¿Que es exactamente la agricultura “bien hecha”? En el establecimento“El Correntino”, ubicado en el partido bonaerense de Trenque Lauquen, se hicieron dos décadas esa pregunta, cuando el término “Buenas Prácticas Agrícolas” no estaba aún extendido ni mucho menos expresado en manuales o artículos.
Con una historia y tradición eminentemente ganadera, a fines de los años 90 la proporción de superficie dedicada a la agricultura fue ganando terrero, año tras año, de la mano de un nuevo paquete tecnológico asociado a rotaciones continuas.
Para contar con información fidedigna sobre el impacto en el suelo del nuevo modelo productivo, la empresa, integrante del CREA 30 de Agosto-Mari Lauquen, recurrió a a investigadores del INTA Anguil, quienes en ese campo (y en otros de la región oeste bonaerense) iniciaron un estudio de largo plazo que continúa hasta la fecha.
Hoy el gerente de Producción de “El Correntino”, Luis Sabbatini, se muestra tranquilo con el grado de intensificación lograda, dado que los investigadores del INTA lograron demostrar que, gracias a la siembra directa con rotaciones adecuadas, los niveles de materia orgánica del suelo pudieron mantenerse estables durante las últimas dos décadas.
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“Hace 40 años, cuando llegué a este campo, había mucho novillo en rotación manejado con boyeros eléctricos. Te hablo del año 1988. Conocí el arado de reja y el arado de cincel. La siembra directa en 2002 empezó a cambiar el sistema de producción, yendo hacia la reducción en la cantidad de hacienda y aumentando el área de agricultura. Pasó en toda la región y después fue pasando en toda la Argentina”, rememoró ante Bichos de Campo Sabbatini.
Esa expansión de la frontera agrícola, que generó un volumen gigantesco de divisas de las cuales depende ahora toda la economía argentina, recibió en los últimos años muchas críticas por parte de organizaciones ambientalistas e incluso vecinos de comunidades que visualizan al agro muchas veces como una amenaza.
“Muchas de las cosas que hizo el sector las hizo buscando mejoras. Tal vez no lo comunicó porque pensábamos, y todavía pensamos, que por ahí no es nuestra función comunicarlo. Tal vez la sociedad no entiende qué es lo que uno hace cuando toma esas decisiones, pero nosotros, previo a tomar cualquier definición, siempre sumamos al INTA y en ese momento al ingeniero Alberto Quiroga, un doctor en suelos que nos ayudó a encontrar indicadores de cambios en el sistema de producción”, afirmó el agrónomo.
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-¿Siempre midieron?– le preguntamos.
-Siempre medimos. Lo que hicimos fue intensificar esa medición en función de lo que íbamos a hacer, que era cambiar la rotación de agrícola-ganadera a una agrícola permanente. Ahí empezamos a tomar muchos indicadores de suelo como la materia orgánica, la materia orgánica joven, el pH (acidez), el fósforo, que nos fueron marcando que el proceso, si bien se producían cambios, no afectaban el recurso suelo. Hoy estamos parados en el mismo lugar que cuando el ingeniero Quiroga inició esos trabajos en el año 1996. El INTA y el equipo de Quiroga no han encontrado una pérdida de materia orgánica, y tampoco ha encontrado una ganancia, sino que ha encontrado un mantenimiento. La formación de suelos es un proceso de largo plazo que necesita por lo menos 30 años.
-Todavía es temprano para hacer un veredicto.
-Exactamente. Para hacer una publicación todavía es temprano, pero hasta ahora con este sistema de producción que tenemos, hemos ido mejorando continuamente en el uso de la rotación y secuencia de cultivos.
-No es simplemente hacer siembra directa y después hacer soja sobre soja. Acá conservaron cierta razonabilidad agronómica.
-Sí, es importante el sistema. Antiguamente el sistema estaba rodeado por un alambre de siete hilos y era un lote. Hoy vemos que todo lo que hacemos en función del cultivo que queremos lograr, tiene un impacto en el ambiente, en el suelo, en el vecino y en nuestro campo. Eso lo tenemos muy en cuenta. Por eso tenemos indicadores que seguimos permanentemente. Ahora apareció un índice nuevo que mide el impacto ambiental (de las aplicaciones de fitosanitarios) y eso lo estamos viendo hace dos o tres años. Lo importante es estar midiendo y saber en qué punto estamos y cómo podemos mejorarlo año tras año. La tecnología y la innovación nos ayudan a que ese impacto ambiental sea el mínimo.
-Pero debe haber habido otras situaciones. Cambió mucho el modelo. ¿Qué contrariedad tiene la intensificación agrícola en esta zona?
-Los ensayos nacen porque uno encuentra circunstancias que no esperaba y que en los cambios del sistema siempre ocurre. Buscamos ayuda para ver uno que lo conocemos todo, que son las malezas tolerantes o resistentes a herbicidas. Es una aparición nueva que no esperábamos.
-Siempre se agregan nuevas herramientas, no es que es una cuestión estanca que uno repite todos los años.
-Toda la vida. Yo creo que el sector siempre tuvo esa capacidad de mejora continua y siempre atendiendo a ver cuáles eran las innovaciones y las nuevas tecnologías que nos vertía la investigación. Se aplica primero en pocas superficie y se va evaluando y después se va aplicando en una mayor área, pero año a año va cambiando.
-¿No sentís culpa de nada en estos cuarenta años y en esta transformación? ¿Estás orgulloso de lo que hiciste?
-Yo me siento tranquilo y siento que he hecho siempre las cosas midiéndolas. Cuando ha habido alguna cuestión que me llamaba la atención, traté de intensificar en ello, buscando a los mejores como para que nos guíen, por eso está el INTA trabajando en los ensayos. Pero no, no me siento culpable. Todo lo contrario. Siento que respondí a las necesidades que requiere el nuevo sistema de producción. Veámoslo así: la sostenibilidad se basa en tres patas: la social, la ambiental y la productiva. Es la sociedad la que reclama cada vez más bienes y servicios a la producción, y es la producción la que debe responder a eso. Es el productor el que encuentra el punto de equilibrio para poder trabajar y poder sostener una empresa, poder generar trabajo continuamente, invertir y seguir creciendo y mejorar continuamente. Esa es la razón por la cual estamos seguros de que lo que estamos haciendo va en línea con lo que la investigación y la ciencia nos da.