Estamos en los esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes. Más específicamente en los alrededores del pueblo de Concepción del Yaguareté Corá, a 150 kilómetros de la capital provincial. Y más específicamente aún, en el Puesto Felipe, a 27 kilómetros de Concepción y que es la “puerta” para adentrarse en los esteros.
Aquí nos encontramos con Juan Aguirre (foto), técnico agropecuario y que trabajó 6 años para la FUCOSA, Fundación Correntina para la Sanidad Animal, vacunando estero adentro, así que es bien baqueano en el terreno y en el asunto de la ganadería de esta zona (y otras), donde quedan 7 familias viviendo con un promedio de 50 cabezas de Brangus y Braford colorado, unas ovejas para autoconsumo y algo de huerta, cuando se puede.
Al grupo se suma Mingo Ávalos, poblador de este lugar, dedicado desde siempre a la ganadería y desde hace algunos años devenido también guía baqueano de turismo por sus profundos conocimientos de los esteros. Mingo habla guaraní, puramente guaraní y Juan nos hace de intérprete aunque algunas de sus miradas alcanzan para que entendamos que hay que caminar por aquí y no por allá y que hay que tener cuidado con las tahýi, las hormigas (que se ensañaron unos instantes con los pies de esta cronista pero que finalmente abandonaron gracias a los sacudones de Mingo).
“Aquí la alimentación es a campo y por año hay dos campañas de vacunación: aftosa y brucelosis. También se suministran antiparasitarios internos y externos y se suplementa con minerales”, explica Juan. “Hacen cría y venden al destete, que se realiza a los 6 meses y de ahí van a un feedlot de Concepción para su terminación”.
El arreo es acuático, a través de los esteros con caballos baqueanos (entrenados desde potrillos para no asustarse y nadar de forma sostenida) y con canoas a botador (foto), donde se suelen subir a los animales más chicos o que presentan dificultades. El arreo se hace entre abril y mayo.
La distancia que deben nadar los animales son unos 6 kilómetros y si están muy cansados se puede hacer un alto en alguna isla; de lo contrario van derecho nomás. Y siempre tienen que estar atentos a la crecida de las aguas -que ocurre en las épocas de las grandes lluvias- para que no suba de golpe y mate a los animales por inundación. La última grande fue en 2017.
Nosotros estamos yendo rumbo al “refugio” turístico Lechuza Cuá (cueva de lechuzas) donde hay un quincho para que el visitante descanse y tome unos mates o haga una comida completa, según lo que haya acordado. También puede dormir en unos catres muy cómodos pensados para siestear debajo de un gran timbó.
Vamos estero adentro y el manejo que tiene Mingo de la canoa, de los caballos y de su propio cuerpo despierta admiración y respeto: cuando nos vamos metiendo y el agua llega hasta casi el lomo del caballo Mingo simplemente se acuclilla y va así todo ese largo tramo, como si nada, impertérrito ante el calor y las circunstancias bajo su sombrero de ala ancha.
Luego de una hora de marcha entre caminatas en el agua, canoa a botador (esa tacuara larga al estilo gondolero) y caballo, llegamos al refugio. El quincho tiene el techo construido con la forma tradicional de las casas del estero, con techo de paja colorada y paredes de piri, un pasto también de la zona.
Mingo nos explica que para hacer un techo se necesitan 350 atados de paja colorada que se corta a foifa (guadaña) y que dura unos 12 años, mientras que las paredes de piri (que se corta con machete) duran apenas 4, así que hay que ir renovándolas. Se tarda unos dos meses en hacer la casa completa; el piso es de tierra apisonada.
“No es fácil criar vacas en el estero y aunque a veces no es muy rentable, se sigue haciendo por tradición y para autoconsumo”, reflexiona Juan. Agrega que ahora el turismo está trayendo otras opciones para complementar ingresos de la gente de la zona.
Como es el caso de Mingo que, además de seguir criando vacas, desde 2012 trabaja con la asociación local de guías de Concepción, donde reciben visitantes de todo el mundo que quieren ver carpinchos, yacarés, ciervos de los pantanos o acompañar el arreo acuático para vivir la experiencia de arrear animales en un entorno distinto y flotar a caballo en el agua del estero, agarrados apenas de la crina.