Dentro de la empresa Truchas Alicurá, una de las más antiguas de ese embalse patagónico, el nombre de Carlos Ñanco es uno de peso. Con 20 años de trabajo ininterrumpido en la cría de trucha arcoíris, llegó a convertirse en Jefe de Producción de la firma, puesto desde el que hoy se da el gusto de capacitar a las nuevas camadas.
“Esto es un oficio que se va aprendiendo”, define desde una de los trenes de jaulas en los que trabaja de lunes a lunes, a la que ve como su propia oficina flotante.
Entre su lista de tareas diarias se encuentra la alimentación de los peces, que se realiza de manera diferenciada en función del tamaño de estos, y su clasificación para la posterior cosecha, que se realiza en forma semanal en coordinación con todos los operarios.
“Esto no te da tiempo para relajarte. Hay que estar en la diaria, todos los días y bien despierto”, señaló durante una visita de Bichos de Campo, en una época donde el clima todavía es amable. Sucede que allí el invierno vuelve especialmente duro el trabajo, porque lo que Carlos se preocupa por capacitar correctamente a sus compañeros.
“Acá el invierno es muy complicado. Por esto todo lo que aprendí trato de enseñárselo al resto del personal para que sea más llevadero”, sostuvo.
Aún así, reconoció que aquellas jaulas flotantes se han vuelto en su hogar. “Tengo muchos años acá. La verdad es que paso más tiempo acá que en mi casa. Y sigo porque me gusta mucho la actividad”, confesó.
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