Hacía tiempo que tenían ganas de dejar la ciudad e irse al campo. Y un día lo cumplieron: Vilma se jubiló como docente y Néstor bajó la persiana de su negocio de repuestos y se fueron a una chacra en Gualeguaychú, Entre Ríos. ¿Cuál era la idea? Vivir en la naturaleza, criar animales y hacer vino.
Seis años más tarde de ese primer envión (desde que se mudaron) tienen 50 vacas y un toro Angus, animales de granja, reciben turistas, tienen vides y hacen vino… ¡en su propia bodega!
“Este predio estuvo sujeto a agricultura con agroquímicos durante mucho tiempo”, explica Néstor Ianni. “Un día compré semillas de lotus, raigras y trébol y lo incorporé al campo al voleo sin usar fertilizantes ni hacer limpieza con fungicidas; esperé unos meses, el pasto empezó a crecer muy bien, saqué 43 terneros y este año ya están naciendo de nuevos. Mis praderas semillan solas y las vacas están todos preñadas. Uso sistema con boyeros; en invierno hice unos rollos y los animales pasaron bien el tiempo de frío”.
Néstor cuenta las cosas como si nada. O mejor dicho con una mezcla de naturalidad y alegría que le brota por todos lados porque le gusta lo que hace y a Vilma también. Y les gusta porque lo eligieron, porque en 2010 se pusieron a armar la chacra y desde 2015 aquí viven. Con Bichos de Campo los visitamos en marzo de 2020 y menos de dos años después y atravesando una pandemia tienen muchas cosas nuevas para contar, como que se pasaron al sistema de energía solar y están llevando todas sus producciones hacia un planteo orgánico.
Los Ianni se animaron a todo: a vivir en el campo y a elaborar vinos (¡en Entre Ríos!)
“Como en la zona el abastecimiento de electricidad es malo, siempre se corta y eso me hacía correr riesgos para activar los tanques en la bodega, decidí empezar con energía solar. Ahora tengo 10 pantallas con dos inversores y baterías de almacenamiento, estoy ahorrando mucha energía y si se corta no me preocupa. Tanto mi casa como las bombas para el agua de la hacienda, todo es solar; sigo conectado a la red y algo consumo pero es mínimo”, detalla.
“También estamos trabajando para ser orgánicos en todo, incluso las vacas: este año me compré una maquinita para cortar el yuyo a mano y así evitar el poco herbicida que uso una vez por año; creo que en breve tendré todo para certificar. Y, mientras, hacemos nuestro propio vino”, recalca Néstor porque especialmente ‘ese’ es el sueño cumplido.
Actualmente tienen plantada una hectárea y media con Viognier, Sauvignon Blanc y Cabernet Franc, variedades que se eligieron considerando la experiencia en “terroirs” similares, por lo cual se tomó en consideración primero la aptitud agronómica y su adaptación a la situación agroecología y, en segundo lugar, el perfil de vinos que se querían obtener. Recientemente han agregado un poco de Tannat para complementar la oferta de vinos tintos y están pensando en nuevas plantaciones así que están evaluando variedades, todo con el asesoramiento del ingeniero agrónomo uruguayo Andrés Passadore, también viticultor y con una tradición familiar en el rubro de más de 100 años.
“El cultivo se realiza en espalderas, con un sistema de poda en cordón de pitones y en relación al manejo del suelo se deja un empastado natural en la entrefila; los viñedos no tienen riego, excepto en la plantación y primer año, y todos se cubren con malla antipájaros”, detalla el especialista. En cuanto a las características del terruño de la zona son suelos con una fertilidad media donde las temperaturas cálidas con noches templadas generan viñedos con un buen desarrollo vegetativo. Actualmente la producción de la bodega es de 12.000 botellas anuales.
Passadore explica que estos son vinos de carácter frutal, no tan alcohólicos, con unos blancos donde se destacan las notas florales y una buena intensidad aromática. “Son vinos diferentes muy amables de tomar, nuevos; en general tienen buena aceptación, sobre todo en aquellas personas dispuestas a descubrir otro tipo de productos, más allá del Malbec”, grafica.
“La tendencia de consumo es hacia vinos no tan concentrados, menos alcohólicos, más fáciles de tomar y creo que esto obedece un poco a temas de salud y a que las personas quieren disfrutar de vinos menos complejos. Hay que seguir fomentando las nuevas experiencias, elaboraciones más familiares (pequeña escala) y sobre todo insertos en ambientes naturales y con una producción respetuosa del ambiente”.
“Como tengo buena tierra hemos incorporado muy pocos fertilizantes. solo algo de potasio y magnesio, y como está bien aireado no tenemos problema de enfermedades; estamos usando tierra de lombrices y abonos de cama de pollos”, cuenta Néstor.
“Creo que el sistema productivo convencional ha devastado los campos, los ha saqueado con un criterio de explotación que no deja nada. Cuando yo era chico sembrabas maíz con las semillas del año anterior y todo funcionaba, los rindes no eran tan bestiales pero se producía y se vivía. Hoy eso no pasa: si no echas de todo no crece nada, nuestras tierras son un desierto”.
“Desde aquí, desde mi pequeño lugar quiero cambiar `algo´ porque entendí que no puedo esperar a que las cosas cambian fuera para sentirme mejor, entonces empecé yo a hacer el cambio. Con mi experiencia voy pensando cosas y poniéndolas en práctica”, reflexiona Néstor. “Quiero vivir en un lugar donde me sienta bien, por eso la idea de ir hacia lo orgánico en todo lo que producimos: pollos, vacas, vinos… y vamos aprendiendo en el camino”.