La apuesta que realizaron los investigadores del Centro Integral de Biotecnología Aplicada (CIBA), dependiente de la Universidad de San Pablo en Tucumán, para producir café en ese territorio no fue una solo de carácter agronómico sino también formativo. Y es que las currículas universitarias tradicionales no suelen incluir mayor contenido sobre un cultivo que es originariamente de zonas más tropicales.
“En la carrera de Agronomía no vemos nada de café, más que una hoja en cultivos industriales. Cuando ingresé a trabajar acá, nadie hablaba de él. Ha sido un aprender desde cero, y ese es el desafío y lo más apasionante”, afirmó a Bichos de Campo la agrónoma María Laura Arias, integrante del CIBA, quien hoy lleva adelante el trabajo con plantines de ese cultivo en vivero.
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Para la investigadora, aquel trabajo se enmarca en “uno de los tres mundos” del café. Del mundo del manejo a campo, y del vinculado a la post cosecha (que aún es el menos desarrollado en Argentina ya que primero se debe estudiar la adaptación de la planta al clima local) se ocupan sus colegas.
“Nosotros estamos haciendo un camino que inicia paso a paso con cada uno de nosotros. Conocemos las condiciones que necesita el café en Colombia, en Costa Rica y en los lugares donde ya se viene haciendo, pero acá en Tucumán es un mundo distinto. Estamos totalmente fuera de la zona de confort del café, pero con nuestras plantas tenemos la muestra viviente de que sí se puede producir, que es exitoso, y que además tenemos una oferta buenísima”, sostuvo Arias.
Aún así el camino es largo, y por eso los protagonistas del proyecto son los distintos ensayos que los investigadores llevan adelante, para analizar distintas cuestiones como la tolerancia de la especie a las heladas, a la insolación, y al sombreo.
“Tenemos que ir encontrándole la vuelta para nuestra zona. Todo es susceptible de ser ensayado. Ya tenemos plantas que están adaptadas y eso hace que trabajemos más tranquilos. Lo que siempre recomendamos es limitarnos a la zona del pedemonte, donde el riesgo de heladas es de una vez cada dos años. Si la planta está protegida, no hay inconveniente. También hay daño directo por el sol y hay algunos productores que están diciendo que han sufrido más por el sol que por las heladas. Así que es encontrarle el término medio”, señaló la agrónoma.
A nivel del vivero, los estudios apuntan al momento de la germinación, los cuales ya permitieron determinar diferencias entre alguna semillas.
“Hay diferencia en germinación de una semilla a otra, por lo que es un proceso que se termina demorando. Las que van germinando, las vamos plantando y pasando a macetas. Por suerte las plagas y enfermedades que son propias del café todavía acá no están, que es lo que desvela mucho a los productores de otros países. Tenés que tener primero en cuenta el terreno donde lo vas a lo vas a poner, porque no cualquiera es apto. Pero además traer un plantines que tengan sanidad, que es lo más importante”, indicó Arias.
Respecto a la vida útil de la planta, mientras en otros países la bibliografía marca una vida de 20 a 25 años, en Tucumán el tiempo es todavía incierto.
“Son experiencias que uno trae de otro lado. La planta te puede durar un montón pero incluso si vos hacés un desacople que la vuelve más productiva, luego llega a un pico y empieza a bajar la producción. En algún momento vas a tener que hacer un recambio. Eso es lo que también nosotros queremos ver: cuánto tiempo acá en Tucumán es productiva una planta de café”, remarcó la especialista.