Es un domingo cualquiera a la tarde. En la calle del pueblo casi no hay gente. Una brisa caliente hace más llevadero el calor de principios de diciembre. Un niño está en el escalón del zaguán de su casa. Mientras juega con unas canicas, ensaya un relato radial futbolero. “La Bombonera es un solo grito, todos quieren que sea su tarde, se canta por el número 1, falta apenas un pasito, si ataja él se convertirá en superhéroe bajo los tres palos y Boca será campeón. Escuchen a la multitud: Ces-taaa-ri, Ces-taaa-ri, Ces-taaa-ri…”
Este relato de ficción bien podría haber sido parte de la niñez de Néstor Cestari, un apasionado del fútbol, las relaciones, la familia y los fierros, pero no todos los fierros, sino de esos que le vinieron como legado familiar casi sanguíneo, las tolvas. “En mi adolescencia jugaba al fútbol y al tenis, ninguno de los dos muy bien pero tampoco muy mal. Si pudiese tener un superpoder me gustaría jugar bien al fútbol, y quien te dice, si así hubiera sido, si hubiera seguido el camino que seguí…”, confesó Néstor durante el capítulo 71 de El podcast de tu vida (publicado en abril de 2023).
Les proponemos reponer esa charla con Cestari, en la que hablamos de su historia de vida, que tuvo a los 4 años el fallecimiento de su hermano de 9, algo que marcó para siempre a su familia. Luego la vida de pupilo en Venado Tuerto, y el momento en que tuvo que decidir a qué dedicarse y no dudó: la fábrica de su abuelo y su padre eran su hogar y su herramienta de vida.
“Yo viví la transición de mi abuelo a mi padre, que fue traumática, después la mía con mi viejo, que fue menos complicada porque a él le gustaba el taller y a mí lo comercial; ahora están trabajando mis cuatro hijos”, cuenta.
En 2027 la empresa Cestari cumplirá 100 años, aquel sueño que comenzó con el taller de tornería de Andrés Cestari, abuelo de Néstor, y hoy, 4 generaciones después, con la quinta generación creciendo, siguen dando que hablar ampliando las fronteras, mejorando tecnologías para facilitar la vida de la gente en el campo, llegando a diferentes mercados y nunca dejando de soñar, proyectar y avanzar. Como dice el propio Néstor: “Somos un actor de reparto y tenemos que estar a la altura de la evolución de tractores y cosechadoras”.
En esta charla van a conocer a Néstor, el hijo de Juan Fernando “Nino” Cestari y Haydeé Gazzaniga; el esposo de Liliana Bassán; el padre de Juan Andrés, Valentina, Lucila y Guido; y, ahora, también el abuelo de -por ahora- siete nietos. Anécdotas, sensaciones, y emociones de un tipo siempre dispuesto y muy querido en el campo.
-Sos muy futbolero. Quiero arrancar esta charla hablando de cómo viviste el mundial 2022, estuviste en Qatar desde Arabia Saudita hasta la final con Francia, ¿qué reflexiones te quedás del juego, del equipo, Scaloni, Messi…?
-Es algo que no tenía pensado. Fue una idea de mi mujer. Que fuera con los hijos varones. Después Juan Andrés, que tiene mellizos no pudo ir, así que me fui con Guido. Fue una experiencia única. Todos teníamos confianza en la selección, pero lo que vivimos fue inolvidable. Y los partidos que vimos. A mí me gusta mucho el fútbol. Yo soy un jugador frustrado. Si hubiese sido un poquito normal jugando al fútbol quizás no me hubiera dedicado a lo que me dediqué. Lo que pasa que la vida fue sabia conmigo y me sacó de la cancha en seguida. El fútbol es el deporte que más me gusta. Habrá gente que despotrica pero para mí es sublime, me supera. Y ver el mundial con los mejores jugadores del mundo, ver esa selección argentina, realmente era emocionante a cada rato. Un equipo de chicos que fue un ejemplo porque no era Messi y un equipo, era un equipo con Messi. Y había que verlos moverse dentro de la cancha, conectarse, fue algo inolvidable.
-Bueno, no sólo estuviste en el mundial, porque te diste el lujo de ir también al gran premio de Abu Dabi. ¡Quiero ser tu hijo, Néstor!
-Eso es culpa de mi hijo. El campeonato de Fórmula 1 terminaba tres días antes que empezara el mundial. Y él me dice, ya que estamos… Y bueno, así fue… Es un espectáculo alucinante. Estábamos tan cerca que tuve que ponerme protectores auditivos porque el ruido era tremendo. Y vimos una carrera muy linda. Fue todo un espectáculo. Más los argentinos de todo tipo que te ibas encontrando. Estuvimos con El Tula, Guillermo Cóppola…
-Bueno, vayamos a tu infancia, el Néstor de pibito. ¿Qué te gustaba hacer?
-Mi familia fue muy chica. Yo tenía un hermano que falleció a los 9 años, yo tenía 4 años. Eso hace que una familia tenga que atravesar esos momentos difíciles. En general fui el payaso de la familia porque era hijo único, con las ventajas de ser consentido y las desventajas de que te cuidan mucho porque es lo único que tienen. De joven fui difícil. Terminé cinco años pupilo en el colegio de curas El Sagrado Corazón de Venado Tuerto.
-¿Y qué te gustaba hacer?
-Yo jugaba al fútbol y al tenis. Nunca fui de los buenos pero tampoco de los malos. Pero me gustaba lo que hacía mi papá. A mí me tocó ver la transición de mi abuelo a mi padre que fue bastante traumática. Porque las transiciones en general lo son. El grande no quiere largar, el joven quiere ingresar. Peleas entre ellos. Tuve también la transición de mi padre conmigo. Que fue menos traumática. Cada uno iba ocupando su lugar. Mi padre era más una persona técnica y yo estaba más en lo comercial. Entonces me fui capacitándome administrativamente y después salí a lo comercial. Hice todo el país. mi trabajo era hacer distribuidores. Y cuando nos afianzamos en el país empezamos en 1995 con exportación. Porque siempre tuvimos la visión de que al tener un solo producto, la tolva. Buscábamos otros países que trabajaran en contraestación. Eso nos ha servido para mantener el equipo en pie. A veces exportando a la raya o un poco por debajo, pero nos permitió generar trabajo y evitar suspensiones, despidos, en un país como Argentina tan inestable a veces.
-¿Qué te acordás de niño de la fábrica? Olores, ruidos, anécdotas…
-Yo respiraba el ambiente de una familia que después se pudo revertir, porque yo después tuve cuatro hijos y tengo seis nietos. Respiraba el aire de una familia que mi mamá tenía los ojos a media asta. Cuando vos perdés a un hijo como ella, debe ser lo peor que te puede pasar. Mi padre que se descargaba en el trabajo se hundía en el taller y hacía cosas ahí. Así fue como mi padre fue el mentor de un montón de cosas que lo distinguieron. Nosotros fuimos los primeros en poner cubiertas de avión en las tolvas que tenían gomas finitas. Eran de Boeing 737. Era una goma que había que cortarle un poco el talón porque eran 19,5 y las yantas eran 20. Había que cortar y acomodar. Esos fueron los primeros trabajos que me tocaron hacer. Y después, lo que venga. Hacía lo que hace cualquier operario que ingresa.
-Me dijiste que terminaste el secundario de pupilo. ¿Estudiaste algo después?
-Hice dos años de ciencias económicas y después capacitaciones en administración y en la parte de tecnicatura industrial. Pero lo mío era el relacionamiento. Yo tenía buena llegada con los clientes. Me gustaba lo que hacía. Yo fui tratando de ocupar los huecos que iban quedando. La comercialización era un lugar que no estaba ocupado. Nosotros teníamos clientes que venían al comprarnos, pero no salíamos tanto a vender. Mi padre era un fabricante, pero no un vendedor. Salía, pero no estaba encima de los clientes. Esa pata nos hacía falta y fue a la que me dediqué. Yo no inventé nada, fui el comunicador.
-¿Y en algún momento pensaste hacer otra cosa?
-No. Me sentía cómodo. Me crié en eso. respiraba todo lo que hacíamos. Por supuesto que si hubiese tenido posibilidades deportivamente era mi pasión. Pero eso era lo que me gustaba y lo que me gusta. El desafío de llegar con un acoplado tolva a 40 países en el mundo, es un lindo desafío. Nosotros somos actores de reparto, acompañamos a la cosechadora, entonces tenemos que estar muy atentos al crecimiento de las máquinas. Y como todas las cosechadoras y tractores vienen de Europa y Estados Unidos, el crecimiento es cada vez más violento y tenés que estar atentos. No es hacer una tolva y quedarse con eso. Nosotros tenemos que tener un producto que permita maximizar el trabajo de una cosechadora.
-¿Qué es lo que más disfrutás hoy de laburar y de lo que hacés? Cuando te levantás a la mañana y te va a tocar hacer tal cosa…
-Primero que hago lo que me gusta, estoy trabajando con mis hijos. Mi hija mayor, Valentina, tiene mellizas y una nena más; mi hijo Juan Andrés tiene mellizos, Lucila tiene una nena (N de la R: luego tuvo otro hijo), y el más chico, Guido, de 24 todavía no tiene. Y los cuatro están en la fábrica. Yo siempre les dije que no tenían que estar acá, porque nosotros tenemos esto. Si vos las cosas no las hacés con pasión cuando llegan las épocas malas es un suplicio. Cuando entra plata y está todo bien todos están contentos. Pero cuando viene la difícil, te duele menos el mal momento si te gusta lo que hacés. El tema es que estén acá porque se sienten cómodos.
-¿Y cómo hicieron o están haciendo ese amalgama generacional entre vos y tus hijos y entre ellos mismos?
-Hicimos un protocolo familiar. Lo importante es que se lleven bien entre ellos. Porque yo siempre digo que si alguna vez no estoy voy a aparecer de diez metros bajo tierra para cagarlos a pedos si se pelean. Si, claro, hay discusiones como hermanos. Pero nunca se peleen por un mango. Y la verdad es que son muy compañeros. Eso me pone muy feliz. Me ponen contento mis nietos. Y a medida que fueron entrando ellos volví a hacer lo que más me gusta, que es estar con los clientes. Dentro y fuera del país.
-Bueno, llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida. La primera pregunta es ¿Qué hacés después de un día largo? Algún hobbie… ¿Cómo despejás tu cabeza?
-Me gusta mucho el deporte. Hoy para mirarlo más que para practicarlo. Tengo ligamentos cruzados, meniscos, algo de artrosis, entonces muchas cosas ya no puedo hacer. Pero hago bicicleta. Eso me despeja mucho. Me junto con amigos de toda la vida. Amigos incluso de aquella época de pupilo. Compartimos un par de encuentros semanales. También con la familia. Siempre hay un nieto para ir a ver o que viene a casa. Y uno va valorando más muchas cosas que a veces a determinada edad es como que pasan desapercibida.
-Y a la hora de cocinar, ¿Cómo te va?
-Soy bastante inútil para la cocina… en realidad, muy inútil (se ríe). El asado lo hago, lo he atropellado varias veces, pero es mi fuerte. Y después los panchos, las hamburguesas… jaja… no me pidas otra cosa.
-Algún lugar que hayas visitado y que recomiendes o que te haya gustado mucho…
-Desde que soy chico veraneo en Miramar. Es mi lugar, donde descanso, donde pasamos con mi familia. Y en el exterior, muchos. Porque el trabajo me dio la posibilidad de recorrer bastantes países, lugares no tradicionales como Ucrania, Lituania, Letonia… y todos tienen su encanto. Sos vos el que llegás a ese país y tenés que tratar de adaptarte a sus costumbres. En Argentina, uff… es linda toda.
-¿Algún super poder que te gustaría tener?
-Me gustaría volar.
-¡Jugar bien al fútbol!
-Jajaj… Siiii… me gustaría jugar bien al fútbol. Yo era arquero. Los admiro. Soy de Boca. Conozco al “Pato” Abbondanzieri, y al “Poroto” Lux.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿A dónde te gustaría ir?
-Me gustaría volver a mis 17-18 años, que era la época donde hacía todos los deportes. Jugaba en un equipo de primera en Colón, Porteño, y jugaba torneos de tenis y vivía de día y de noche. Mi vida era bastante agitada. Es una época que disfruté mucho. Fui muy feliz de adolescente. Siempre traté de buscar el buen momento, para mí hay que disfrutarlos porque son únicos.
-Bueno, cerramos con un tema musical que tenés que elegir vos, para que quede sonando…
-A mí me gusta mucho Andrés Calamaro, también Chano, Joaquín Sabina, Abel Pintos, La Sole. No tengo un fanatismo por alguno, pero si tuviera que elegir alguien te pido algo de Calamaro, “Tuyo siempre”.