Martín Marzetti es el gerente de la REM de Aapresid. Desde esta red de monitoreo de malezas viene viendo desde hace años una película de terror. Es que los biotipos de distintos yuyos incorporaron múltiples resistencias al glifosato, 2,4 D y otros herbicidas. Hoy ya son 27 malezas identificadas como “resistentes”, que cubren 29 millones de hectáreas. Es un problema que creció a todo ritmo en nuestro país, producto de un manejo irracional durante años.
“Los problemas que vemos hoy son por cuestiones de manejo que vienen de diez o más años”, detalló Marzetti a Bichos de Campo.
Concretamente, el abuso del cultivo de soja y de un solo modo de acción herbicida (el famoso glifosato) provocó una masificación del problema de estas malezas “incontrolables”, que ahora aparecen en todo el país.
“Las características de Argentina, con la figura del contratista que anda por todo el país, ayudó a que las máquinas cosechadoras diseminen las semillas de malezas más rápido que en otros países”, explicó Marzetti.
Aquí la entrevista completa con el gerente de la REM de Aapresid:
Instalado el problema, luchar contra estas malezas con los insumos tradicionales provoca que los costos se incrementen de forma considerable. Por eso los expertos recomiendan combinar múltiples modos de acción. El técnico de AAPRESID recalcó sobre la necesidad de rotar con diversas cultivos y tratar de ocupar la mayor parte del año. “En la época de barbechos es cuando más herbicidas se usan”, explicó.
“En Chacras de Aapresid donde se intensificaron las rotaciones, las aplicaciones con herbicidas se redujeron hasta 50%. Por ahí no en el primer año, pero a la larga los beneficios son notables. Y rotar no es hacer trigo cada dos o tres años, es mucho más”, destacó Marzetti.
“Se pueden hacer cultivos de renta, como pueden ser las leguminosas de invierno o bien de servicio, que traen beneficios ambientales y su costo se paga en el cultivo siguiente”, explicó el especialista. “El herbicida solo controla la maleza, pero no trae otro beneficio ambiental”, agregó.
Marzetti cree que el sendero contra las malezas resistentes está trazado. Pero “ahora la gran incógnita es cómo se incorporan dichos cultivos de servicio. Hoy es baja la adopción, pero la clave es que ya no están siendo una opción sino una necesidad en muchos casos”, finalizó.