Haraldo Gottert es tercera generación de una familia de productores del delta entrerriano. Como principal sostén de la familia, él tiene una suerte que es poco común entre los productores argentinos: su padre Máximo sigue con ellos dando consejos y sus tres jóvenes hijos han decidido por ahora (crucemos los dedos) permanecer produciendo en las islas, porque es algo que llevan en la sangre y que les gusta.
“La familia Gottert entró en la zona en 1906. Luego mi abuelo, cuando mi papá era adolescente, compró acá unas 60 hectáreas en los años 50. Empezaron haciendo las zanjas con pala. Acá me crie yo. La realidad que somos de este tipo de familia en la que a mi a los 6 años me regalaron un machete para el cumpleaños. A los 5 un martillo. A los 7 ya andaba en tractor”. Así se presenta este hombre. Explica que “en este tipo de emprendimiento de familia siempre tenés una obligación”.
Es ese mismo espíritu de cooperación y contracción al trabajo con el que Haraldo ha educado a sus hijos. “Somos de esos bichos raros, diría. Pero bueno, lo hacemos con gusto. Nos gusta lo que hacemos”.
La isla de los Gottert está ubicada en medio del delta entrerriano y solo se puede llegar allí por agua. Llevar gente, combustible, equipos o maquinaria se hace más cuesta arriba que en cualquier otro lado. Pero se las ingeniaron y todo igual luce prolífico y ordenado. Hay plantaciones de álamos, sauces, y hasta algunos pinos y eucaliptos que guardan una simetría impecable. Las recorremos sobre un pequeño tractor John Deere que hace juego con la espesura. Marchamos sobre los “ataja-repunte” o diques que hacen a la vez de caminos internos. Es eso lo que le permite a la familia tener un manejo productivo impecable de la isla.
Su campo ha venido creciendo a la vez que tristemente migraban familias vecinas. Hoy son 300 hectáreas y si no existiesen dichas contenciones todo sería fácilmente inundable y muchas de las tareas se harían imposibles.
Mirá la entrevista con Haraldo Gottert:
-Tu padre contó que antes había tradición frutícola en la zona, pero vos naciste luego de la gran inundación que barrió con todo eso. Le ha tocado a tu generación ser la generación de los forestadores…
-Nosotros somos de tradición forestal. Mis abuelos tenían algo de frutales y nosotros recién incorporamos la hacienda (por la ganadería bovina) en el año 2006, cuando le compramos 50 terneras de destete a un vecino Iriondo. Pero siempre mantuvimos la forestación. Éramos de esa generación que decíamos “forestación con ganadería no va”. Porque de hecho cuando te entra un lote de vacas en una forestación joven te la destruye. Pero bueno, es un costo que hay que asumirlo.
-¿Entonces por qué incorporaron la hacienda?
-Más que nada por el tema de los incendios. Hay que ver cómo uno lo maneja para que no te haga daño, pero hay que convivir con la hacienda. Después descubrimos que la actividad tiene un retorno más rápido. Si bien para la gente del agro la hacienda es lenta, para nosotros, que somos forestales, la hacienda es un retorno bastante rápido.
-El campo familiar ha ido creciendo porque los vecinos se han ido yendo debido a la inundación.
-Acá el gran éxodo sucedió en el año 1983, con una creciente que duró un año. Nosotros nos fuimos por el tema escuela, a una casa que que compró papá en Escobar. Pero volvimos y retomamos la actividad que tenía papá en ese momento, que era la forestación. Tuvimos varios años en los que no era tan fácil.
Haraldo lleva, desde 1983 para acá, varias décadas como forestador, aunque aclara que nunca pudo terminar de “cerrar el círculo”. En la jerga, se refiere a que nunca pudo cosechar determinada superficie de madera al mismo tiempo en que reemplazaba esa superficie por nuevas plantaciones. Bromea con que cuando está a punto de cerrar la vuelta y cosechar tanto como lo que implanta, siempre le sucede algo que lo hace retroceder varios casilleros: cuando no es el avance de las aguas son los incendios.
“En mi caso empecé con papá cuando era chico. Después sucedió lo de la creciente del 83, pero empezamos a plantar y cuando empezó el ciclo de corta, digamos otra vez, en el año 98, vino otra vez la crecida y volvió a secar un 80%/90% de lo que teníamos forestado. Así que se cortó otra vez el ciclo y ahí decidimos justamente hacer lo que llamamos un ‘ataja-repunte’, para poder tener alguna algún control del agua. No podíamos vivir tan a la suerte de la naturaleza. De esa manera logramos controlar un poco el agua”, explica.
-¿Y los incendios? ¿Eso fue lo que evitó que pudiera hacer el ciclo completo?
-Claro. En 2009, siguiendo la inundación del 98, se quemó todo y ahí volvimos a empezar otra vez. Plantamos, pero ya con algo de hacienda. Ahora logramos una población de ganado que nos mantiene el pasto bajito, y entonces no hay posibilidad de fuego. Es la única manera que encontramos: la vaca se come el material combustible que crece durante el verano.
La incorporación del ganado es la que les permitió a los Gottert los últimos años hacer una cadena económica más sustentable: se hace un destete en otoño y se venden los terneros, porque por ahora no hay oferta de pasto suficiente como para engordarlos allí mismo. Haraldo reconoce que el ingreso por esa venta es una bendición para ellos, que tienen la cabeza chipeada por la forestación en ciclos de 14 o 15 años. Después del incendio de 2009, ahora se es ese el periodo de vida que van a cumplir los bosques más añosos en la isla, y que se aproximan a la fecha de corte. “Sería mi primera rotación ya con cincuenta y pico de años”, indica el productor.
-Vos decís ataja-repunte, yo digo terraplén. ¿Es esta obra civil la que te permite de algún modo tener cierto manejo del campo?
-Exacto, Nosotros tenemos una serie de compuertas, algunas con guillotina, otras automáticas que solamente dejan salir el agua. En el verano, en líneas generales, por lo menos estos dos o tres años que fueron poco llovedores, le abrimos para que tenga agua la forestación, para minimizar el tema fuego y para la hacienda.
-¿Entonces la hacienda cumple un papel central como controladora de incendios?
-Es clave. En realidad yo no soy ganadero para nada. Son mis hijos. Justamente nosotros trajimos esos terneros cuando ellos tenían seis o siete años y la verdad que se incorporaron en el tema muy bien, lo manejan ellos hacen prácticamente todo.
-Seguramente en algún momento tus hijos van a empezar a hacer agricultura o a implantar alguna pastura para darle comida a los terneros.
-Exacto, porque justamente uno de los temas de la isla es la falta de pasto en el invierno. Por eso es que hacemos un poquito terneros, porque entonces aliviamos la vaca, que en invierno medianamente la pasa bien igual. Pero acá siempre en el invierno hay faltante de pasto, y en el verano sobra.
-Y cuando sobra se incendia…
-Lo que siempre uno queda ahí medio pensando es que los lugares que se queman son justamente lo que no están intervenidos. Si acá antiguamente, cuando había muchos pobladores, estos incendios masivos no existían era porque todos cuidaban alguna parcela. Se quemaba por ahí algún fondo, pero entre los vecinos se apagaba. No había mayormente problema. Pero ahora que somos los que estamos, bastante aislados, hay muchos lugares que no tienen nada, solo tienen el pastizal propio de la isla. Son lugares que se queman fácilmente. En los lugares que hay hacienda o forestación ni hablar, porque uno teniendo forestación se cuida mucho más del fuego. Ahí no hay posibilidad. Y cuanta más hacienda , mejor. Es la única manera real que hay de de controlar un incendio.
-¿Y qué pensás del debate por una Ley de Humedales?
-Yo no creo que cambie demasiado. Va a haber una ley nomás, pero no es que va a dejar de haber incendios. El incendio se da por clima acá, se prenden fuegos todos los años por un rayo, por una botella tirada, por alguna negligencia, porque se le escapa a alguien. Lo que cambia es la situación climática, que que fue muy adversa en el 2009, y ahora en 2021 y 2022. En el verano se quemó todo, se puso incontrolable. Lo que pasa que en esos años se da que hay mucha helada en el invierno, por lo tanto se seca mucho el pastizal, y después hay mucha bajante del río, y después hay bajo porcentaje de humedad (en general 20 o 30%) y un verano seco que no llueve. Entonces claro, un solo fosforito puede hacer un desastre. Acá el año pasado no había Ley de Humedales que valga para apagar el fuego.
-¿No es que sacando el ser humano uno evita los incendios?
-No, de ninguna manera. Ni creando una comisión ni nada por el estilo. Podrían facilitar de alguna manera que pueda venir más gente, a poblar como hubo, como antiguamente había. Nosotros en la escuela éramos 70 pibes. Ahora hay 6. Toda esa gente no está, no trabaja en la zona y digamos no existe más. Se fue por una cuestión de agua y después por una cuestión económica. Yo como productor no entiendo que la Ley de Humedales vaya a ayudar en nada. Probablemente le sirva a alguno que tenga algún puesto nuevo. En realidad lo que podrían hacer es acompañar un poquito o incentivar a que venga más gente a producir, como se hizo antiguamente.