La reconversión productiva en las provincias del norte parece ser un fenómeno inevitable e irreversible, especialmente en las zonas donde el tabaco es casi un monocultivo. En el extremo sur del Valle de Perico, la zona tabacalera jujeña, la familia Fachini inicio ese camino hace varias décadas, incorporando extrañas frutas -como los higos o la pitaya- a su planteo productivo. Y así, como ellos, hay muchos productores que han incorporado nuevos cultivos para reemplazar al tabaco. Eso explica que en Jujuy la producción de tabaco se achicara de unas 20.000 hectáreas a las 12.000 actuales en pocos años.
Aunque todavía se definen como una familia tabacalera, con una tradición que se extiende por tres generaciones, el trabajo que los hermanos Enzo y Franco Fachini realizan en su finca Don Armando, en la zona de El Milagro, da cuenta de todo este proceso.
“El tabaco sigue aportando movilidad económica en la zona. Es un cultivo de mano de obra intensiva, que requiere mucho personal y también de talleres metalúrgicos, negocios y todo el comercio que funciona alrededor de eso”, reconoció Enzo, nieto del Armando, por quien se bautizó esa finca, en una charla con Bichos de Campo.
Mirá la nota completa acá:
Aún así, lejos está esa producción regional de los años de esplendor que supo tener cinco décadas atrás. Hoy atraviesa múltiples obstáculos entre los que se destacan las campañas contra el consumo de cigarrillos.
“Cada vez está más difícil producir. Si bien el cigarrillo va cambiando, y están desarrollando nuevos productos que ahora son menos nocivos para la salud, habrá que ver si se puede seguir produciendo acá, donde históricamente fue fuente de progreso para las familias”, señaló Fachini.
Pero adelantándose a esta tendencia, treinta años atrás el padre de Enzo y Franco, comenzó a incursionar en la producción de almendros y chirimoya. Si bien se trato de un trabajo a prueba y error, ya que ninguno de esos cultivos prosperó, sin dudas marcó un camino que sus hijos continúan hasta la actualidad.
“Un poco somos cabeza dura. Con algunos cultivos nos dimos un golpe. También probamos hacer caqui y no funcionó, pero hay que seguir. Después hicimos durazno, tuna, higos, que los empezamos a hacer nosotros, y seguimos desarrollando la parte frutícola. Ahora además estamos plantando zarzamora, mandarinas y naranjas”, contó el joven productor.
¿Y cuál es el sentido de probar con tantas cosas? “La idea es no tener todo el riesgo en una sola producción. Todo es por ciclos: quizás un año el tabaco anda bien y el higo no, otro año el higo anda bien y el tabaco no. Es ir compensando esa variante y tener estabilidad económica”, explicó Enzo.
Este proceso, por supuesto, no está a salvo de otros obstáculos. La distancia y la falta de logística, que dificulta la llegada de la fruta a Buenos Aires, desde donde sale hacia otros mercados, están a la cabeza.
“Logísticamente tenemos una traba en relación con nuestros competidores, que tienen resueltos estos temas. Siendo Argentina un país tan grande, si o si tenemos que tener trenes funcionando a la perfección para solucionar estos problemas. Si no el productor argentino se va quedando afuera sucesivamente de todos los mercados internacionales”, indicó Fachini.
El productor reconoció luego que la reconversión, por más necesaria que sea, no puede realizará con éxito sin los recursos económicos necesarias.
“Para el productor tabacalero es difícil salir de una, porque ya tiene toda la estructura montada para eso (básicamente estufas en la finca), y la estructura del tabaco es difícil que se use para otra producción. Aparte para reconvertir, el acceso al crédito hoy es imposible. Por ejemplo, una hectárea de higo o de cítricos necesita de riego por goteo. Son todas inversiones grandes que hoy en día hacerlas está muy difícil”, sostuvo.