Tengo que confesar que la cuestión del proyecto de humedales representa para mí un auténtico déjà vu. Esto ya lo viví diecisiete años atrás.
A fines del año 2005 viajé a Corrientes para visitar diferentes establecimientos arroceros. Allí me enteré que había un grupo de legisladores de la Cámara de Diputados de esa provincia que habían presentado un proyecto de ley sobre el Iberá y pretendían que el mismo sea aprobado de manera urgente sobre tablas.
La iniciativa en cuestión no tardó en ser frenada porque, con la noble intención de declarar al “macrosistema del Iberá patrimonio inalienable e imprescriptible de la provincia de Corrientes”, en realidad buscaba dejar grandes extensiones de la región –muchas de ellas en manos privadas– fuera del ámbito productivo.
La iniciativa era promovida por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el cual, por medio del proyecto ARG/02/G35, pretendía establecer una propuesta de “manejo y conservación” en el Iberá.
Por entonces publiqué el primer artículo al respecto en un medio nacional y lo titulé “Neocolonialismo en Iberá”, pues se trataba de una evidente injerencia de una organización internacional en una cuestión relativa a una provincia de un país soberano.
Luego de una campaña orientada a polarizar el debate, que se extendió durante varios años, finalmente los integrantes del gobierno de Corrientes lograron racionalizar la cuestión para promover un esquema que compatibiliza la producción con la conservación ambiental.
En los últimos días soy testigo del mismo procedimiento, pero a escala nacional. Un grupo de legisladores que, si bien integran diferentes partidos, operan como si conformaran un único bloque, se muestra por demás apurado por aprobar un proyecto de ley sobre conservación de zonas definidas como humedales porque, según aseguran, la “gente lo pide”. Estoy lejos de conocer a cada uno de los habitantes del territorio argentino, pero puedo asegurar que los que padecen hambre, están buscando trabajo y no llegan a fin de mes tienen preocupaciones más urgentes. Y son, lamentablemente, la gran mayoría.
Nuevamente, también soy testigo de cómo el PNUD está detrás de la iniciativa, pero no ya tímidamente, como en el caso del proyecto ARG/02/G35, sino de manera descarada, incluso colocando a personas disfrazadas de carpinchos en un stand del evento Lollapalooza para desarrollar una actividad en la cual los visitantes pudiesen “recorrer” un humedal utilizando gafas de realidad virtual y “así entender por qué es urgente la sanción de una ley que regule y conserve estos ecosistemas”.
Tal como sucedió también en Corrientes, se observa un intento deliberado para polarizar el debate con el propósito de establecer dos “bandos” bien diferenciados: aquellos que buscan proteger los humedales y los demás. Las voces científicas y académicas o bien las que detentan un conocimiento empírico en el materia –como sucede en el caso de los familias pobladoras de los humedales–, quedan sepultadas en un océano de gritos histéricos que pueden ser muy útiles en una cancha de fútbol, pero no ciertamente al momento de diseñar una legislación de orden nacional.
Los argumentos para promover la iniciativa que, tal como sucedió en Corrientes, pretende delimitar áreas de “conservación” en las que no se podrá producir nada, van variando en función de la agenda pública. Para proteger a los carpinchos. Para evitar las quemas que no dejan respirar a la gente en Rosario. Es evidente que el equipo de publicitarios que está detrás del asunto es de primera. Ya deben estar “cocinando” el nuevo slogan por difundir.
Y nuevamente, diecisiete años después, tengo que volver a titular un artículo con el término “neocolonialismo”, pero ya no en una provincia, sino en la Argentina toda.
Afortunadamente, gracias a la acción de muchos gobernadores de provincias clave, quienes sobre la hora comprendieron la gravedad del problema, el proyecto fue “congelado” este año. Pero la historia está lejos de terminar. Se trata solamente de un capítulo más.
Por que mas vale no dejas de apoyar el desastre que estan haciendo en la isla desde hace 20 años. Los agrogarcas condenaron a 350 años la biodiversidad de los humedalea. En 350 años con suerte volvamos a tener lo que quemaron para meter vacas soja y barrios privados donde blanquear guita manga de cara duras hijos de puta. Y vos un vil ratita complice de mierd.
Dan asco
Una vergüenza esta nota. ¿Neocolonialismo?. No digan pavadas. Hay que priorizar la conservación. ¡Ley de Humedales ya!.