A las afueras de la localidad de San Andrés de Giles funciona desde hace muchos años el Centro para la Producción Total (CEPT) número 2, que es el segundo que se habilitó en la Provincia detrás del de General Belgrano. Elba Wasinger, su directora, y Angelina “Angie” Carballo, ex alumna y actual presidenta del Consejo de Administración, recibieron a Bichos de Campo para contar cómo funcionan este tipo de escuelas de alternancia que, sobre todas las cosas, intentan evitar el éxodo de jóvenes desde el medio rural a las ciudades.
-¿Qué es esto de los CEPT?- preguntamos.
-Los Cept se caracterizan por ser escuelas agrarias bajo un sistema educativo denominado ‘de alternancia’, diferente a las escuelas tradicionales. Los chicos tienen siete años de educación, pero alternan una semana en el centro educativo y dos semanas en sus hogares. Los chicos ingresan los lunes y se retiran los viernes. Trabajamos con grupos de dos cursos. Cuando se retiran los de primero y segundo año, ingresan los de tercero y cuarto, luego, los de quinto y sexto, y los de séptimo año, en general son pocos, y se unen a los de quinto y sexto. Se retiran los del primer grupo e ingresan los del segundo grupo. Cuando están en la escuela, le llamamos ‘permanencia’, y cuando ‘alternan’ en sus casas, los vamos a visitar”- nos explicó Elba.
-¿O sea que no hay dos semanas de vacaciones en la casa?
-No, muchas veces en la alternancia tienen más trabajo que en la permanencia. En sus casas trabajan más aún que en la escuela. Porque hay prácticas que no las llegamos a hacer en la escuela y las terminan en sus casas o hacen entrevistas, etcétera.
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-¿Cómo directora, cuál crees que es el valor que le agrega este sistema de ir y volver a sus casas?
-A una familia que vive a 50 kilómetros de la escuela, se le hace muy difícil traer todos los días del mes a sus hijos. Nosotros complementamos los saberes académicos con los saberes familiares, de sus padres y de sus abuelos, que son todas familias rurales. Y vamos construyendo un aprendizaje.
-Angie, vos que lo viviste en carne propia y ahora mandás a tu hijo ¿Es joda eso de irse 15 días a tu casa?
-Para nada. Porque para mi hijo la familia es muy importante para el aprendizaje. Yo lo viví y me gustó. Y ahora mi hijo lo vive y también le gusta. Vivimos en el campo y este centro está creado para la gente del medio rural y funciona.
-Veamos una escena trágica: con 12 o 13 años empieza el pibe la secundaría. Vos lo tenés que mandar toda una semana lejos de tu casa y se te hace tripa corazón. ¿No sufrís?
-Sí, las primeras semanas la familia sufre, son críticas, pero después se va viendo que va creciendo, mejorando y la familia se relaja.
-¿Vos decís que en las dos semanas en la casa, tu hijo sigue trabajando? Me cuesta creerlo…
-De lunes a viernes, mi casa es una escuela. No se puede ir de joda, ni él ni nosotros.
-Si no estudia va a tener que dar explicaciones cuando regrese a la escuela a la tercera semana. ¿Y cómo es la currícula, se mantienen las clásicas materias del secundario?- le preguntamos a Elba.
-Sí, matemática, práctica del lenguaje, física, química, todas. Y se les suman las asignaturas que tienen que ver con el área de la producción: granja, huerta, conejos, aves.
-Ahora estamos dentro de un invernadero. Estos son plantines de frutilla que deberían ser traspasados a estos recipientes, en sustrato. ¿Suelen hacer este tipo de cosas?
-En séptimo año tienen muchas horas de práctica. Nosotros trabajamos en proyectos. Esto es porque séptimo año tiene este proyecto de una plantación en sustrato de frutillas, y la idea posterior es llegar a hacer hidroponía. Básicamente porque tenemos que trabajar con nuevas tecnologías, superando cada vez más sus proyectos productivos y adaptar lo que uno tiene o trabajar con aquello a lo que puede acceder.
-Entonces desde primero a séptimo año van acumulando cuestiones prácticas.
-De primero a tercer año van haciendo prácticas de producción familiar, como gallinero, usar el compost, huerta, y todo lo que podés hacer en tu casa. Eso se aprende acá en la escuela y los complementan en sus casas- nos explica Angie.
-¿Y en algún momento salen al campo?
-Sí, en cuarto año comienzan con prácticas en los campos de los productores, con prácticas de cereales, ganadería de cría, de carne, de leche, porque en la escuela no tenemos espacio. ¿Cómo lo registran? Los alumnos tienen un cuaderno de campo. Cómo hacen, qué aprendieron y con quién, etc. Nos traen mucha información. Es lo más valioso en esos 15 días de alternancia- completa Elba.
-Los alumnos deben traer dilemas productivos de esas visitas a campo…
-Trabajamos mucho con los productores de la zona. La mayoría de nuestras matrículas son de hijos de empleados rurales, de modo que acompañan a sus padres en donde trabajan. Ahí van adquiriendo saberes.
-¿Y cuál es rol del Consejo de Administración?- volvemos a Angie.
-Somos el nexo entre la escuela con la Universidad de Luján, con el Municipio, con el Ministerio de Desarrollo Agrario de la provincia, con otros productores, etc. y nos interesa mucho el desarrollo local de nuestro entorno, que es la parte rural. Por ejemplo: si tenemos una familia con un camino en malas condiciones, nos ocupamos de hablar con el municipio para que ese chico pueda salir de su casa y llegar a la escuela.
-¿Cuál es su mensaje? ¿Qué intentan contagiar?
-Es fomentar el arraigo de los jóvenes al medio rural.
-¿Y están muy seguras de que lo que hacen sirve para algo?
-Claro que sí, acá tenemos los resultados: una gran cantidad de egresados manda a sus hijos al Cept, el Consejo está conformado en gran parte por egresados del Cept, muchos docentes son egresados del Cept, muchos chicos se van a estudiar a las grandes ciudades, pero regresan, logran volver y reinsertarse en el medio. Y aunque no vivan en el campo, trabajan en cuestiones de la ruralidad. Y otro objetivo es promover la organización de las comunidades, porque por ejemplo, no es lo mismo reclamar de modo individual que desde un Consejo.
-¿Les quedó algo por contar?
-Que ahora estamos en un proyecto de montar una sala de faena para pollos y conejos, con habilitación provincial, no sólo para la escuela sino para la comunidad, para que las familias de la zona no tengan que faenar debajo de un árbol y les amplíe el radio de comercialización. Y además, tenemos una sala de elaboración de dulces y mermeladas que también es de uso comunitario, con una habilitación municipal.