El “carobá” o “molle ceniciento” (Schinus lentiscifolius Marchand) es un árbol que llega a medir hasta 8 metros, y tiene una copa redondeada más o menos densa. En Uruguay, crece en apenas un par de regiones muy específicas que Matías Abreu conoce bien, porque hay un hilo secreto, algo que lo une con esa especie vegetal. Tanto que Abreu se ha convertido en el único productor de aceite esencial de carobá en todo el mundo.
El carobá y Matías son dos seres bastante singulares. A este alquimista uruguayo, Bichos de Campo lo conoció en El Soberbio, Misiones, ya que fue uno de los organizadores del Congreso Aromático, que en septiembre pasado tuvo su cuarta edición. Ese encuentro tiene como sede la Argentina, porque esa localidad misionera es considerada la capital nacional de los aceites esenciales por la vieja presencia de una agroindustria muy artesanal dedicada a extraer los aromas de la citronella, el lemon grass y otros plantas que crecen en esa selva.
Abreu aprendió en Puerto Paraíso a extraer los aromas de las plantas. “La primera vez que aprendí a destilar, destilé citronela en el alambique de Leo. Esto era un camino de tierra, veníamos a pasar el invierno, yo vivía en Cabo Polonio en esa época. Yo viajé mucho tiempo por América y el primer lugar donde me quedé fue en el Cabo Polonio, pero en invierno veníamos a pasear acá. Acá aprendí a destilar, y entonces empecé a trabajar con plantas aromáticas del Uruguay”, resume su breve encuentro con una actividad que ahora lo apasiona, a punto tal de presentarse en sus redes sociales como “artista aromático”.
-Haceme un paréntesis necesario para quienes no sepan qué es destilar- le pedimos.
-Destilar viene del latín, “destilatio”, que es caer gota a gota. La atmósfera destila. Destilar es un proceso en el cual obtenemos aceite esencial de las plantas, y que ya usaban los alquimistas antiguos. Para eso se usa el alambique, que es donde vos pones agua y la calentás, pasa el vapor por las plantas y por presión de vapor saca los compuestos volátiles de ellas. Los arrastra. El vapor hace que los compuestos volátiles salgan y los va transportando. Luego se los condensa en un serpentina donde hay agua. Y sale el hidrolato. El aceite esencial queda arriba. Esa es la destilación. Para algo que se llame aceite esencial tiene que pasar por ese proceso,
Matías aclara que “no de todas las plantas se puede sacar aceite esencial, pero si de muchas”. Y añade en su explicación que “las plantas usan los aromas para no sólo para atraer insectos, como se piensa normalmente, sino también para inhibir hongos o la germinación de otras plantas”.
“Es como un efecto químico. Imagínate que vos sos una planta y no te podés mover. ¿Entonces cuál es tu estrategia para controlar el medio? Usar compuestos aromáticos que se vayan volatilizando e incidan en tu entorno”, añade. Es un mundo desconocido para nosotros, que sin embargo Abreu convierte en un territorio sencillo.
-La destilación como oficio para los humanos es como una metáfora de sacar el alma de las plantas. Pero en realidad es extraer esas sustancias volátiles…
-Con la destilación vos podés extraer aceite esencial o podés extraer alcohol, es el mismo principio. Siempre se han hecho sobre ella muchas analogías por lo que es la alquimia. El aceite esencial viene de la quinta esencia, es un término acuñado por Paracelso, que era un alquimista. Pero es un trabajo para el que necesitas mucha materia prima, mucha fuerza, mucho trabajo. Después sacas una parte muy chiquita y que tenés que manejarla con mucho cuidado. Si se te cae perdés toda la producción. Entonces tiene una analogía en la vida de lo que es el proceso de purificación, digamos, de ser concreto, sacar la esencia de lo que se quiere, el principio activo, de ahí viene todo eso.
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En el cuarto encuentro latinoamericano de Aromáticas se reunieron en El Soberbio muchas personas interesadas en esos procesos, que extraen mediante un alambique la esencia de muchísimas plantas diferentes, que crecen en diferentes latitudes. Ya iremos revisando en Bichos de Campo estas historias. Pero comenzamos con Abreu porque él es quizás el ejemplo más acabado de una búsqueda infinita. Más allá de la tradición, el de los aceites esenciales es un enorme universo todavía por explorar.
“En Uruguay no había una cultura de destilación, que más bien viene de Europa. Yo he trabajado con plantas nativas, siempre trabajé con plantas medicinales y se me ocurrió empezar a aplicarlo a las plantas de allá, empezar a trabajar con el monte nativo en vez de imponer un cultivo”, dice el alquimista.
Sin querer ofender a nadie, Abreu llama a eso “colonialismo aromático”. En la Argentina y Uruguay hay muchos casos: se busca extraer el aceite esencial de especies conocidas, como la lavanda, pero que no siempre se adaptan bien a los ambientes locales. Matías, en cambio, empieza al revés: “Es un método que aplico para cualquier predio, hago un relevamiento de flora, relevamiento de ambientes, veo si hay especies prioritarias o exóticas, y para para hacer un manejo busco la bibliografía, determino cuáles tienen compuestos aromáticos”.
Luego de detectar esas especies potencialmente destilables, Abreu elije a las candidatas a pasar por el alambique y estudia a fondo su fenología, cómo se comportan a lo largo del año, determina la mejor región de cada planta, porque a veces los aromas están en la semilla, otras en la flor, otras en la raíz o el tallo.
En esa búsqueda se topó con el carobá. “Es mi planta de cabecera, la maestra que me enseñó a destilar. Yo aprendí en un alambique gigante, en el medio de las sierras, a destilar a leña, a lo grande. Entonces cada error era muchísimo. Una vez perdimos dos camiones, a machete nada, sin luz, en un lugar de agua de cachimbas, como era antes”, relata.
El desafío de extraer el aceite esencial de esa especie lo tuvo entretenido mucho tiempo. “Esa planta es muy rara, porque en Uruguay sólo está en cuatro departamentos, y un poco en el sur de Brasil, y un poco acá en Argentina. No es muy común. Así que debo ser el único productor del mundo de aceite esencial de carobá”, se ríe. En esas búsquedas extrañas, ahora está comenzando a ensayar con el arrayán (en Argentina le dicen anacahuita).
Mirá la entrevista completa:
-Este destilado no es como una típica producción agropecuaria, donde uno dice invierto tanto, el riesgo es este, sacaría tanto… Me imagino que tenés que ocuparte de todos los detalles hasta el final el final de la cadena, hasta llegar al consumidor.
-Exactamente. Cuando arranqué con el carobá, la gente ni consumía aceites esenciales en Uruguay, y plantas nativas menos. ¿Para qué sirve el aceite de carobá? Bueno, ahí hemos hecho varias cosas, porque primero trabajé asociado con el Laboratorio de Aromas de Facultad de Química de Uruguay, Eduardo de la Casa, que es una eminencia latinoamericana, y Juliana Viera. Unos capos y me han hecho las cromatografías que te dicen los compuestos que tenés y el uso que le va dando la gente. Entonces voy infiriendo determinadas propiedades. Este aceite es bastante antiséptico, bactericida, sirve para hongos. Se han hecho shampus, desodorantes, perfumes.
-Evidentemente te apasiona esto de destilar y de buscar cosas nuevas.
Abvreu sonríe (siempre sonríe) antes de revelarnos otra de sus facetas. “Yo combino arte con la destilación, combino con cultura, combino con música, combino con todo. Me encanta, hago eso mucho. Cuando empezás a trabajar con aceites y aromas, empezás a trabajar con el olfato. Y ahí ya entra otro mundo, el sentido del olfato y todas las particularidades que tiene. Es el menos desarrollado que tenemos los humanos. Pensamos que no nos influye y es el que más nos influye, porque es el único que se procesa primero en el cerebro medio, pasa por el hipocampo, por la amígdala, arrastra recuerdos y emociones siempre, antes de ir a la corteza cerebral. El olfato pasa por acá, por el bulbo olfativo. Entonces tiene un poder de evocación, de recuerdos, que no tiene ningún otro sentido.
Lo que hace Matías a partir de esa certeza es mixturar el sentido del olfato con diferentes artes. “Soy músico, pero me encantan todas las artes, la literatura, me encanta escribir. Entonces siempre invito artistas de diferentes disciplinas y trato de conjugar, meterle nariz, digo yo. Y en esas cosas es que hago un show, por ejemplo, Sinestesia, con Luciano Supervielle y Juan Casanova. Son dos músicos amigos, unos grosos”.
¿Cómo es el espectáculo? “Pongo unas bandejas con agua y ventiladores adelante y tengo mi set de aceites esenciales. Voy tirándolos y entonces la gente, al compás de la música, sigue un guión aromático y la gente va oliendo. Es una cosa que no hay que vivirla. No pasa por un celular, no pasa por el algoritmo, Entonces a mi show la gente tiene que ir, no le queda otra”, explica antes de despedirse.