Leandro Vesco es escritor y periodista de La Nación. Escribió varios libros. Entre ellos, “Desconocida Buenos Aires”, que va por su segunda edición (con nuevas historias) y a fin de año publicará un tercer libro. Cuando se le pregunta de dónde le viene su amor por la provincia de Buenos Aires dice que de su padre: un geólogo y docente universitario que trabajaba en el campo y que cuando volvía a su casa relataba sus viajes y vivencias. Esta es su dirección de Instagram.
-¿O sea que usted soñaba con transitar, al igual que su padre, esas huellas solitarias del campo?
-Sí, desde chico. Él siempre me comentaba que al fin del día terminaban con sus colegas compartiendo una mesa en una pulpería o almacén de ramos generales y esas historias siempre me impactaron y me hicieron soñar. Cuando fui más grande, participé en algunos de esos viajes y mi interés por caminar el mapa de la soledad de la provincia de Buenos Aires remite directamente a aquellos relatos de mi padre. También, como escritor siempre me interesaron las historias de aquellos personajes que pasaban invisibles en el relato, lo pequeño, lo que apenas se ve, pues todo esto, siempre me llamó la atención.
-Ya va por su segundo libro de Desconocida Buenos Aires, ¿por qué los hizo y qué se encontró en el camino?
-En mis libros materializo el interés hacia lo pequeño y lo perdido, me enfoqué en los lugares arrasados por el olvido. Me encontré con la belleza, con un país de trabajo, sueños, esfuerzos, con la familia rural, siempre unida detrás de la cosecha, del trabajo en la tierra, con sus animales, maestras rurales al frente de parajes, niños jugando con sus amigos, en total libertad. Me encontré con una sociedad que basa su funcionamiento en el respeto, la educación y donde la palabra es más importante que un papel. Pueblos que están haciendo una revolución silenciosa; hallé una reserva de Humanidad, de buenos modales, de buenos tratos, de diálogos, de frustraciones y de sonrisas.
-¿Qué le dicen las personas cuando se ven retratadas en sus libros?
-La consecuencia directa es de orgullo. Excepto tres personajes que nos dejaron este año, todos los protagonistas de mis libros viven en los pueblos que narro. A mis lectores les recomiendo que los conozcan, y esto sucede afortunadamente con mucha regularidad. Para mí, la lectura de mis libros se completa con el viaje a los pueblos para conocer a los personajes. Ellos son los verdaderos protagonistas. Finalmente, para alguien de pueblo, cuando ve el libro, su nombre y apellido y también su localidad en
letras de molde, la emoción es pura, clara, directa y contagiosa.
-A fin de año sale su tercer libro, ¿de qué trata?
-Es el libro que siempre soñé hacer. Será una guía de historias, pero también una hoja de ruta para conocer una provincia olvidada y muy bella. Tendrá mapas que ayudarán al lector a llegar a los lugares más solitarios y también recomendaré dónde comer, qué comer, dónde hospedarse, a quién visitar. Qué visitar. Es un libro con mucha información. Para mí es clave para los primeros viajes en tiempos de covid: tenerla es poder acceder a datos acerca de lugares tranquilos, donde estemos solos con nuestra familia o pareja. Es un libro de lectura fragmentada con historias y microhistorias. Un atlas fascinante de la Desconocida Buenos Aires, donde reinan la paz y la libertad.
-Durante esta pandemia usted ha viajado por la Provincia. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Miedo de los otros hacia el que llega?
-Los primeros meses sí hubo miedo, luego, la confianza pudo más que ese miedo y desde junio comencé a sentir lo mismo que sentí en los viajes prepandemia: la camaradería, el interés por la charla, la buena predisposición. Poder cubrir la pandemia tierra adentro es un trabajo que realizo con mucho compromiso. Sé que soy de los pocos que pudo y puede viajar, mi interés es poder mostrarle al país la realidad de aquellos que están olvidados en el mapa. Darles voz.
-¿Cuál es su visión del interior? ¿Qué ve en la gente que visita, especialmente en los productores agropecuarios?
-Pocas personas aman tanto nuestro país como los productores de nuestro campo. Su trabajo es crucial para el desarrollo de los pueblos. Ayudan a las pequeñas comunidades, a las escuelas rurales, gestionan y producen trabajo.
-¿Le parece que la grieta entre el campo y la ciudad existe? Si es así, ¿a qué cree que se debe esa distancia?
-Es simple: el ser urbano ha perdido la intuición y la capacidad de desarrollar independencia y soberanía laboral, alimentaria y energética. Todo lo tiene muy a mano y esta comodidad le restó libertades e intelecto. La familia rural, en cambio, es todo lo contrario: sabe que si quiere algo, lo debe producir, si quiere ir a comprar provisiones y si llueve debe estar dos días para que oree el camino. Si quiere ir al médico, debe esperar una semana o quince días, cuando llegue el médico al pueblo, si tiene que llamar a alguien debe tener paciencia hasta hallar un punto de señal. En resumen: al tener que procurarse todo con esfuerzo y trabajo, el ser rural no perdió intuición ni capacidad de generar soluciones. En cambio el ser urbano, lo perdió todo: ni siquiera tiene la libertad de estar 3 minutos sin fijarse si tiene un whatsapp o notificación de IG.
-Se dice que después del covid el turismo rural tiene su gran oportunidad debido a que ofrece espacios abiertos y seguridad. ¿Qué cree?
-Absolutamente: el turismo rural ya venía creciendo. Tampoco es ser tan utópico, nunca pensé que la humanidad cambiara con una pandemia y el ser humano seguirá con sus rutinas, con la mentalidad puesta en los destinos masivos. Sin embargo, el turismo rural seguirá creciendo poco a poco, como todo en ese mundo calmo. Los caminos rurales continuarán recibiendo aventureros que disfrutan viendo un atardecer antes que seguir una cola para entrar a un restaurante. Soy muy optimista con respecto al turismo de cercanía y rural: serán los primeros emprendimientos que se recuperarán.