El último informe del Programa Ambiental de las Naciones Unidas no tiene nada que envidiarle al último éxito de taquilla de Netflix en el género de terror: plantea un escenario catastrófico si no se reducen de manera radical las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El informe en cuestión (“The Closing Window”) señala que las contribuciones propuestas para el año 2022 representan una reducción de apenas 0,50 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2e) y que, a ese ritmo, la temperatura del planeta aumentará bastante más que el nivel comprometido en el Acuerdo de París.
“Para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, el mundo entero necesita reducir los gases de efecto invernadero a unos niveles nunca vistos en los próximos ocho años”, advierte Naciones Unidas.
“Pero para que el calentamiento global se mantenga en 1,5 °C, las emisiones mundiales de GEI deben reducirse en un 45% de aquí a 2030. Y para alcanzar el objetivo de los 2° C, se necesita una disminución del 30%”, apunta.
El informe asegura que para poder cumplir con las metas del Acuerdo de París todos los países deben “implementar una transformación a gran escala, rápida y sistémica” en los diferentes sectores de sus economías.
En lo que respecta a los sistemas alimentarios, las medidas recomendadas incluyen la protección de los ecosistemas naturales, los cambios alimentarios relacionados con la demanda, las mejoras en la eficiencia de la producción agropecuaria y la descarbonización de las cadenas de suministro de alimentos.
El concepto de “cambios alimentarios relacionados con la demanda” está especialmente dedicado a recomendar la reducción del consumo de carne vacuna, dado que se considera que la producción de carne roja fue responsable de aproximadamente el 54% de las emisiones de GEI del sector agropecuario entre 2018 y 2020.
“Los análisis del ciclo de vida indican que la producción de carne, desde los insumos en su producción hasta la venta minorista, tiene un valor medio de dióxido de carbono equivalente (CO2e) por 100 gramos de proteína que es significativamente más alto que las fuentes alternativas de proteínas de origen vegetal”, afirma el informe.
“Por ejemplo: la carne vacuna tiene una intensidad media de GEI que es más de 5 a 10 veces mayor que la carne de cerdo y de ave y 50 a 100 veces mayor que las fuentes de proteínas de origen vegetal, como los porotos y las lentejas”, añade.
El documento, de todas maneras, prevé que la producción de carne bovina aumente más del 60% entre 2010 y 2050 a partir del crecimiento demográfico y económico registrado en países de ingresos bajos y medianos (la famosa “clase media emergente” que, lo primero que hace cuando tiene algo más de dinero en la mano, es comer más carne).
“Sin embargo, si todos en el planeta consumieran proteínas animales dentro de los niveles recomendados para la salud y el medio ambiente (hasta 14 gramos/día de carne roja, hasta 29 gramos/día carne aviar y hasta 28 gramos/día de pescado), no sería necesario aumentar la producción de carne vacuna respecto de los niveles actuales”, indica el informe.
¿Cuánto es 14 gramos por día? Aproximadamente un bife de chorizo por mes de consumo permitido para convertirse en un ciudadano global ejemplar y paladín de la mitigación del cambio climático.
“La fermentación entérica del ganado rumiante es la principal fuente de emisiones de la producción agrícola. Más allá de los cambios en las dietas, la reducción de las emisiones de metano de los rumiantes se puede lograr a través de cambios en el nivel y la composición de los alimentos, además de reducirse manera relativa al aumentar la productividad animal”, asevera el documento de Naciones Unidas.
También dedica un párrafo a las nuevas fuentes de proteínas, a las que califica como “tecnología disruptiva”. En 2021 –apunta– los sustitutos de la carne a base de plantas generaron a nivel mundial ventas por 5000 millones de dólares y las proyecciones sugieren que podrían llegar a 85.000 millones en 2030 (no quieran saber cómo se hicieron esas proyecciones).
“El procesamiento de fuentes de proteínas de origen vegetal, como las legumbres, en sustitutos de la carne genera emisiones cinco veces más altas que las fuentes de origen vegetal sin procesar, pero siguen siendo entre 5 y 8 veces más bajas que las de la carne de carne vacuna. En contraste, la carne cultivada en laboratorio (a veces denominada carne celular) actualmente tiene huellas de carbono que pueden ser tan altas como las de la carne bovina”, afirma el informe.
Bonus track. El informe pone como caso de estudio a Uruguay, donde el consumo de carne vacuna descendió entre 2010 y 2019 en un momento de crecimiento económico. “Mayores investigaciones son necesarias para determinar los fundamentos de ese cambio”, asegura el documento, que también mencione a Ecuador y Eslovenia en la misma categoría.
Que hipocresía, nada se habla del consumismo bestial que hay en ropa, viajes, cosas innecesarias, etc.
Quieren sacar la mejor proteina que puede obtener el ser humano.
Me parece una eidicules e hipocrecia . No somos responsable del Cambio Climático. Aca hay otros intereses en juego . De ser posible me comeria muchos mas!!Aca que se miren las emisiones de los psises desarrollado!!
Lo que está en discusión en definitiva es quienes son los culpables, ergo quienes tienen que cambiar más.
El método de medir las emisiones en la producción de carne bovina no corresponde a países como Argentina.
Para ponerlo claro, “en Argentina las vacas enfrían”