Por Nicolás Razzetti.-
La crisis del sector avícola no empieza ni termina en las empresas faenadoras. También arrastra a los “integrados”, que son los responsables de llevar el pollito bebé al kilaje que requiere la faena en un período no mayor a los 60 días.
Se trata de productores que aprovecharon el aliento que tuvo el desarrollo de la actividad en la década pasada al calor de los subsidios directos e indirectos que tuvo el sector en la década pasada. Con el cambio de Gobierno las reglas cambiaron y las cuentas comenzaron a dar números en rojo cada vez más preocupantes.
Un informe de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) describe este panorama: “En los últimos meses venimos asistiendo a un escenario cada vez más complicado en lo que respecta a la industria avícola, con precios de mercado golpeados por una sobreoferta de producto, los niveles de consumo de proteína animal en un máximo per cápita, costos ascendentes, presión tributaria, costos laborales no salariales, ausentismos y, por qué no decirlo, ineficiencias varias”, enumera.
Los mayores costos sectoriales se combinan con un retraso notable en el precio. En el último año el valor en góndola del pollo aumentó 3% cuando la inflación fue del 22%. Así las cosas las empresas faenadoras trabajan a pérdida, y esos malos resultados económicos se reflejan en los pagos que hacen a los engordadores integrados.
Felipe Carlevaro, directivo de la Cámara de Productores Integrados y coordinador de la Mesa Avícola de CRA, dijo que en provincia de Buenos Aires se paga menos de $5 por pollo faenado y de ese valor hay que descontar el costo del gas y la electricidad, “y así no nos queda nada”. En Entre Ríos, en cambio, el costo del gas está a cargo de los faenadores.
Carlevaro agregó que “el supermercado vende a $100 en un día un pollo cuando nosotros tardamos 2 meses en criarlo. Ellos facturan $100 diarios por pollo y nosotros 8 centavos”.
El productor además dijo que se extendió el plazo de pago, que normalmente era de 30 días, a 60 o hasta 120 días. “Nosotros terminamos financiando a los frigoríficos”, se quejó. Y reclamó porque además está bajando la carga por galpón: “no nos dejan sin trabajo, pero nos mandan menos cantidad de pollos lo que reduce nuestra productividad y el ingreso”.
Se presume que esa estrategia tiene que ver con la intención de las empresas frigoríficas de reducir la faena, en un plan que prevé un achique de por lo menos el 12% de la producción, con la intención de forzar una mejora en el precio que recomponga las finanzas del sector, según declaró pocos días atrás Roberto Domenech el presidente de CEPA a Bichos de Campo.