Esta semana, cuando se presentó el Plan Gan.AR, los funcionarios del Ministerio de Agricultura dijeron que pretendías fomentar el consumo de la carne vacuna, algo que parece complicado teniendo en cuenta que la inflación será de 60% este año y que la pobreza ronda 50% de la población. En definitiva, como suelen decir algunos feedloteros, el consumo interno se apoya en la otra mitad de la población. La que puede comprar carne todavía.
Es difícil fomentar el consumo interno cuando la inflación le gana al salario y cuando el precio de la carne le gana a la inflación. Es decir, cuando la gente es cada vez más pobre y sus ingresos se alejan cada día más de los precios de la carne en el mostrador. Por caso, el mes pasado la carne subió 9% contra un índice promedio del INDEC que estuvo en 6%.
En un reciente informe, los matarifes nucleados en CAMyA (la cámara que nuclea a ese eslabón clave en el suministro de carne al mercado interno), resaltaron ese problema. Dijeron que la población tiene dificultades para acceder a un bien escaso pero al que no quiere renunciar.
En este contexto, apuntaron que los traslados de los aumentos en el precio de la hacienda que superan a los de la carne complican a frigoríficos, abastecedores y comerciantes.
“La oferta de hacienda no muestra señales de repunte. Si bien los encierres están en aumento, los feedlots aún se encuentran operando por debajo del 60% de su capacidad. Y a mediano plazo, se estima que la seca de fines de 2021/principios de 2022 podría haber afectado a las preñeces, lo que significará una menor oferta de terneros en 2023. Así es como existen múltiples factores, algunos más relacionados con la actividad, y otros menos, que presionan y sostienen el precio de la hacienda”, indicó ese análisis.
Los precios de la carne según informe el IPCVA registran un incremento interanual de 60% mientras que los de la hacienda de consumo se elevaron un 65%. La diferencia no parece significativa pero sí lo es en un negocio donde el que manda es el volumen y una renta baja por unidad comercializada.
Desde CAMyA indicaron que hay una “distorsión dentro de la cadena se hace patente cuando la industria, los matarifes y los comerciantes que abastecen al mercado interno se enfrentan a una demanda que, lejos de alimentar o convalidar aumentos, se encuentra en mínimos históricos”.
Agregaron que el precio al consumidor subió significativamente en marzo, pero por debajo del valor de la hacienda: “En el primer trimestre, la carne al consumidor aumentó 15%, y la hacienda un 21%”.
Desde la entidad que reúne a los matarifes advirtieron que las empresas que venden al consumo y en las que ellos faenan su hacienda están operando por debajo de su capacidad, debido al faltante de hacienda que además incrementa los costos por unidad producida
“Esta coyuntura deriva en una buena cantidad de operadores trabajando con márgenes muy ajustados, o aun negativos, intentando no salirse de la actividad. Pero el sostenimiento en el tiempo de esta situación ya comenzó a reflejarse en una menor cantidad de matarifes operando, y en una menor participación de éstos dentro de la oferta total de carne. Habrá que considerar a futuro las consecuencias que esta coyuntura, sostenida en el tiempo, puede tener sobre la concentración de la actividad dentro de la cadena de la carne”, advirtió la cámara.
Cabe recordar que estos operadores quedaron fuera del negocio de la exportación de carne a China cuando se decidió restringir la venta de carne de los que no tienen planta propia, por lo que su producción tienen casi como único destino un consumo interno que por restricciones comerciales y no por gusto, se inclina más por las carnes más baratas- como el pollo o el cerdo- que muchos festejan como una adaptación a la matriz de consumo mundial cuando en realidad refleja el empobrecimiento de la población que cada vez tiene menos plata para comprar su alimento preferido.