Una vez más, los viñateros de San Juan y Mendoza reclaman que las grandes bodegas, a las cuales ya califican de monopolio, no están pagando un precio justo por la uva que producen ni por el vino que fabrican a partir de ellas. Dado que no existe una normativa que regule las transacciones con las bodegas, ni un mercado de referencia al cual seguir, los valores para vinificar se fijan arbitrariamente.
“Vos podés vender la uva o hacer maquila, que es un contrato a partir del cual vos entregás la uva a una bodega y ellos te elaboran vino o mosto, que vos después podés ir vendiendo durante el año. Muchos productores trabajan de esa manera. Ese vino o mosto queda en las bodegas a nombre del productor y durante el año se va vendiendo”, explicó a Bichos de Campo el productor sanjuanino Alberto Gallardo.
“Esa mecánica siempre se hace especulando que el precio va a subir, porque es algo que acompaña al precio del dólar y a la inflación. O debería hacerlo. El precio del vino este año no se ha movido. Es de 60 pesos el litro desde febrero hasta la fecha. No ha habido ninguna actualización, ni del vino blanco, del tinto o del mosto. Imaginate la inflación lo que nos va comiendo”, alertó Gallardo a continuación.
Pero a ese bajo precio le precede otro problema que es el precio de la uva. Durante la cosecha, los productores habían pedido a las bodegas un precio de 40 pesos por kilo de uva, que terminó por ser fijado entre los 32 y 35 pesos, dependiendo el caso.
“El precio de la uva se saca así: es aproximadamente el 60% del precio que tendrá el litro de vino. Un litro de vino a 60 pesos, te daba una uva de 36 pesos aproximadamente. Nosotros ya en la cosecha pedíamos el litro de vino a 65 pesos por lo menos, para salvar los costos. Te imaginarás cómo estamos”, señaló el productor.
¿Y quiénes son las empresas encargadas de definir esos precios? Nada menos que las tres fraccionadoras más grandes de Argentina: el Grupo Peñaflor, Fecovita y RPB (Baggio). Ellas, las señaladas como monopólicas, son las concentradoras del 70% del consumo interno de vino y de la exportación del mismo.
“Ellas manejan a placer. Para los productores que tenemos vino es una situación de quebranto. Todo nos ha subido entre 6% y 7% mensual, desde el gasoil hasta los insumos y la mano de obra. Nosotros tenemos que vender nuestro producto para afrontar esos gastos y no hemos tenido ninguna actualización. Encima esos 60 pesos que nos pagan, ni siquiera son al contado. Se entregan en cuatro meses. ¿Y cuál es su excusa? Que si aumentan el precio cae el consumo”, sostuvo Gallardo.
Y como si eso fuera poco, algunos meses atrás Peñaflor mantuvo algunas reuniones con viñateros en las que infirmó que importaría vino, ante los problemas para conseguirlo.
“Nos decían que no conseguían y así y todo no nos actualizaron los valores”, dijo ofuscado el viñatero.
Según estimaciones de los productores, aplicando una actualización en función de la inflación acumulada, el precio del vino común de traslado debería estar entre los 90 y 95 pesos.
“El panorama es oscuro. Muchos nos vamos quedando sin reservas. Cuando vos pensabas vender 10.000 litros de vino por mes para cubrir tus gastos, terminaste vendiendo 20.000 y te fuiste comiendo las reservas al doble de lo que vos pensabas que ibas a necesitar”, concluyó Gallardo.