A partir de 2008/09 la superficie de girasol en la Argentina comenzó a descender para no volver a superar jamás las 2,0 millones de hectáreas. ¿La causa? El gobierno kirchnerista aplicó entre 2007 y 2015 un derecho de exportación al aceite de girasol que osciló entre 30% y 37,2%, además de obligar a las industrias aceiteras a realizar aportes a un fideicomiso orientado a subsidiar el precio interno minorista del aceite de girasol.
Con la eliminación de los derechos de exportación para los productos del complejo girasolero a partir de 2016, el área de siembra de la oleaginosa había comenzado a recuperarse luego de la debacle de los últimos dos años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en los cuales no se logró superar una superficie de 1,50 M/ha.
Sin embargo, con la reintroducción de las retenciones (actualmente el aceite de girasol en bruto está gravado con una alícuota del 7,0%) y el fideicomiso aceitero, la competitividad del cultivo volvió a registrar un nuevo golpe durante la gestión de Alberto Fernández.
De todas maneras, frente a los elevados precios internacionales del aceite girasol, las primeras proyecciones para la campaña 2021/22 indican que el área argentina se recuperaría algo para ubicarse en un rango de 1,65 a 1,80 M/ha. “Considerando el rinde tendencial de la última década, la producción para el nuevo ciclo podría alcanzar un piso de 3,4 millones de toneladas”, proyectó un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Sin embargo, como la mayor parte de la producción de aceite de girasol se destina al mercado interno, la traslación de los valores FOB al FAS no es directa en el caso del girasol, especialmente teniendo en cuenta las distorsiones introducidas por el gobierno nacional.
“Durante la actual campaña se proyecta industrializar 2,8 millones de toneladas de girasol, un volumen incluso mayor al del grano obtenido, debido a que, producto del bajo volumen industrializado en el ciclo previo, quedó disponible un elevado nivel de stocks para procesar en el corriente año”, explicó la BCR.
La enorme carga de impuestos y regulaciones introducida por el kirchnerismo hizo desaparecer al aceite argentino del mercado internacional.
En la campaña 2001/02, Argentina representó el 60% de las exportaciones mundiales del aceite de girasol, mientras que Ucrania significó por entonces el 25% y Rusia el 6%. En ese momento la producción de semillas de girasol era similar en los tres países: 3,2 millones de toneladas en la Argentina, 3,5 millones en Ucrania y 3,7 millones en Rusia. La gran diferencia era que mientras que la Argentina la mayor parte del grano producido se industrializaba localmente para luego ser exportado, en los otros dos países se exportaba mayormente el grano sin procesar.
Pero mientras que en la Argentina se ponían todo tipo de trabas para el desarrollo del sector, en Rusia y Ucrania ocurría todo lo contrario. De acuerdo con datos de la FAO, entre 2006 y 2015 la capacidad instalada de procesamiento de girasol en Ucrania pasó de 6,3 a 16,5 millones de toneladas anuales, mientras que la de Rusia se incrementó de 6,5 a 20 millones.
“Más allá de esta pérdida de importancia relativa a nivel mundial de Argentina, el complejo girasol se erige como uno de los complejos exportadores clave del sector agroindustrial argentino, y, de esta manera, un importante generador de divisas”, señala el informe de la BCR.
“De hecho, para el corriente año se proyecta que las exportaciones de semillas, harina/pellets y aceite de girasol alcancen 1024 millones de dólares FOB, convirtiéndolo en el cuarto principal complejo del sector agroindustrial, sólo por detrás de los tres grandes: soja, maíz y trigo”, añade.
Aunque, vale aclarar, ese incremento respecto del ciclo previo responde exclusivamente a una mejora en los precios FOB obtenidos, ya que, analizando cantidades, las toneladas proyectadas a exportar en el actual ciclo comercial se mantienen prácticamente idénticas a las despachadas durante la campaña previo.