La decisión del gobierno de restringir exportaciones tuvo un costo muy alto para la cadena de la carne vacuna y un beneficio menos para el consumidor. En julio el precio de la carne bajó en términos nominales 1%, según INDEC, lo que se habría repetido en agosto.
Pero las bajas en los precios de la hacienda fueron mucho mayores. Tomando como referencia los precios de agosto, y en relación a los que había en la primera quincena de mayo, cuando todavía no se había anunciado el cierre de exportaciones, las cotizaciones nominales cayeron entre 4 y 5% para novillos, novillitos y vaquillonas, es decir para las categorías que atienden al consumo.
SI se le agrega la actualización por inflación que se fue acumulando desde mayo hasta aquí, la pérdida de valor real de la hacienda es de 15 a 20%.
En el caso del novillo que en la primera quincena de mayo promedió en Liniers los 177 pesos por kilo vivo, si se lo actualizara por un 15% de inflación acumulada entre mayo y agosto, debería valer ahora 204 pesos. Pero hoy cotiza en ese mercado a 169 pesos. En definitiva, debería tener un precio 20% superior al actual.
Haciendo el mismo cálculo para los novillitos, deberían cotizar en 218 pesos, 17% más que los 185 pesos que promedió en agosto.
Las vaquillonas, finalmente, debería venderse a 204 pesos por kilo vivo, lo que implicaría 15% más que el precio promedio pagado en agosto.
Todo eso a pesar de que la faena de bovinos viene cayendo. Este año se redujo 7% entre enero y julio. También hubo ingresos reducidos en el Mercado de Liniers, donde se fijan los precios de referencia. De hecho, este viernes se operó con una oferta reducida de apenas 5.100 animales, y el mercado no se movió.
Con estos datos a la vista queda claro que la cadena ganadera tuvo que pagar un costo muy alto para que el gobierno pueda anunciar un freno en la suba de la carne en el contexto actual de las elecciones. En lugar de hacerse cargo de la inflación que hace años tiene jaqueada a la economía argentina, las autoridades prefieren echarle la culpa a un tercero, actitud propia de quienes no quieren o no pueden resolver un problema.
El costo lo pagaron los ganaderos, pero también los frigoríficos exportadores que en los últimos meses vendieron 35% menos de toneladas al extranjero. Para no perder productividad, esas plantas deben vender parte de la carne que antes despachaban al mercado mundial a un mercado interno empobrecido.
Sin dudas también el costo lo pagan los trabajadores de esa industria, que redujeron en un porcentaje similar sus ingresos al reducirse las horas de faena y los premios que incrementan sus salarios.