Históricamente el sudoeste bonaerense no ha sido una zona apta para el cultivo de maíz, sino más bien para “pelearla” con cereales de invierno como la cebada y el trigo, que de todos modos tampoco gozan de condiciones de fertilidad y precipitaciones como en la vecina zona del sudeste provincial. Hay que tener en cuenta que las lluvias descienden desde Mar del Plata a Bahía Blanca a raíz de 1 milímetro por kilómetro recorrido.
Es así que en zonas de Benito Juárez, González Chavez, Tres Arroyos, Laprida, Cnel. Pringles, Cnel. Dorrego, Monte Hermoso, Lamadrid, Cnel. Rosales, Cnel. Suárez, Bahía Blanca, Tornquist, Saavedra y Puan. Allí la fertilidad para cultivos de granos es escasa porque los suelos tienen poca profundidad y escasa capacidad para retener el poco agua que llueve de forma errática. Las precipitaciones pueden ir en promedio de 800 a 600 milímetros de este a oeste en dicha zona.
El cultivo de maíz ha crecido en el país en los últimos años. Esta región productiva “marginal” no fue la excepción sino que se destacó en su crecimiento, algo muy valorado porque al poder incorporar este cereal estival en la rotación el sistema se torna más sustentable.
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Según un artículo elaborado por los técnicos Diego Rotili, A. Giorno, P. Tognetti y G. Maddonni, y que fue publicado en la revista científica Agricultural Water Management, desde el año 2008 al 2015 se quintuplicó el área con maíz en el sudoeste bonaerense. Pasó de 50 mil a 250 mil hectáreas, con un crecimiento del 500% que fue posible gracias a enfoques de manejo bien distintos a cómo se trata al cereal en la zona núcleo pampeana.
Dichos manejos diferenciales pasan fundamentalmente por la densidad de plantas y la fecha de siembra, aspirando claramente a un rinde menor pero más estable en el tiempo.
Rotili contó al portal Sobre la tierra, que difunde los sucesos de la Facultad de Agronomía de la UBA, que en dicha zona comenzaron a funcionar bien densidades del orden de 3,5 plantas por metro cuadrado, la mitad de lo usual en zona núcleo. A diferencia de esta última región, además, en el sudoeste la fecha de siembra debe correrse casi dos meses más adelante, pasando de principios de octubre a fines de noviembre.
“En base a diversas experiencias, ensayos y registros de productores de la zona, observamos que el maíz sembrado en octubre rendía, en promedio, 5.800 kilos por hectárea (kg/ha), y a fin de noviembre, 7.500 kg/ha. Aunque son valores bajos en comparación con la zona núcleo —que pueden superar los 10.000 kg/ha—, son muy buenos para los productores de la zona, que usan el maíz como alimento para el ganado. Así reducen mucho sus costos”, indicó el docente de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA.
“Los productores eligieron subir los pisos y bajar los techos de rendimiento”, resumió Rotili. Se trata de una actitud defensiva que ahorra insumos.
Gran parte de la información de base para el estudio provino de registros de productores de la zona, quienes brindaron datos clave acerca de las medidas de manejo que usaban. También aportaron datos de ensayos a campo que realizaron durante nueve años en diferentes ambientes y con distintas tecnologías.
Actualmente existe financiamiento de la Agencia Para la Promoción de la Investigación Científica y Tecnológica y la Universidad de Buenos Aires para continuar con dichas investigaciones.