El grupo Molino Cañuelas maneja un conjunto de plantas que muele del 22 al 25% del trigo que se consume en la Argentina y que controla el 42% de las exportaciones de harina. Es un gigante en ese negocio, donde hay pocas empresas que osan desafiarlo y 150 molinos pequeños instalados en pueblos y ciudades del interior que tiemblan cuando este Gulliver apenas estornuda.
Esas Pymes volvieron a advertir hoy que por socorrer al gigante malherido, el gobierno nacional está poniendo en riesgo la supervivencia de ellas, las empresas enanitas.
Molinos Cañuelas (Molca, para los accionistas) es enorme, pero estaba tirado en la playa, endeudado hasta las verijas: en septiembre de 2021 ingresó en una convocatoria de acreedores casi tanto o más grande que la de Vicentín, con pasivos por más de 1.300 millones de dólares. Todavía no dijo como iba a pagar a sus acreedores, entre ellos bancos oficiales y organismos públicos. Pero aún así, el gobierno decidió socorrerlo. No se escucha en este caso al coro de militantes cacarear como cuando la aceitera.
Las Pymes o enanos de la molinería están organizados bajo el ala de tres asociaciones que ya han dicho públicamente -en sendos comunicados- que no les gusta ni comprenden el fideicomiso triguero o Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA), básicamente porque creen que distorsionará su mercado sin asegurar el objetivo que se propone, que es bajar el precio del pan que se come dentro de Liliput, el país dónde Gulliver es gigante.
Con el FETA el ex secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, se propuso desviar unos 400 millones de dólares recaudados de la suba de las retenciones a los derivados de la soja para subsidiar las bolsas mayoristas de harinas comercializadas en el mercado interno. El banco que interviene es el BICE, aunque sus directivos hayan negado tener nada que ver con el asunto.
Feletti argumentó que era necesario “desacoplar” los precios de ese alimento debido a que la guerra en Ucrania había hecho estallar los termómetros en el mercado del trigo, lo cual es parcialmente cierto, pero en realidad propiciaba la creación de ese fideicomiso desde diciembre pasado, antes del conflicto (hay múltiple literatura periodística y documentos oficiales que prueban esto). Los pequeños molineros ya lo rechazaron desde entonces porque sospechan que es un traje a la medida de Gulliver, que es gigante y los arrastraría a todos a zurcirle el traje.
Pese al rechazo unánime de la población de pequeños y medianos molinos, Feletti insistió y de prepo -sin respetar ni siquiera su propio reglamento, que lo obligaba por ejemplo a designar un asesor de revisión y control del fideicomiso- armó el FETA con solo tres molinos anotados sobre una población total de 160: eran Cañuelas, Florencia (una empresa que es de Cañuelas) y un pequeñito llamado Molisud, de un empresario pampeano que simpatiza públicamente con el kirchnerismo. No solo hizo eso sino que a esas tres empresas les adelantó 1.400 millones de pesos en subsidios o compensaciones, para que salgan a comprar el trigo necesario para vender la harina más barata. La transferencia se produjo un viernes, quince minutos antes del cierre de los bancos. Al lunes siguiente presentó su renuncia.
Casi de milagro, Comercio Interior saltó de la órbita de Desarrollo productivo (de dónde luego saldría eyectado Matías Kulfas) para ir a caer a Economía, bajo el mando de Martín Guzmán. Este ministro designó a uno de los suyos, Guillermo Hang, como nuevo secretario, y por lo tanto voz cantante en materia de fideicomisos. Hang en un primer momento pidió tiempo y dudó, pero con el correr de los días dejó trascender que el FETA se mantendría y que incluso había otros cuatro molinos interesados en sumarse y cobrar los subsidios.
Los enanos molineros contemplaron impotentes cómo se consumaba el salvataje a Gulliver, que de pronto se encontró con plata fresca que el estado le había puesto en el bolsillo (de los 1.400 millones le correspondieron 1.100) para salir a comprar trigo y ofrecer harina más barata en el mercado que sus competidores. La mayoría de ellos, enanitos.
Las tras cámaras que agrupan a los molinos más pequeños (aunque en dos de ellas conviven con Cañuelas y otros jugadores de peso) se reunieron con Hang el pasado 7 de junio. Allí la única entidad empresaria de liliputenses puros (La Asociación de Molinos Pyme APYMIMRA) “reiteró su rechazo al fideicomiso y a las condiciones establecidas para integrarlo”, según recordó ahora en un comunicado. En las otras dos hay mayorías que se niegan a aceptar también este mecanismo, pero han sido bastante más silenciosas.
En ese encuentro, agrega el parte de prensa, el representante de los molinos pyme “expuso con claridad que desde la vigencia del FETA los únicos tres molinos que participan del fideicomiso modificaron las condiciones de pago, secaron la plaza y disminuyeron las ventas de las pymes”. Los insignificantes molinos tan pequeñitos tampoco se atreven a nombrar al gigante con nombre y apellido, quizás por temor a ser directamente pisados.
Amable lector: si hasta aquí no le quedó claro el relato, vuela a leer con tranquilidad el encomillado contenido en el párrafo anterior: los pequeñines molinos le dijeron al secretario de Comercio Interior -que entre otras cosas debe velar por una competencia comercial transparente- que ellos se están viendo perjudicados en su nivel habitual de ventas porque apareció un gigante que, con el bolsillo repleto de dinero cedido por el propio gobierno, imponen las nuevas reglas de juego.
“Insistimos en que no contamos con el respaldo financiero necesario para vender por debajo de nuestros costos y esperar una compensación del Estado, la cual no tenemos certeza de que vaya a llegar en tiempo y forma”, sostienen los socios de Apymimra en este nuevo comunicado. Recuerdan allí un viaje anterior de Gulliver a la isla, en tiempos de la ex ONCCA, durante el primer gobierno de Cristina Kirchner: “La molinería pyme se vio gravemente afectada y en muchos casos los pagos de las compensaciones no se concretaron”, recordaron.
En este punto, los enanitos liliputenses informaron que el próximo jueves 16 mantendrán una nueva reunión con el secretario Hang, a quien esperan haber conmovido con sus súplicas. “Para este encuentro llevaremos nuevas ideas con el fin de lograr articular mejores herramientas de trabajo que permita desplegar el potencial molinero y en simultáneo contribuir al consumo de los panificados por parte de la ciudadanía”, dijeron.
Pero lo que más llama la atención de su comunicado es el párrafo final, que parece casi una proclama de la independencia liliputense y un grito de guerra en contra del gigante avasallador: “Nuestra industria es centenaria y tiene una larga experiencia de trabajo y resiliencia con el fin de liberar el potencial productivo del sector. Por eso les solicitamos a todos nuestros molinos que tienen asiento en las más de 150 comunidades del interior que se mantengan firmes y comprometidos en su espíritu solidario y de defensa de sus fuentes de trabajo. Sepan que desde APYMIMRA estamos trabajando para lograr que todos juntos estemos a la altura de nuestra historia”.