Si se quiere conocer cómo ha ido evolucionando la producción tucumana, una de las mejores maneras es realizar una visita al vivero Citrus. En 12 hectáreas, y con más de 35.000 metros cuadrados cubiertos en invernaderos, el establecimiento se ubica en la localidad de Lules, a sólo 15 kilómetros de San Miguel de Tucumán, y su principal fortaleza es la producción de plantines certificados para productores de la región.
Desde que lo inauguró José Luis Palacios, en sus 40 años de historia el establecimiento atravesó muchos cambios en su producción. Así fue uno de los artífices del “boom” del limón y hasta ingresó al libro de los récords Guinness en 2012, alcanzando un stock de 551.227 plantines cuando esa actividad estaba en auge.
Pero ahora también es testigo de la debacle de ese cítrico, que ya ha perdido unas 7.000 hectáreas en la provincia y es reemplazado paulatinamente por otras opciones productivas. Por eso hoy su portfolio de variedades abarca desde naranjas, pomelos y limas, hasta mangos, paltas, pitahayas y hasta el prometedor café.
Mirá toda la visita realizada por Bichos de Campo:
Como todo proveedor, el vivero Citrus debe estar atento a sus clientes, entre los que hay productores independientes y grandes empresas. Por eso, muchas veces trabajan a contrarreloj cuando hay cambios en la demanda, para poder disponer de variedades confiables que se adapten a los suelos y climas, y que estén registradas de acuerdo a las normativas vigentes.
Coordinar todo ese proceso productivo es la principal tarea que tiene Germán Franchesci, un agrónomo oriundo de Tucumán que se incorporó a la empresa hace un año para continuar el proceso de diversificación iniciado hace tiempo.
En una recorrida que hizo con Bichos de Campo por el establecimiento, Germán explicó que producir limón ya no es tan rentable y sencillo como lo fue hace una década, y por eso difícilmente el vivcero puedan llegar a batir su propio récord ya registrado a nivel mundial.
En primera instancia, porque los productores y empresas ya no demandan tantos plantines de ese cítrico, pero también porque la lista requisitos a cumplir para su venta se ha extendido. “Nos vimos obligados a bajar la producción por exigencias fitosanitarias y regulatorias”, señaló el agrónomo, a propósito de que ahora se les pide a los viveros que las plantas estén confinadas en un ambiente cerrado protegidas con mallas antiáfidos, como manera de evitar que el polo citrícola tucumano sea infestado por el HLB, la temible enfermedad que no tiene cura.
Pero más allá de estas exigencias de Senasa, la causa de una menor presencia de plantas de limón debe buscarse en la actual crisis de esa actividad, en la que miles de hectáreas están migrando hacia otros cultivos. Este proceso no los tomó por sorpresa, y por eso se han volcado a la venta de plantines de otros cítricos y frutales.
En esa búsqueda de alternativas el podio lo lideran los naranjos, los más elegidos como alternativa al limón por los altos precios internacionales del jugo de naranja. Eso explica que, de las 50.000 hectáreas que se dedicaban en otra época al tradicional cítrico de 4 estaciones, hoy muchas hayan cambiado de rubro dentro de la propia citricultura.
La tendencia a mudarse a la naranja es tan marcada que ha sobrepasado la capacidad productiva del vivero Citrus. “No existe la cantidad de material genético suficiente para cubrir la demanda que tenemos de plantas de naranja. Hay muchos productores interesados”, destacó Franchesci.
En realidad, el cuello de botella lo provoca la necesidad de certificar la planta desde su origen, por razones sanitarias, un valor agregado que sólo este tipo de establecimientos puede brindar. En su caso, trabajan con semillas con certificación y trazabilidad del INASE, con material saneado proveniente de la Estación Experimental Obispo Colombres. Es decir, la yema con la que se injertan proviene de plantas certificadas y aisladas para evitar la propagación del HLB.
El recelo con el que se cuida el proceso es el compromiso que asumen los viveros para con la pureza genética y el tratamiento de virus, plagas y enfermedades. Para el sector frutícola de una provincia con suelos densos y temperaturas extremas, son aspectos clave a tener en cuenta.
“Lo que garantiza una buena producción es partir de un buen plantín. Si uno comienza con un material desconocido, dudoso y con mala sanidad, después es prácticamente imposible enderezar una finca productiva a los niveles que debería producir”, ratificó el agrónomo.
De todos modos, en suelo tucumano no florecen sólo cítricos, y parte del proceso de innovación que protagoniza Germán radica en producir especies que en otra época hubiesen sido impensadas para la región. Tal es así que no menos del 40% de la producción se destina a variedades tropicales, lo que pone en evidencia que corren otros tiempos para el agro norteño.
Al “boom” de la naranja lo acompaña el de la palta, una fruta que está de moda en el país desde hace varios años y que se suele importar de Chile para satisfacer los altos volúmenes de consumo. Hay mercado para que haya más palta argentina, y por eso el vivero amplió su oferta para abastecer a los establecimientos, generalmente de no más de 10 hectáreas, que incursionan en su producción.
“Es un cultivo que da para hacerlo en superficie chica y tiene márgenes interesantes de ganancia. Por eso muchos no lo dudan y reemplazan el limón por la palta”, explicó Franchesci. Una ironía, porque precisamente de la mezcla de ambos frutos se obtienen “dips” ideales para acompañar picadas.
En su caso, se abocan principalmente a la producción de la variedad Hass. A ésta, la implantan sobre un pie de palta mexicana que, señaló el agrónomo “hace que la planta sea más tolerante a las condiciones desfavorables de suelo y le dan mejor implantación y desarrollo”.
Una vez más se torna evidente la importancia del trabajo de los viveristas, que conocen las características de la región y adaptan los plantines para poder sacar el mayor provecho. Para que el cultivo prospere, no sólo es importante un buen sustrato, con nutrientes y permeabilidad, sino también que la planta misma sea buena. “Es muy importante el sistema radicular, cuanto más raíces tenga, mejor”, agregó el especialista.
Si alguien recorriera los invernaderos sin conocer el lugar, podría pensar que está en Centroamérica. Y eso es gracias a un proceso de ensayo y error constante, porque en el vivero también proliferan variedades de mango, pitahaya y hasta de café. En este último caso, ostentan ser el único vivero argentino en registrar una variedad en el INASE.
“No es un boom”, aclara Germán cuando se refiere al mango, pero destaca que, sorpresivamente, hay muchos productores en la región que han comenzado a producirlo. No deja de ser un mercado de nicho, pero que la fruta que solía producirse en Formosa también se extienda a Tucumán da cuenta de que hay una demanda incipiente y otra opción para la diversificación productiva.
Que haya funcionado no significa que avance sin traspiés. “Este año lo golpeó mucho la helada histórica que tuvimos, y varios productores desestimaron seguir creciendo por los daños sufridos”, lamentó Franchesci, y destacó la importancia de que el cultivo tropical esté protegido de las bajas temperaturas.
En el vivero cuentan con invernaderos calefaccionados con equipos italianos, un “chiche” que les permite darse el lujo de propagar semillas que, en principio, no son aptas para la zona y requieren de extremos cuidados a una temperatura óptima y constante. El vivero Citrus fue el primero en aplicar esa mejora, y por eso hoy ya cosecha frutos.
También hay un sector del establecimiento destinado a lo que Germán llama “el nuevo niño mimado del vivero”, que es el prometedor café tucumano. Todo indica que, en el futuro, podría darse un fuerte crecimiento del cultivo, que por ahora es implantado por unos pocos productores a escala comercial.
Pero el café siempre estuvo rondando en la vida de los tucumanos. El mismo Franchesci es un ferviente defensor de su producción, porque le recuerda a la época en que su abuelo cosechaba y tostaba los granos manualmente de unas plantas que tenía en su jardín.
El vivero no es un llanero solitario en la introducción del café como opción comercial. Ya son alrededor de 30 los productores que se agruparon para impulsar el cultivo en la provincia. Si bien aún no cuentan con una figura legal que los represente, el agrónomo explicó que se reúnen “para compartir experiencias y avances”.
En realidad, fueron los jesuitas los que, por primera vez, llevaron la planta de café a Tucumán. Que el cultivo prolifera y funciona lo demuestra la cantidad de plantas que hay en la zona, pero Germán señaló que “el principal desafío es encontrar las variedades que mejor se adapten al clima”, ya que son la provincia más austral que lo produce.
Citrus ya ha puesto su grano de arena, o de café, en este caso al registrar la primera variedad de café en el Inase. Se trata de la Geisha, muy famosa a nivel global y cotizada por su sabor. Así se comenzó a allanar el camino de lo que vendrá para que la instalación del cultivo se realice en un marco de formalidad. De hecho, el agrónomo adelantó que planean lanzar nuevas especies para formalizar la producción a mayor escala.
Se trata de prevenir antes que curar. Y si los cafeteros exigen ampliar sus parcelas de café, en el vivero deben ser lo suficientemente flexibles y estar preparados: ellos deben tener oferta de plantines antes de que se decida su expansión a campo.
En ese sentido, la última parada de la visita de Bichos de Campo al vivero tucumano es delante de una fila de plantas madre de pitahaya, la curiosa “fruta del dragón”. Germán no sabe todavía si prenderá en Tucumán, pero por las dudas ya disponen de otra opción que tendrán los productores para diversificarse.