La Sigatoka amarilla es una enfermedad muy común que ataca a la producción de bananas. Es causada por el hongo Mycosphaerella musicola, que provoca unas características manchas amarillas y cafés en las hojas de la planta, lo que reduce su fotosíntesis y, por ende, afecta el rendimiento del cultivo.
Por su origen, la mejor forma de combatirla ha sido siempre el uso de fungicidas químicos, que se aplican de forma preventiva en los últimos dos meses del año, cuando las condiciones de temperatura y humedad son las adecuadas para la proliferación del hongo.
Es precisamente una alternativa a esas soluciones la que busca un grupo de investigadores del INTA Formosa, una provincia que encabeza el epicentro productivo de esta fruta, también difundida en Salta, Jujuy y Misiones.

La propuesta en la que trabajan los especialistas es en reemplazar los fungicidas por agentes biológicos en el control de la Sigatoka amarilla. Así, la idea es poder dotar de eficiencia y sostenibilidad a la producción nacional, a menudo poco conocida, marginal respecto a los volúmenes que llegan de otros países, pero valiosa y con mucho potencial en cuanto economía regional norteña.
Para ello, el trabajo que dirige Gerardo Tenaglia comenzó con una investigación preliminar para la posterior selección de los agentes de control biológico, que finalmente serán evaluados a campo para poder desarrollar insumos alternativos a los ya usados.
En este caso, el protagonista es un hongo del género Trichoderma, reconocido por su capacidad para inhibir patógenos, promover el crecimiento vegetal y adaptarse a condiciones ambientales adversas. Pero, además, conocido por ser mohos que crecen en las paredes, frutas y verduras, maderas y troncos de los árboles.
“Los resultados son consistentes y muy prometedores”, señaló Tenaglia, ya que, de las investigaciones preliminares surgió que cuatro cepas fueron eficientes hasta con la reducción de hasta un 50% en la dosis de fertilizantes. Lo que resta por conocerse es si el hongo elegido tiene un efecto directo sobre la enfermedad, o si en cambio otorga vigor y crecimiento a la planta, contrarrestándola.
A priori, se sabe que Trichoderma tiene varias ventajas en cuanto a su manejo y versatilidad. Una de las principales es su capacidad de esporulación.
“Las esporas funcionan como estructuras de resistencia que le permiten sobrevivir en ambientes difíciles y mantener su viabilidad por mucho tiempo”, explicó Agustina Aponte, licenciada en Ciencias Biológicas y becaria del Conicet, que presentó los resultados preliminares en el VI Congreso Argentino de Microbiología Agrícola y Ambiental (Camaya).

Además, el hongo Trichoderma permite una aplicación sencilla y accesible, lo que asegura el éxito al insumo cuando sea lanzado. “Se prepara un caldo con agua limpia y la concentración adecuada de la cepa, que se aplica en campo con medio litro por planta. Es un procedimiento que los productores pueden incorporar fácilmente a su manejo cotidiano”, explicó Aponte.
En el equipo interdisciplinario conformado desde 2019, el INTA es el organismo a cargo de llevar a cabo los ensayos de campo, la selección de sitios de muestreo y el análisis estadístico. En la actual campaña, cinco cepas seleccionadas se están evaluando en parcelas de mayor escala para confirmar su efectividad y definir la metodología de aplicación más adecuada.





