“Necesito conectar con el mar después de tanta tierra… somos varios los agrónomos conectados con el agua”. Quien rubrica la frase es Marcelo Torres, nacido en zona norte del gran Buenos Aires, junto al río, a quien la vida lo llevó a vivir en Mar del Plata, a pocas cuadras del mar: El Club Náutico de Mar del Plata es su segunda casa.
Hoy Torres preside la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), que la semana que viene tendrá su congreso anual en Rosario. En la charla que tuvimos para grabar el capítulo 74 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, contó su historia vinculada al agua y al campo, además de otras cuestiones como su conexión con lo celta y la cocina.
“Mis viejos tenían una farmacia en Don Torcuato, pero mi tío administraba un campo en Brandsen al que iba mucho de chico, ahí nació mi vocación por el campo”, cuenta Torres, quien también está en la administración de Ceres Tolvas, una empresa que brinda soporte en agronegocios.
Fuimos surcando distintos senderos de su vida. La niñez, la adolescencia, la etapa universitaria, cuando empezó a laburar, expectativa y realidad, ¿qué imaginaba que iba a ser y qué terminó haciendo y por qué? Pero, además, me atrajo su pasión por la náutica. Hace casi 20 años que practica el windsurf y un poco menos que hizo el curso de timonel para despuntar el vicio con el yachting.
Su conexión con el campo viene también de su abuelo paterno, José María Torres Ibañez, a quien pudo conocer y disfrutar poco pero sí pudo imaginar en el contexto en el que su abuelo se acercó a la naturaleza. “Trabajó en la Patagonia, muy vinculado con la naturaleza, en una época muy hostil desde lo climático y sin las herramientas con las que contamos hoy, estuvo transportando caños petroleros con caballos, después trabajó en varias Salinas en La Pampa y Buenos Aires”, contó Torres.
Después de su fallecimiento pudieron hacer un viaje retrospectivo con su familia a algunos de aquellos lugares donde había trabajo su abuelo y la fantasía de aquel Marcelo aún niño, agigantaron su conexión con lo natural. “Lo imagino como un emprendedor, además se fue a Estados Unidos, donde llevó el juego del pato y de allá se trajo la soja, fue de los primeros que plantó soja en Argentina”, cerró Torres.
Como siempre les digo, ustedes creen que los conocen, hasta que los escuchan en El podcast de tu vida. Pasen y lean…
-¿Cómo fue tu infancia? ¿Dónde te criaste? ¿Haciendo qué?
-Me crié en Buenos Aires, zona norte, Martínez. Hice jardín, primaria y secundaria en colegios de la zona. Estudié Agronomía en la UBA. Vivía en una zona cerca del río. La vía por entonces muerta del ferrocarril que hoy es el tren de la Costa. Ahí jugábamos. Ibamos a andar en bici, a juntar ranas, nos metíamos en unos tubos de desagüe en los que podíamos entrar con la bicicleta. Cosas de chicos. Tengo muchos recuerdos del río en mi infancia.
-¿Y cómo estaba conformada tu familia de entonces, qué hacían tus viejos?
-Mis viejos, que viven los dos por suerte, tenían farmacia en Don Torcuato, pero había un campo en la familia, que lo manejaba un tío, un tambo más que nada, en Coronel Brandsen. Y eso, entre otras cosas, fue lo que me ligó al medio rural de muy chico. Tuve una vocación muy marcada. No tengo recuerdo de haber pensado en otra cosa que dedicarme al campo. Me acuerdo muy de chico en ayudar a mi tío en la manga, en el tambo, y siempre me gustó eso.
-¿Cómo está conformada tu familia hoy? Que siempre son importantes para bancar una profesión en la que, generalmente, la oficina queda lejos o muy lejos de casa…
-Si, es un desafío fuerte ese cuando empezás a crecer en esta profesión y en la familia. Como tener tiempo para ellos en esta actividad que hay semanas enteras que te vas 3-4 días. Estoy casado, mi mujer se llama Soledad, es profesora bilingüe y nos conocimos en Martínez. Muchos años dio clases en un colegio alemán, que es donde iban mis hijos, cerca de casa. Actualmente es catequista. Mis hijos son Francisco, que es psicólogo, está estudiando psicología del deporte y vive en Barcelona, como muchos chicos de esa generación que se han ido del país. El segundo, Santiago, ha ido probando varias cosas vinculadas al arte y la informática. El tercero, Agustín, casi terminando ingeniería industrial. Y el más chico Justo, estudia administración de empresas. Ninguno con algo vinculado al campo.
-Te llevo de nuevo a tu infancia y el contacto con el campo, ¿Qué emociones, sensaciones de aquella época te marcaron?
-El olor a menta de los campos bajos, la tierra mojada, el olor a cuero quemado en la manga, algún churrasco al disco con cebolla y morrones. Y, aunque te parezca increíble algo simple pero que valoraba y mucho entonces: por ejemplo, una lata de duraznos en almíbar, que vos la comés en la ciudad como si nada, pero en el campo es un lujo. El campo te abre los sentidos, te los deja más expuesto.
-¿Dónde quedaba el campo?
-Estaba muy cerca de Buenos Aires. Yo me tomaba en Martínez un micro y estaba en 2-3 horas en la tranquera en el campo de Brandsen. Y me iba muy seguido la verdad.
-¿Te acordás qué querías hacer cuando empezaste a estudiar agronomía? Viste que la carrera, los profesores, la universidad a veces te cambian la idea inicial, te abren nuevas posibilidades que no imaginabas a priori…
-Bueno, si. A mí me encantaba la genética animal. Particularmente, en ese campo de mi tío, además del tambo había una parte donde había cría angus. Me gustaban más los bovinos de carne, disfrutaba mucho ir a la Rural de Palermo. Mucho en serio. A tal punto que me tomaba el colectivo solo y me instalaba esos días de Rural, me quedaba hasta que me echaran. Tengo amigos de esa época que nos conocimos ahí, que nos apasionaba la genética animal. Ver la evolución de lo que fue la genética. Y la verdad que no me dediqué a eso.
-¿Y qué pasó en el camino?
-Yo creo que es algo pendiente que tengo. Porque yo me empecé a dedicar a la agricultura porque mis primeros trabajos fueron vinculados a la agricultura cerca de Miramar, en Otamendi. Yo me vine a vivir a Mar del Plata hace 30 años. Tengo más años de marplatense que de porteño.
-Me dijiste que tenías claro que querías hacer algo vinculado al campo, pero ¿Tenías un plan B? ¿Había otra profesión que se te haya cruzado por la cabeza?
-Lo tengo re claro. Incluso era un plan B que podría haber sido plan A que es la psicología. Siempre me gustó. Soy muy analítico… bueno, a veces, no (se ríe). Trato de pensar en el otro, y por qué hace lo que hace, y las vueltas de la vida hicieron que un poco haga la tarea de psicólogo, porque el asesor hace eso un poco y hoy mi posición en AAPRESID y en la empresa es generar vinculaciones y redes. Me fascinan las conexiones con las personas. Darme cuenta por dónde pasan los miedos que puede tener alguien o sus motivaciones. Todo eso me gusta.
-Hoy está muy de moda el coaching…
-Lo he pensado. Incluso, como muchos colegas, he tenido momentos, hace 20 años, en los que pensaba que tenía que hacer algo distinto a la agronomía. No dejar lo que hacía, pero sí sumar algo bien distinto. Mechar con otra cosa. En algún momento pensé en el coaching como una alternativa. Seriamente lo pensé.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy? ¿Qué te motiva?
-Me gusta mucho la ruta. La soledad. Cambiar de geografía, vincularme con gente que tiene otras miradas. Cambiar el paisaje físico y humano. Eso me gusta.
-Hablemos de tu “lado B”, tu pasión por la navegación. ¿Cómo empezó?
-Viste que te decía que me crié en Martínez, una zona con río. Había varios amigos que tenían ellos o sus familias tablas o veleros. Eran los años 80, yo tenía 15-16 años. Era un río mucho más agreste que lo que es hoy. Me acuerdo de ir a navegar con amigos, algo que me encantó. Y quedó ahí pendiente. Después estudié la carrera, me recibí, me inserté laboralmente, la paternidad… todo eso no me dejó tiempo para dedicarme a la náutica. Ponele de los 25 hasta los 40 mi vida eran los chicos y la profesión. Ahí quedó olvidada la náutica.
-¿Y cuándo retomaste?
-Eso fue un impasse hasta hace 18 años ponele. En la medida que pude manejar más mis tiempos me compré una tabla. Tomé unas clases para recordar algunas cosas y retomé con el windsurf. Soy socio del Náutico Mar del Plata, vivo a 10 cuadras del club. Es mi segundo lugar en el mundo. Estoy feliz cuando estoy ahí. Me gusta mucho el silencio, la soledad, escuchar el ruido del agua cuando vas navegando. Me meto días lindos, días feos. Tengo una tabla y una vela que son bastante versátiles. Si tenés una tabla y una vela chiquita necesitás mucho viento porque te hundís. Yo tengo un equipo promedio que me permite andar con varias condiciones.
-¿Qué necesitás desde el punto de vista físico en el windsurf? ¿Hay que entrenar o se va entrenando mientras se navega?
-Equilibrio y calma. Y si vos usás el viento a tu favor y la llevás, no es un deporte súper exigente desde lo físico. Cuando vas colgado del arnés, agarrado de la botavara la llevás bien. El viento empuja la tabla y vas. Yo me pongo a racionalizar todas las fuerzas que se juegan, el viento, el agua. Sí te exige los brazos más que las piernas.
-También hacés yachting…
-Yo tengo 4 hijos varones que hoy tienen entre 18 y 27 años. Y uno busca hacer cosas con los chicos. Conectás de forma personal con cada uno. Con el tercero, con Agustín, conecté con el yachting, entonces hace dos o tres años hicimos juntos el curso de timonel. Y le estoy metiendo bastante. Es muy lindo.
-¿El yachting es una embarcación chiquita?
-Es de entre 6 y 9 metros de largo. Son barcos rápidos, ágiles, que requiere del trabajo de 3 o 4 tripulantes.
-¿Y cuándo salís es todo ir y volver o te podés quedar en medio del mar y disfrutar el paisaje?
-En Mar del Plata, particularmente, se descansa poco. Sí me acuerdo de más chico, en San Fernando, San Isidro, fondeás, te comés una picada. Pero en el mar la verdad que no descansamos. Es exigente, que no da tanto para la parte “meditativa”. Hay que estar atento.
-¿El que hace bien windsurf se le da bien también con el surf?
-No tanto. Yo he intentado con el surf muy poco. Es una cuenta pendiente. Pero no están tan emparentado con el surf. Porque vos necesitás entender el viento y otras cosas. Diría que el windsurf es un deporte muy técnico, como el tenis, y el kyte es como el paddle. Sí está relacionado con el kyte y el wind foil, este último más nuevo, es una tabla, una vela con o sin mástil, y la tabla tiene un ala sumergida que cuando te toma velocidad la tabla se va despegando del agua.
-¿Hiciste kyte?
-No. La cosa está dividida. En general, los que hacen windsurf no hacen kyte y viceversa. Obvio algunos hacen las dos cosas.
-Siempre les pregunto a quienes pasan por acá cómo resetean su cabeza después de días o semanas agitadas de laburo. Imagino que lo tuyo es el mar…
-Sin duda. El mar me resetea. Me conecta. Es contrastante con lo que hago que es tierra adentro. Somos varios agrónomos o gente del agro que nos estamos dedicando a la náutica. El mar me calma mucho.
-¿Cocina? ¿Cómo se te da?
-Me encanta cocinar, y cocino bastante, pero no tengo tanta paciencia para cortar chiquito y todo eso. Me gusta hacer paellas, alguna bondiola a la cerveza negra, guiso, locro. Soy bastante de ir probando cosas. Veo las recetas y las voy mezclando. La parrilla también me gusta, pero no tengo una parrilla tan cómoda. Por eso creo que le meto más al horno, sartén y cacerola.
-¿Algún país o ciudad que conozcas y recomiendes?
-Tengo una fuerte conexión con la parte Celta. Conocí Edimburgo y las tierras altas en Escocia. También Galicia. Son climas fríos, melancólicos, medio solitarios.
-¿Y alguno que te gustaría conocer?
-Algunos de los países nórdicos, Islandia, Noruega. Soy más de eso que del Caribe. Me gustan más los climas fríos. Quizás porque vivo en una ciudad con playa.
-¿Cuándo mirás una serie o una peli qué elegís?
-Me gustan las que hacen foco en las personas y los cambios que vamos teniendo. Series me gustó mucho “Breaking bad”, “Better call Saul”, “Westworld”, “Ozark” y “Black mirror”. Y películas, me voy para atrás en el tiempo, “La sociedad de los poetas muertos” me gustó mucho.
-Si pudieras tener algún súper poder ¿Cúal te gustaría tener?
-Que la gente baje las defensas, que pueda conectarse realmente con los que habla, que pueda abrir la cabeza y escuchar al otro. No ser tan reactivos.
-Te dejan volver el tiempo atrás. ¿A donde volvés y para qué? Puede ser un momento en tu vida, con alguien… o puede ser a algún momento histórico, en la historia de la humanidad. Un acontecimiento deportivo, político, natural…
-Como he escuchado varias veces el podcast esta pregunta la tengo clara. Se me ocurre de todo. Deportivamente, para empezar por lo superficial, hay dos eventos que me gustaría ir y cambiarlos: la final del mundial de fútbol de Argentina-Alemania en Brasil 2014, que Palacios o Pipa Higuaín definan mejor… y la final de la copa libertadores entre River-Flamengo, decirle a Pratto que no de ese pase que dio (N de la R: River ganaba 1-0 hasta el minuto 88 cuando Pratto la perdió en ataque y de contra ataque Flamengo empató; 3 minutos más tarde el equipo brasileño hizo el 2-1 para coronarse campeón). Y después, en lo histórico, si la cosa fuera que evitando algo puedo, por ejemplo, evitar una guerra, lo haría. Pero no sé si es tan así. Después aparece otro y pasa igual.
-¿Qué tema musical elegís para cerrar la nota?
-Hay un montón de temas que se me ocurren. Pero elegiría “Society”, de Eddie Vedder, que es de la película “Into de wild” (N de la R: estrenada en 2007, dirigida por Sean Penn). Y de paso las recomiendo la película que está muy buena y también les recomiendo que busquen la letra del tema porque está muy buena.