En línea con su objetivo de aumentar la producción de carne, Compañía de Tierras Sud Argentino (CTSA) se subió a la ola de la remolacha forrajera, cuya superficie crece a paso firme en el país.
De las 600 hectáreas que se cultivaron en los últimos dos años en Argentina, en esta campaña se superaron cómodamente las 1.300 que, aunque parezca marginal, ya arroja cifras más que considerables para los ganaderos. Sucede que, a comparación de los verdeos, permite una mayor receptividad de animales en el campo, que ingresan al feedlot con más peso.
Por eso la Estancia Santa Marta de la Compañía, cuyos principales accionistas es la familia italiana Benetton, decidió sembrar 70 hectáreas de ese cultivo este año, a las que se suman otras 24 en la Estancia Leleque, en Chubut. Con esa superficie, CTSA ya se ubican en el tercer puesto de productores a nivel país.

“En una pastura o verdeo tenemos de 3 a 4 cabezas por hectárea, mientras que con en la remolacha tenemos 25 cabezas por hectárea. En poca superficie tenemos una carga muy alta que te libera espacio para hacer más agricultura”, indicó el administrador de Santa Marta, Ignacio Anchorena.
La decisión detrás de esta incorporación fue motivada por los resultados obtenidos en el mayor caso de éxito en secano, en la localidad de Coronel Suárez. Allí, la Estancia Lolen logró incorporar 3.000 novillos en 150 hectáreas de remolacha.
“Somos bastante inquietos y siempre estamos desafiando nuestros indicadores. Hoy estimamos una productividad el secano de 25 toneladas de materia seca. Sabemos que hay estudios que muestran que con riego es podría escalar a 30, pero no es nuestro caso. Cada tonelada de materia seca te permite meter una cabeza de 240 a 250 kilos durante 150 días, con una ganancia estimada de 800 gramos a un kilo de peso diario”, señaló Pablo Martínez, responsable de Ganadería de Santa Marta.
“Un animal que pasó por ray grass durante su período de recría, a la fecha ganó 550 a 600 gramos y entró al feedlot con 300 kilos. Con remolacha el ingreso fue de 340. Es decir, tenemos un kilaje mayor para entrar al feedlot en el mismo tiempo”, añadió a continuación.

A eso se suma su buena adopción por parte del ganado, que consume tanto el bulbo como la parte aérea de la planta. “Les encanta, es azúcar puro”, definieron.
Según las estimaciones de Martínez, 8 hectáreas de ray grass representan 1 de remolacha, por lo que se plantean liberar superficie para otros cultivos.
“Como el verdeo lo hacemos atrás de un trigo o una cebada, la idea es esa área de la que podemos prescindir vaya a más verdeo o a un cultivo de segunda, que puede ser soja u otro grano”, sostuvo.
Ignacio Inda, el segundo responsable de esa área, destacó también “la calidad” del animal que ingresa al feedlot, que aseguro es “distinta”.
“Es un animal que ya viene comiendo ración, entonces el acostumbramiento es mucho más rápido. Ya viene más engrasado del campo, no tanto como el animal que viene de verdeo. En 40 a 45 días ya sacamos animales gordos, con una grasa blanca. No tuvimos objeciones”, afirmó Inda.
En términos agronómicos, los responsables de Agricultura de la Estancia señalaron que la remolacha es susceptible a los excesos hídricos, por lo que aquellos lotes con cerca de 170 milímetros mostraron un menor rendimiento.
“Sembramos el 15 de septiembre, que la fecha de siembra para la zona. Le aplicamos 100 kilos de MAP. Sembramos a 52 con una sembradora con precision planting, como si fuera un maíz. El manejo nutricional es prácticamente el del maíz: le aplicamos los 100 kilos de MAP a la siembra y después le hicimos 150 kilos de urea el 6 de noviembre, y se va a hacer una aplicación de 100 kilos más de urea a fines de diciembre”, detalló Gonzalo Varela, el segundo responsable de esa área.
Respecto de la sanidad, los agrónomos indicaron que el mayor riesgo lo acarrea el Paranatus, un insecto vector que puede favorecer el ingreso de una enfermedad virósica.
“No hay mucha información sobre el vector. Tenemos puestas trampas amarillas para ver si está presente. El año pasado vino una chica del INTA, una entomóloga, y no lo encontró, pero hasta saber bien si está presente o no en la zona realizamos una aplicación contra él cada 20 a 30 días. También nos visitan asesores de España, que son los que también visitan la zona de Coronel Suárez, y ellos también siguen muy de cerca el tema por temor”, contó Varela.
Pero más allá de estos controles, el entusiasmo de los productores para con este cultivo, en línea con la gran receptividad que tiene entre los animales, no hace más que crecer.




