En Bichos de Campo venimos retratando la vida en la viña de los jóvenes, aquellos que a pesar de contar con escasos años, deciden seguir la tradición familiar de trabajar en las fincas, inmiscuirse en esos temas y además estudiar y aportar nuevas miradas a la producción y manejo.
El cooperativismo es una herramienta esencial en este sendero, a tal punto que los pibes se reconocen en Jucovi, la Juventud de Cooperativas Vitivinícolas, que a su vez realizan un congreso, siguiendo los pasos de sus mayores y esperando que sea su turno de administrar la finca.
En primer término contamos la historia de Gonzalo Sánchez, un joven productor que en San Martín, Mendoza, estudia agronomía para seguir con el viñedo familiar, y de esa forma estar mejor parado ante los altibajos de la producción en la región.
En esa provincia, son muchos los jóvenes que tienen la misión de seguir la tradición por ser hijos o nietos de vinateros. Esta condición los une -mas allá de sus entornos y realidades- bajo el paraguas de la nueva vitivinicultura, que entre otras cosas se deteriora, por sufrir el gran problema del recambio generacional.
Para Mario Juárez, un joven productor de la localidad de San Rafael, ubicada en el sur mendocino, “la vitivinicultura, es una actividad vieja, pero no pasada de moda”.
A pesar de su corta edad, ya es cuarta generación de viñateros y, aunque desde muy pequeño conoció los sinsabores de esta producción, insiste en seguir vinculado a la viña, sobre todo por placer.
“Yo me crie en la casa de mis abuelos, que estaba en la finca, entonces pasé mucho tiempo ahí. Veía los trabajos, el riego, las épocas de la cosecha, todo. Entonces ya como que desde chiquito te empieza a gustar, y ya vas entrando en la rama y aprendés”, dijo Juárez a Bichos de Campo.
El joven que cada año se da cita con otros productores en el congreso de Jucovi para actualizarse en materia productiva y conocer otras experiencias, es de los que piensa que la reconversión de la nueva vitivinicultura ha permitido modernizar la forma de producción y sobre todas las cosas, la manera de ver y pensar la actividad.
Sin embargo, al pasar de los años también observa que persisten las mismas problemáticas que mantienen en la jaque la producción de la zona, tal como le pasa a sus padres y abuelos.
“Son muchas las problemáticas. A veces no hay precio, no tenemos agua o no se consigue gente. Hay enfermedades porque hay mucha lluvia, y así en todo momento. Porque como está la buena también tenemos las malas, así que hay que estar en todas. Muchas veces por ahí estamos cansados, porque nos agarran tormentas, heladas, tenemos que seguir los vientos. Todo esto le hace mucho daño al brote”, explicó Juárez a Bichos de Campo. No obstante aseguró que se mantendrá fiel a la vitivinicultura porque “lo lleva en la sangre”.
“A mí la finca me gusta. Yo me he criado en la finca, me gusta. Voy a seguir con lo que hicieron mis abuelos, mi papá, porque mi abuelo paterno y mi abuelo materno vinieron de finca y bueno, todo lo que hicieron lo hicieron desde la finca, así que es algo que a mí me gusta. porque aparte de eso, no conozco otra actividad. O sea, se puede estudiar, obviamente, pero es algo que a mí me gusta. La verdad es que me apasiona”, remarcó el joven.
Mirá la entrevista completa aquí.
-¿Ves posibilidades de progreso en la vitivinicultura?
– Si y no. Depende la bola que le demos. Nosotros necesitamos que haya más gente que apoye. Si se sigue apoyando, si le dan bola a la vitivinicultura, vamos a seguir, de lo contrario va a empezar a disminuir cada vez más. Y bueno, hasta llegar un momento que no va haber nadie.
– Sería una rareza, pero puede pasar ¿Qué debería cambiar para que la vitivinicultura no se transforme en algo en extinción?
-Primero, los costos. Tenemos unos costos muy caros en insumos, el gasoil, eso nos mata. Después los precios de la producción, porque el productor trabaja durante todo el año para que después nos pongan precio a lo que nosotros hacemos. Entonces yo creo que primero y principal tendríamos que partir de eso del precio de la producción, mejorarlo. Porque si tenemos un litro de vino que no nos suma, no va querer trabajar nadie.
Siguiendo la misma línea, el joven productor abundó. “A fin del ciclo terminás más endeudado de lo que empezaste, porque tenés todo un ciclo de gastos permanente para una sola cosecha al año. Y si esa cosecha no rinde o los precios no son buenos, vamos para atrás”, terminó diciendo.