Nelly Cardozo nos recibe en el jardín de su casa en Concepción del Yaguareté Corá, en la región del Iberá de la provincia de Corrientes y a 150 kilómetros de la capital. Ella es una de las pocas artesanas que todavía se dedican a “coser” espartillo y palma para hacer posaplatos, bandejas, paneras, bolso, costureros y todo lo que su imaginación le vaya dictando. La aguja con la que cose es casera y está hecha con las varillas de los paraguas que van quedando viejos.
“Cosechamos el espartillo a unos 20 kilómetros de aquí; hay que tener cuidado porque tiene filo y si uno anda distraído se puede cortar”, advierte. “La hoja de palma la busca mi marido, de cuya abuela yo aprendí esta técnica hace 43 años y me encantó desde el primer día porque se pueden hacer cosas muy bellas y con lo que uno tiene acá”.
Y es cierto: las artesanías de Nelly además de hermosas son “la prolijidad misma” y resultan útiles para el uso diario, no son sólo “objetos de decoración” (aunque también pueden serlo) y es por eso que es una pena que la técnica se vaya perdiendo. En este sentido el programa Artesanos del Iberá, llevado adelante por el Instituto de Cultura de Corrientes, cumple un rol importante.
“El objetivo es darle visibilidad al trabajo de los artesanos, al patrimonio cultural que representa en Iberá y promover el bienestar y desarrollo local reconociendo esa labor y con la posibilidad de generar ventas”, resume Hada Irastorza, coordinadora del Programa. “Arrancamos el 2020 realizando un censo para saber cuántos artesanos activos hay y conocer cuáles son sus problemáticas. Contactamos a 215 artesanos, estamos trabajado con unos 100 y esperamos seguir sumando”.
Nelly cuenta que desde hace unos 3 años sus ventas fueron creciendo notablemente gracias al turismo y que hay un trabajo en equipo con la gente de los hoteles que hace conocer sus artesanías a los visitantes que llegan. “Mis clientes en su mayoría son turistas pero también tengo mucha interacción a través de mi Instagram, donde me contacto mucho gente y me hacen pedidos de todos lados”, dice.
Lo que más salida tiene es el posaplato de 30 centímetros de diámetro y luego las paneras, aunque a nosotros lo que más nos llama la atención son unas gallinas multifunción: sirven para guardar huevos, como adorno, como costurero o para guardar comida bien tapada y protegida por las moscas (es gracioso porque justo en el momento en que miramos esta artesanía, una gallina “de verdad” pasa corriendo a unos metros de nosotros y todos nos reímos).
“Artesanos del Iberá apunta a la recuperación de técnicas en peligro de extinción o que ya están extintas y que hay que recuperar con acciones muy concretar”, reflexiona Hada, que tiene un gran compromiso con el patrimonio cultural correntino.
“El año pasado fue muy exitoso en ventas a pesar de la pandemia y a la no circulación del turismo. Hoy, muchos artesanos siguen sosteniendo sus clientes porque se logró que casas de decoración y de regalos hicieran pedidos y eso facilitó el movimiento económico que también favorece a la conservación del patrimonio porque lo que no tiene salida no se sostiene en el tiempo y las nuevas generaciones no lo quieren hacer si ven que no es rentable”.
“Si uno se dedica en exclusivo puede vivir de esto”, asegura Nelly. “Pero claro, hay que estar dispuesto a trabajar todo el día. La técnica no es difícil, es práctica, pero tiene que haber interés en aprender el cosido y la forma de cosechar y almacenar tanto la palma como el espartillo, que una vez recolectado hay que dejar secar al sol varios días. A mí me encanta coser y ya lo puedo hacer mientras converso o miro una película. Tengo la memoria en los dedos”.