerdo en el Ministerio de Agricultura. Participaron el ministro Luis Miguel Etchevehere; el canciller Jorge Faurie; el presidente de Senasa, Ricardo Negri; y el embajador de China en la Argentina, Zou Xiaoli.
“La relación de ambos presidentes (Mauricio Macri y Xi Jinping) ha tomado gran dinamismo y se ve reflejada en la agenda agroindustrial con la firma de 12 protocolos sanitarios”, destacó Etchevehere, que aprovechó para informar además sobre la habilitación de siete nuevas plantas de faena de pollos que podrán exportar al mercado asiático. Otra buena señal de que hay onda entre ambos países.
En declaraciones a la prensa, el ministro tampoco exageró, aunque cometió el desliz de decir que “por primera vez” la Argentina iba a poder exportar harina de soja a China. Ya vimos que no fue así: aunque pequeños, hubo envíos hasta 2006.
“Vamos por el camino correcto, insertando a la Argentina en el mundo”, añadió el ministro de Agricultura.
Muy bien. Muy bien. No hacía falta más.