Cuando un niño dibuja un avión, no se olvida de las alas, las hélices y las ventanas, pero puede que sí de las ruedas. Generalmente, son uno de los componentes que, en el imaginario, menos importancia se les da, pero, al igual que el resto, son fundamentales y tienen también sus secretos.
Sobre eso puede hablar largo y tendido Nicolás Torres Weiler. No sólo porque es el asesor comercial de una empresa que vende neumáticos y otros componentes para la aviación, sino porque esta pieza forma parte de su adn familiar: Su padre fue el creador del primer neumático de aviación en Argentina.
La hazaña fue lo que luego lo impulsó a fundar Masuma, la firma familiar que hoy tiene más de 30 años en el mercado y, entre sus unidades de negocio, apuesta fuerte por la venta de neumáticos de aviación agrícola, militar y ejecutiva.
Visualmente, un neumático de aviación no es muy distinto al de un auto o camión, pero tiene una primera gran diferencia: Su composición. Hubo una época en que fueron de madera -obviamente, mucho antes de que el padre de Nicolás creara el propio-, y hoy son de caucho natural, a diferencia de los vehículos terrestre que usan sintético.
Además, también guardan sus particularidades en cuanto a los surcos, la famosa “huella” que tanto se mira en el auto cuando se hace la VTV. En el caso de los aviones, explicó el asesor de ventas, son circunferenciales, ya que no están diseñados para hacer tracción sino para evitar que, ante un contacto inmediato con la pista, el avión no se desestabilice.
Así como el avión debe ir al mecánico periódicamente, también es necesario que visite la gomería de vez en cuando. La duración media de un neumático suele ser de 600 ciclos de aterrizaje y despegue aunque, explicó Nicolás, “es muy relativo y depende de los terrenos, porque uno que aterriza en asfalto dura mucho menos que uno que aterriza en pasto”.
En eso tiene puntos a favor la aviación agrícola, que además usa neumáticos de mayores pulgadas porque suele operar en pastizales y terrenos sinuosos. Que sea más grande le da más estabilidad y evita que se dañe la aeronave.
De todos modos, cuando el bolsillo aprieta, y al igual que sucede con cualquier vehículo terrestre, pueden adquirise neumáticos recapados o “recauchutados”. Si uno nuevo cuesta alrededor de 1000 dólares, el usado ronda en un 50% de su valor.
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Ya desde su origen Masuma tiene una fuerte impronta familiar. De hecho, su nombre está formado por las siglas de las 3 esposas de los fundadores, María, Susana y María. Así y todo, eso no impidió que hayan podido crecer mucho en estas 3 décadas, y hoy cuentan con su propio centro de almacenamiento en Estados Unidos, y su propia base en el aeropuerto de Santiago de Chile.
En el país vecino, particularmente, se encargan del cambio de neumáticos para aviones comerciales, un sector en el que, además, se suelen usar muchos los recapados porque tienen buena performance. “Se le pule la banda y se le coloca una nueva. Como la estructura ya está trabajada, suele funcionar muy bien”, explicó Torres.