En la Argentina, la organización Desarrollo y Autogestión (DyA) está presente en Buenos Aires, Misiones, Tucumán y Entre Ríos, y hace 30 años que tiene iniciativas en varios países de Latinoamérica para terminar con el trabajo infantil y promover la protección de los adolescentes que trabajan, al tiempo que fomenta la capacitación y el vínculo entre educación y trabajo “decente”.
Esta palabra entre comillas es uno de los primeros puntos que destaca Maró Guerrero, directora de la ONG en la Argentina: “Claro que el trabajo dignifica y brinda valores, pero en un marco de formalidad, de condiciones adecuadas y de buen trato, es decir, un trabajo decente”, enfatiza. “Pero cuando hablamos de trabajo infantil o de adolescentes en condiciones de precariedad, es todo lo contrario y contra eso luchamos”.
Muchas veces, quizás por una cuestión cultural o de hábitos de otras épocas, el trabajo de niños y niñas se minimiza y hasta se ven con resquemor las férreas iniciativas para erradicarlo, porque se tiene la sensación de que se está perdiendo el aprecio al trabajo, o que se fomenta que los jóvenes no hagan nada. Muy lejos de estas ideas está el accionar de Desarrollo y Autogestión, ya que pone especial énfasis en generar las condiciones para que ningún niño ni ninguna niña trabaje y promover puentes entre la educación y el empleo, promoviendo la inclusión educativa y dando la posibilidad de que los alumnos de los últimos años del secundario hagan prácticas en escenarios laborales reales, acompañados y cuidados para garantizar la función educativa.
“Conectamos, articulamos. Queremos que los chicos conozcan a los empresarios y que no los vean como el enemigo, que tengan un acercamiento distinto al mundo del trabajo, a la formalidad y que vean que es posible acceder, con derechos”, aclara Maró.
“Abrimos la oportunidad para que todos los chicos y chicas de secundario empiecen a pensar en el mundo del trabajo y tengan un plan; en las empresas capacitamos personas que se convierten en tutores para recibir y guiar a esos alumnos y que los acompañen en la práctica diaria en coordinación con los docentes de la escuela. Luego, una vez de vuelta en la escuela, se reflexiona sobre la experiencia y es muy pero muy enriquecedora para todos: los chicos conocen sus derechos y ven que el trabajo puede ser un lugar de aprendizaje, y de realización si se realiza en condiciones adecuadas, y las empresas ven que hay mucho talento y ganas disponibles para el trabajo, a la vez que sienten que están ayudando a alguien, que están contribuyendo con su formación”.
-¿Por qué hay tanto trabajo infantil en el sector agropecuario?
-Es en el todo el mundo: en este sector trabajan el doble de chicos que en otros sectores. En la Argentina el 10% de los chicos de entre 5 y 15 años trabaja en distintas actividades. Entre adolescentes la tasa es del 31,9% y la tasa en zonas rurales para los dos rangos de edad sube a 19,8% y 43,5%. Hay muchas razones que explican el trabajo infantil y adolescente: la situación económica de las familias y el trabajo precario de los adultos es determinante. Sin embargo, también tiene que ver con lo cultural ya que en las pequeñas unidades productivas toda la familia apoya la producción. Pero cuando eso se traslada a un gran campo donde hay un empleador que “emplea” a toda la familia, por ejemplo, para la cosecha, y la labor de la familia es parte de una cadena mayor, esto es trabajo infantil y está sancionado con prisión por las leyes argentinas. Otro factor es que en las zonas rurales es más difícil el acceso a la educación, ya que a veces hay que viajar muchas horas para llegar a la escuela y no siempre es posible, entonces los chicos quedan más “expuestos trabajar” porque no hay opciones de educación y recreación.
-También está la mayor demanda de mano de obra para las cosechas…
Así es, y en este tema hay una cierta ambigüedad en la ley. En la Argentina se puede trabajar desde los 16 años pero cumpliendo ciertas condiciones, como ir a la escuela, tener un apto médico para la actividad, una autorización de los padres, que no sean más de 36 horas semanales y que la actividad no sea nocturna ni en domingo.
-Hasta aquí todo es claro…
-Pero es que la norma no termina en esto. Por ejemplo, hay actividades que están prohibidas por ser peligrosas, en condiciones difíciles o si implican “labores repetitivas” (la lista se puede ver aquí). Y entonces ya no es tan claro, porque más allá de lo evidente, como trabajar en altura o con productos químicos: ¿qué es peligroso? ¿qué es una tarea repetitiva? En este punto en las cosechas se genera ambigüedad porque hay clima extremo y tareas repetitivas. Por eso se necesitan definiciones más precisas para que las empresas sepan a ciencia cierta qué se puede y qué no se puede dentro de su actividad productiva.
Maró cuenta que desde la ONG que dirige accionan con una estrategia multiactoral en territorio para prevenir el trabajo infantil donde municipio, escuela, empresa y posta de salud trabajan en equipo porque se parte de la premisa de que este tema es una problemática social y no solo de la familia o de las empresas o del Estado.
“Cuando se encuentra a un chico trabajando alguien avisa y se activa un proceso para sacarlo de esa situación y para protegerlo; se trata de ayudar a la familia a resolver ese problema y nos ponemos a pensar juntos”, describe. “Por eso fomentamos que haya centros de estudios para que los chicos vayan fuera del horario escolar o lugares donde las madres puedan dejar a sus hijos para ir a trabajar, entre muchas cosas. Cualquiera se puede contactar con nosotros, nos buscan privados y también el Estado para colaborar en la solución de este tema”. Bichos de Campo tomó conocimiento de su trabajo a partir de la decisión de todo el sector productor de arándanos para trabajar en la erradicación del trabajo infantil en ese cultivo.
Durante la pandemia, cuando los chicos no podían ir a la escuela, desde Desarrollo y Autogestión junto con diferentes comunas, municipios y empresas productoras de arándano, armaron lo que se llama “Puntos Jóvenes”, que eran (y son, porque quedaron y se usan) lugares con computadoras y tutores para acompañar y asistir a los chicos, tanto en tareas de estudio como en desarrollar otras actividades que a ellos los motivara, como un taller de realización de video o de redes sociales. Esta iniciativa fue clave porque a las empresas les dio la posibilidad de apoyar a las comunidades de donde provienen sus trabajadores y a la vez evitar el trabajo infantil porque los chicos tenían una actividad para hacer, más allá de que no fueran “a la escuela”.
Junto con las empresas también han desarrollado sistemas de cumplimiento social para prevenir, monitorear y atender el trabajo infantil, que están implementando con 11 empresas y en 5 Comunas y Municipios de Concordia y de Tucumán. Las empresas generan campañas de concientización apoyadas en cartelerías, talleres y videos, y aportan a los servicios educativos de su comunidad. Tienen un sistema interno para controlar y monitorear la entrada de menores de edad en los campos. El sector pionero en estas prácticas es el de la producción de arándanos, a punto tal que dicen de sí mismo: “Nuestro sector se transformó”. (En breve, una nota sobre esta conversión).
“Es así, cuando una empresa ve las cosas buenas que pasan, no hay vuelta atrás”, dice Maró con emoción. “Por un lado mejora el modelo de negocio porque permite mostrar al cliente que la producción es responsable y a la vez, desde lo humano, la empresa se siente bien. Ver que ese chico que había abandonado la escuela vuelve a tener un futuro es emocionante, sobre todo porque se tiene la convicción de estar contribuyendo a resolver el problema de raíz. Pueden además demostrar que están cumpliendo con la ley, como corresponde”.
-Seguro que todavía hay muchos que dicen: “Yo trabajé de chico y acá estoy”. ¿Qué se les responde?
-Que no es el sufrimiento lo que dignifica sino un trabajo decente y en el momento adecuado, y que el hecho de que uno haya sufrido y a pesar de eso haya salido adelante, no significa que esa es la única manera de obtener un logro. Quizás cuando alguien dice esta frase la mejor respuesta es: “Imaginate hasta dónde podrías haber llegado si no hubieras tenido que trabajar de niño”.