Por Nicolás Razzetti.-
Todavía no están disponibles los datos oficiales sobre la balanza comercial del año pasado, pero la estadística de los privadas encienden la alarma. Según el analista Marcelo Elizondo “en 2017 tendremos el déficit comercial más alto desde 1999″.
El saldo negativo que surge entre las exportaciones y las importaciones, según el experto en comercio exterior, supera los 7.600 millones de dólares en el acumulado de enero noviembre de este año y así se triplica el registro del año 99, que sumó apenas 2.200 millones.
Por otra parte, Elizondo aseguró que “las exportaciones de bienes sumarán apenas 60.000 millones de dólares cuando hace 6 años atrás alcanzaron los 80.000 millones”.
El especialista destacó que las importaciones crecieron cerca de 10% en volumen el año pasado, impulsadas por el crecimiento de la economía que promedia el 3%. Por su parte las exportaciones aumentaron apenas 1,5%.
Elizondo evaluó que “no se está exportando con fuerza” y que la Argentina mantiene un importante y creciente déficit comercial en los sectores energéticos e industriales que superan el superávit del sector agropecuario. Además destacó que se mantiene un déficit muy alto con las principales potencias del mundo, como Brasil, Estados Unidos y China. Para el consultor en comercio internacional “hay que corregir algunos desequilibrios que permitan mejorar la competitividad sistémica”.
Especialistas en la materia y economistas coinciden en que el aumento de las importaciones tiene que ver con el crecimiento de la economía y que cada punto de mejora en el nivel de actividad implica 3 puntos de aumento en las compras desde el extranjero. Pero lo preocupante sigue siendo la caída en las ventas al extranjero que limitan la llegada de los dólares cada vez más necesarios en un país que desde el arranque de la gestión Macri no paró de tomar deuda.
Para revertir esto, los analistas no se cansan de repetir los problemas de fondo tienen que ver con el retraso cambiario respecto de la inflación, pero sobre todo con los problemas de infraestructura y comunicación y los crecientes costos logísticos (el combustible) que encarecen cualquier producto. Mucho más en un país con distancias tan grandes como la Argentina, que hacen inviable por ejemplo la producción agrícola de soja o maíz en el noroeste.