Svend Aage Buus es argentino de nacimiento pero vivió más de 30 años en Dinamarca. La explicación es que es descendiente de daneses. Allá estudió arqueología, pero ahora se dedica a difundir los conocimientos y particularidades de la cultura “dano-argentina”, dice. Hoy se halla estudiando la historia de su familia y la de su colectividad, traduciendo libros del danés al castellano, que muestran los relatos de los primeros daneses que poblaron la región sur de la provincia de Buenos Aires. Allí se encuentra la colectividad más numerosa de dinamarqueses en nuestro país y donde algunos fueron los primeros agricultores.
Svend aclara que no todos eran productores. También los hubo ingenieros, maestros, carpinteros, mecánicos, marineros que se establecieron a trabajar en la pampa bonaerense. La mayoría se instaló en un triángulo cuyos vértices hoy son las ciudades de Tandil, Necochea y Tres Arroyos, pero en realidad llegaron hasta la actual Coronel Dorrego.
También cuenta que su bisabuelo, Knud Christian Buus, formó una asociación con sus hijos y en 1940 logró administrar unas 6000 hectáreas, entre propias y arrendadas. Pero dice que al dividirse los campos entre los descendientes, hoy la mayoría tiene un promedio de 300 hectáreas y muy pocos superan las 1000.
-Tu apellido no termina en “sen”. ¿Por qué la mayoría de los apellidos de los daneses terminan en “sen”?
-“Sen” significa “hijo de”… Andersen, significa “hijo de Anders”, para identificarse antiguamente.
-¿Y vos? ¿Por qué Buus?
-Buus es un apellido que proviene de Alemania, que ya en el 1500 o 1600 aparece en Dinamarca, y actualmente hay una región en el norte de Jutlandia, donde todos son Buus. Dinamarca se compone de la península de Jutlandia o Jylland y 406 islas.
Mirá la entrevista:
-¿A qué zona se instalaron los daneses y en qué año llegaron a la Argentina?
-Los primeros daneses llegaron a Tandil. Fue Juan Fugl que llegó al país en 1844 y se instaló en Tandil en 1847. Época de Rosas y malones. Fue el primer agricultor en la zona. Tuvo su lucha con los gauchos, porque era un forastero. Y pensar que el sur bonaerense pasó a ser una de los zonas agrícolas más ricas de la Argentina, que en 1940 llegó a ser considerada “el granero del mundo”. Hubo daneses que llegaron antes, pero se instalaron cerca de la ciudad de Buenos Aires. Fugl motivó a que otros daneses del sur de Dinamarca emigraran a Tandil y hacia fines del siglo diecinueve se fueran mudando hacia el sur, a Tres Arroyos, Dorrego, Necochea y fueron iniciando la agricultura local. Además, logró montar un molino hidráulico en el arroyo Napaleofú que cruza Tandil y hoy forma el gran dique de la ciudad. Regresó a vivir a Dinamarca en 1875, y en ese entonces ya vivían 100 daneses en Tandil.
-Se supone que la zona era más tranquila, porque había finalizado la Campaña del Desierto, y fueron parte del inicio de la agricultura en la Argentina, entre 1880 y 1890.
–Los relatos de esa época cuentan que tuvieron que trabajar la tierra virgen, y por esto eran baratas. Entonces compraban 600, 1000, 2000 hectáreas. Había que colonizar. No había monte ni molinos. Imaginate que en Dinamarca, tener tierras es un orgullo, porque allá un campo grande es de 20 hectáreas. Hay un relato hermoso de un pariente que vuelve a visitar a sus parientes y allá empieza a contarles que tenía 2000 hectáreas, 3000 vacas, 1000 ovejas, unos 300 caballos, cuando ellos apenas tenían dos hectáreas y media, 2 vacas, 1 oveja y 1 caballo.
-¿Y dónde se consolida el núcleo danés en la Argentina?
-Los descendientes más activos de la colectividad están entre Tres Arroyos y Necochea, en Aparicio, Orense, Lumb, La Dulce, San Cayetano. Pero en Tandil se fueron dispersando, pero están las instituciones más antiguas de la colectividad, como la iglesia de 1877, anterior a la católica. Los daneses fueron parte de la fundación de la ciudad.
-Contame un poco la historia de tu bisabuelo Buus, porque hay un relato escrito por él mismo.
-Hay que tener en cuenta que hace 100 años, Dinamarca era un país pobre. En 1864 habían perdido una guerra, donde Alemania les quitó una tercera parte de su territorio. Y al quedarse sin espacio, o se hacían alemanes o se iban. Los dinamarqueses eran navegantes y escucharon que en Argentina había tierras. Los daneses cultivan mucho las asociaciones, clubes, cooperativas, como La Segunda, de La Dulce, lecherías e iglesias.
-¿Tu bisabuelo cuándo llegó?
-Mi tatarabuelo participó en la guerra del ’64. Mi bisabuelo llegó en 1904, pero antes estuvo en Estados Unidos, donde era muy común ir a buscar nuevos horizontes. En Dakota del Sur trabajó en la fábrica de implementos agrícolas Mc Cormick hasta que lo enviaron como agente de la empresa a Dinamarca y después lo enviaron a Argentina. Acá se encontró con un amigo de la infancia que le dijo: “¿Por qué no te quedás acá? Cualquier cosa que uno tira en La Pampa, crece”. Regresó a Dinamarca, se casó y volvió a la Argentina y se instaló en Coronel Dorrego. Comenzó arando a mano 600 hectáreas.
-Vos tenés ese mismo espíritu viajero, de ir a buscar nuevos rumbos. ¿Por qué te fuiste a Dinamarca?
-Mis padres tomaron la decisión de ir a conocer la Dinamarca de hoy cuando yo tenía 14 años. Me quedé 30 años y ahora estoy volviendo. Soy arqueólogo y eso me ayuda a investigar la historia y ahora estoy abocado a traducir libros del danés al argentino.
-¿Aún conservan las asociaciones? ¿Siguen existiendo motivos de unión entre los daneses?
-Sí, los daneses se mantuvieron muy juntos, por el contraste cultural, y hasta los años ’50 o ’60, en las fiestas donde había que hablar sólo danés. Y como vivían en campos grandes, permanecieron muy aislados, porque no iban tanto a la ciudad. Hay relatos de que empleaban a argentinas para que sus mujeres aprendieran castellano y resultó al revés, que las empleadas aprendían el danés. El danés está muy arraigado a las tradiciones, la navidad, los solsticios de invierno y verano, y aún realizan la fiesta de las Romerías. Y fue muy visionario: el “Ñato” Andersen proyectó una represa en lo que hoy es Las Cascadas, del río Quequén. Un hermano, Thor Andersen, donó una hectárea que hoy pertenece al Club Danés, donde de 1940 a 1990 se hicieron competencias de atletismo y torneos de Handball.
-¿Qué es la Fiesta de las Romerías?
-Las llaman Summerfest o fiesta de verano, son para encontrarse, conocerse, y la oportunidad de conseguir novia o novio, antes de la cosecha, porque después ya no queda tiempo. Se baila, se come, se bebe, nos divertimos.
-¿Cuántos años cumple la fiesta?
-Este año cumplió 125. Y desde 1961 la fiesta se hace siempre en el mismo campo, La Lita, sobre la Ruta 86, en La Dulce. En noviembre la comisión rearma toda la fiesta que dura un fin de semana.
-¿Se convoca sólo a daneses o la fiesta está más abierta?
-Yo estoy abierto a que venga cualquiera y se podría promocionar como se hace la fiesta de cerveza en General Belgrano, Córdoba. Pero en general, es una fiesta más íntima y local, la mayoría son daneses, pero algunos de la zona que no son daneses, vienen a la fiesta. El sábado a la noche se hace una comedia en el idioma danés, en la que se hacen bromas a los daneses, por ejemplo, a uno que en el año chocó la tranquera con el tractor. Y el que no sabe danés y no conoce a los daneses, no va entender.
–¿Qué te enorgullece de ser danés? ¿Lo tenés pensado?
-Se habla de la confianza en el danés porque es muy sincero, directo y de palabra. Un mecánico danés te va a decir que hoy no puede arreglarte la camioneta y que vayas mañana. Y no te va a fallar. El argentino te va a decir: “Sí, vení mañana” y por ahí no te la arregla. Tal vez eso venga de los vikingos. Recuerdo que mi abuelo, mi padre y mis tíos, cuando alguna máquina agrícola se rompía, se ponían a fabricar los repuestos. Inventaban herramientas para hacer menos esfuerzos.
-¿Cómo sigue tu vínculo en esta aventura de escarbar la historia de los daneses y su identidad? Has vuelto a Argentina, te estás integrando. ¿Y cómo imaginás tu futuro?
-En realidad yo sigo yendo y viniendo de Argentina a Dinamarca y esto de saber hablar danés me sirve para consultar museos, bibliotecas, iglesias y conocer más la historia de los daneses que emigraron a Argentina. Me encontré con la hija de un danés que había venido a Argentina en los años ’20, trabajó 10 años y se volvió. Ella sabía hablar castellano, tomaba mate y tenía colgada de una pared una carcasa de peludo. He podido rescatar mucho material y anécdotas y queda mucho por hacer.
-Muchas gracias, sobre todo porque si tu trabajo es exitoso dentro de 20 años tendremos un gran compendio de los daneses en la Argentina.
-Me gustaría hacer un museo de la colectividad en la Argentina. Vamos por ahí.