Durante esta semana, el gobierno nacional decidió facilitar la importación de maquinaria agrícola usada, algo que si bien no estaba terminantemente prohibido, era dificultoso. Desde ahora, bajo el argumento de una reducción de precios de los equipos y sus repuestos, se podrán importar libremente equipos que ya quedaron en desuso en otros países como Estados Unidos, cuyos farmers aprovechan líneas de crédito ventajosas y cambian sus tractores o cosechadoras cada pocos años.
Esta decisión rubricada en el Decreto 273/25 y celebrada por ministros nacionales, fue rechazada por los actores del segmento industrial nacional. Fueron los fabricantes quienes se manifestaron primero, los siguió la Unión Industrial y a ella se le unió AFAT, el conglomerado de terminales de las grandes multinacionales productoras de fierros para el campo como tractores y cosechadoras.
En ese sentido, un experto en la materia como Néstor Cestari, analizó esta cuestión en diálogo con el programa Puesteros, en Radio San Genaro, apelando a su rol de fabricante, ex presidente de la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícol (CAFMA) y experto en mercados internacionales de estos equipos.
Al respecto, Cestari aseguró: “Esto me parece una aberración”. Lo que el industrial analiza, parte de la base de los impuestos que hace que Argentina sea poco competitiva en el mundo. En ese sendero, el experto describió: “Como fabricante de maquinaria agrícola, como fabricante de alfileres, de ropa, de lo que sea, ya competir en este país cuesta mucho, porque no es lo mismo producir en otro país, traer y vender acá, que producir en este país. Eso la gente lo tiene que entender, no es que acá las cosas salen más caras porque todos son ladrones. Acá las cosas son más caras porque un porcentaje muy alto del precio de lo que pagan, desde la leche hasta el de smoking, tiene un 45 o 50 por ciento de impuestos”.
La Cámara que nuclea a los fabricantes, hoy liderada por Enrique Bertini, en un comunicado expresó que esta medida representa una amenaza directa para la cadena de valor industrial nacional y el entramado productivo federal. La apertura a la importación de maquinaria usada “puede generar riesgos económicos, sociales y ambientales significativos para el país, afectando la generación de puestos de trabajo y oportunidades de desarrollo personal”.
Cestari no anda con vueltas. Con 98 años de historia familiar sobre sus espaldas y cuatro generaciones dedicadas al desarrollo de maquinaria agrícola, lo que dice tiene un peso que pocos pueden igualar en el sector metalmecánico argentino. Por eso, cuando lo llaman para conocer su opinión sobre la apertura a la importación de maquinaria usada, no duda ni un segundo: “Es una aberración. Los funcionarios que están a cargo de esto no conocen el país, no conocen más que Buenos Aires”.
Sí, con esa palabra lo dijo. Y no se quedó ahí.
Desde su fábrica en el corazón productivo del país —ese que Buenos Aires parece no conocer más que para vacacionar en Bariloche o veranear en Mar del Plata, según entiende el fabricante-, Cestari dispara con precisión quirúrgica: “No conocen el interior. No saben que cada fábrica de maquinaria, aunque sea chiquita, genera empleo, mueve pueblos, sostiene familias. Y lo peor de todo es que están tan enfocados en la macro, que se olvidaron de la micro. Se olvidaron de que la micro es la que empuja a la macro”.
La medida, que facilita la entrada de maquinaria usada del exterior, es leída por el industrial como un tiro en el pie a la industria nacional. No sólo porque obliga a competir en condiciones desiguales —nuevo contra viejo, pero importado—, sino porque también abre la puerta al envejecimiento tecnológico del parque agrícola, a la importación de plagas y enfermedades, y a una lógica absurda: la de reemplazar desarrollo por chatarra.
“Esto ya lo vimos con Menem. Se fundieron las textiles, se fundieron muchas industrias. ¿Vamos a repetir la historia? ¿Vamos a traer usado mientras el mundo ya está manejando tractores autónomos? No seamos ilusos. Nos están dando un caramelo para que no se quejen por las retenciones”, dispara Cestari, con el tono de quien ya no tiene nada que demostrar, pero sí mucho que advertir.
Porque además, hay otra trampa en todo esto. El discurso oficial parece decirle al productor: “No te voy a sacar las retenciones, pero te dejo importar máquinas baratas”. Como si eso equilibrara algo. Como si el problema de fondo fuera el precio de una sembradora, y no la carga impositiva asfixiante, la falta de crédito, la ausencia total de planificación.
Y Cestari va más allá. Habla de los riesgos fitosanitarios. Habla de la soberanía tecnológica. Habla del orgullo de fabricar y venderle al mundo, de pelear mercados con lo que se hace acá, en los talleres de Las Parejas, de Marcos Juárez, de Armstrong, donde cada soldadura no sólo es un producto, sino una muestra de que todavía hay argentinos que creen en hacer, en producir, en no bajar los brazos aunque venga el vendaval.
“No estoy en contra del gobierno. Al contrario, si tuviera que volver a votar, los volvería a votar. Pero hay cosas que no me gustan, y esta es una. Esto no es una opinión al voleo: tengo fundamentos. Tengo historia. Tengo calle. Y esto que están haciendo es una locura”, remata.