En el sector agropecuario suele criticarse muchas veces con liviandad el impacto negativo de los planes sociales sobre el mercado de trabajo rural. Las integrantes de la Cooperativa de Productores Regionales de Caburé-i, un poblado ubicado en uno de los límites del Parque Nacional Iguazú, muy cerca de Andresito, son un buen ejemplo de que a veces sucede todo lo contrario: a los planes sociales ellas los denominan “becas” y quienes los reciben están obligados a concurrir a trabajar al menos tres días completos a la semana en las diversas instalaciones productivas que tiene la entidad. Ellas se muestran orgullosas de haber levantado esas construcciones con sus propias manos.
En el predio donado por uno de los socios que fundaron la cooperativa en 2009, a la vera de la ruta 101, que bordea todo el parque nacional Iguazú, funciona una gran huerta donde se producen diversas frutas y verduras que luego se procesan en una pequeña planta de elaboración de dulces y conservas. Más allá, en otro edificio habita una pequeña planta para procesar mandioca y hacer fécula, que tiene mucha demanda y se vende mucho mejor (contaremos aparte esa historia). Pero también tienen una pequeña metalúrgica.
Claudia Ratke es la actual tesorera de la cooperativa, que tiene 130 socios y se encolumna a nivel nacional con el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) Movimiento Evita de Misiones. Ella nos cuenta que son todos muy pequeños productores de la zona que usualmente hacían tabaco, y que hace unos años decidieron agruparse para ver si podían comenzar a sobrevivir haciendo otros cultivos, y sobre todo agregándoles valor. La mandioca apareció como una gran alternativa: todos la tenían en sus predios pero por separado no lograban un buen precio por ella y solo quedaba para autoconsumo. Otro cultivo estrella de la reconversión es el mamón, que estas mujeres se ocupan de convertir en suculentas conservas.
Mirá la entrevista a Claudia Ratke:
“Somos muchas familias campesinas que vivimos acá en Caburé-i. Lo que sería una colonia se está poblando, entonces hay también muchas familias que viven en terrenos chiquitos. Hay familias que no tienen nada de tierra y hay otras que tienen 2 hectáreas, 5 hectáreas y algunos 15 hectáreas, pero no más que eso”, nos explica Ratke.
La cooperativa está en franco crecimiento y en diez años multiplicó nueve veces su cantidad de socios. Es un buen síntoma y a la vez una mala señal, porque quiere decir que las necesidades están creciendo en esta zona, muy cercana a la frontera con Brasil, y que los diferentes Estados no logran dar respuestas adecuadas.
-¿Por qué nació esta cooperativa?
-Por el 2009 un grupo de personas decidió agruparse y formar algo diferente de lo que se venía haciendo. Era una zona muy tabacalera, se producía mucho tabaco y eso implica usar muchos agroquímicos. Entonces pensaron en hacer algo diferente y eso fue la plantación de mandioca, que es muy común acá, que es algo agroecológico, no lleva mucho veneno, no lleva mucho trabajo. Entonces pensamos primero en hacer una almidonera, una fábrica para elaborar fécula de almidón de mandioca.
Al comienzo eran más hombres que mujeres en la cooperativa, pero queda más que claro con solo verlas, que ahora son las mujeres las que llevan la voz cantante. “Hoy coordinamos nosotras las mujeres la mayor parte de la cooperativa”, reconoce Claudia.
-¿Y cómo siguieron?
-La idea era al principio solamente trabajar con la mandioca, pero como es un proceso largo, no se hizo de un día para el otro y no había nada para subsistir. Entonces hubo que hacer de todo acá. Comenzamos a hacer una casita muy pequeña de madera de tablas como para hacer el almidón y ahí se dieron cuenta que no era así, que había que tener más herramientas, que había que hacer un montón de inversiones. Las mujeres, como acompañando en ese momento a los maridos, también comenzaron a ver que había mucha fruta, que por ahí se echaba a perder, porque hay muchísima producción, hay mucha variedad de frutas. Entonces fueron pensando en hacer mermeladas y esas cosas, algunos licores artesanales. Por eso se fue creando otra línea de producción a la par del almidón. La salita de elaboración en su principio era un fogón a leña con la olla y un techito afuera.
Ahora esa rústica cocina se transformó en dos salas de elaboración que cumplen con todos los protocolos sanitarios y en las cuales las mujeres se alternan para hacer las cosas, según los productos frescos disponibles en cada temporada del año.
Nelsi Becker es la socia de la cooperativa que tiene bajo su responsabilidad esta sala para elaborar el mamón y otros dulces y conservas. Se le nota a la legua que es descendiente de los colonos europeos que poblaron esta selva misionera cuando aquí no había otra cosa. También se nota a la legua que es una de las que mayor sentido le otorga al trabajo comunitario y en forma cooperativa. Antes de despedirse se muestra orgullosa de su lucha compartida: “Tenemos conflictos de tierras, tenemos problemas de tierras, pero está es la tierra y es nuestra”, define.
Mirá la entrevista con Nelsi Becker:
“Yo coordino pero todos los días somos siete compañeras que estamos trabajando en la sala elaboración. Además hay cuatro compañeros que están en el etiquetado”, comenta Nelsi. A uno se le hace agua a la boca cuando se pone a enumerar todos los productores que salen de este emprendimiento: hay pepinos, hay pickles, hay mermeladas de guayaba, de mandarina con mamón, de mandarina con batata, de mandarina con maracuyá, de naranja con maracuyá, de mamón, por supuesto. Y la lista sigue.
-¿Todo sale con la marca de la cooperativa?
-Todo salen con la marca de la cooperativa, sí. (Se llama Tierra y Manos que Alimentan).
-¿Y todos se elabora a partir de los frutos cosechados por los socios o deben comprarle a otros productores de la zona?
-A veces nosotros los socios no tenemos la fruta, pero compramos de otros productores que sí tienen la fruta.
-¿El principal producto que entra a la cooperativa es el mamón?
–El principal es el mamón, pero ahora estamos con el pepino.
Claudia nos guía por otros sectores de la cooperativa que tanto las enorgullece. Relata: “También hacemos un montón de tareas que por ahí no son productivas, porque también se trabaja lo que es social. Tenemos un montón de trabajos que por ahí no podés ver acá, pero sí hacemos. Por ejemplo un trabajo con semilla agroecológica y nativas. Estamos trabajando desde la organización para recuperar las semillas, los saberes de nuestros antepasados. Hacemos plantaciones de arroz agroecológico, poroto, maní, batata, todo lo que es la misma mandioca. Se hace en predios comunitarios con los compañeros.
-¿Y cómo venden sus productos?
-Por suerte hay mucha demanda y más del almidón, que es algo agroecológico, y que se usa también mucho. No es fácil. Y para comenzar fue un poco difícil porque éramos desconocidos. Entonces es como que hay que hacer un camino. Con las conservas y las mermeladas hace tiempo que estamos vendiendo en Iguazú, comercializando ahí en los hoteles, en los restaurantes, en los mercados, para las familias de acá mismo del paraje, en el pueblo.
Paola Pereyra Dos Santos, de indisimulables ancestros portugueses, parece ser una mujer de pocas palabras. Pero a ella sus compañeras le asignan la tarea de contarnos sobre el trabajo social de esta cooperativa de pequeños productores misioneros. Es ella quien nos cuenta que a los planes sociales los llaman “becas” en esta zona, y queda claro que no sienten ningún tipo de vergüenza por recibir la ayuda oficial, porque lejos de quedarse quietas la convierten en horas de trabajo para un proyecto colectivo que les aporta más ingresos y sobre todo dignidad.
Mirá la entrevista con Paola Pereyra Dos Santos:
“Nosotros acá en la cooperativa de Caburé-i somos grupo de mujeres campesinas que venimos trabajando, venimos haciendo talleres de género, también tenemos un espacio con los jóvenes”, resume Paola.
-¿Cuál es el principal problema social en esta zona?
-Falta de acceso a la educación. Acá la cooperativa es un gran espacio donde muchas familias vienen a cumplir su día de trabajo y a donde también tienen un mejoramiento . Son familia campesinas, familias humildes que venimos trabajando para un mejoramiento en la vida de cada familia.
-¿Y han echado a los hombres? Porque veo solo mujeres por acá…
-Mira, para ser sincera nosotras las mujeres somos más organizadas, nosotras nos organizamos para cualquier actividad, cualquier taller. Nos organizamos, sabemos como llevar ese trabajo adelante y siempre somos nosotras las mujeres las que estamos al frente. Pero tenemos a nuestros compañeros que están a par también, que nos ayudan.
Paola nos dice que una de las mayores dificultades es tratar de contener a los jóvenes de las familias campesinas, para que no migren ni a otros lugares ni a vicios u holgazanerías. “En el pueblo tenemos diez merenderos donde van muchos chicos. Son más de 150 chicos que vienen, que necesitan de clases de apoyo. Nosotros les ayudamos a ellos a estar en ese espacio o haciendo juegos también con los chicos.
-Por lo que veo están bien organizadas y saben pelear por lo suyo, aunque seguramente siempre hace falta algo más. ¿Qué es lo que se necesita en términos sociales en esta zona?
-Mira, nosotros acá en nuestra zona necesitamos más que nos comprendan, que nos tengan más en cuenta, porque a nosotros lamentablemente no tienen de lado porque muchas veces no están de acuerdo con la manera que nosotros llevamos al frente nuestro trabajo, nuestra cooperativa, nuestra organización.
-¿Quiénes no están de acuerdo? ¿Los que gobiernan?
-Claro, lo que gobiernan. Por ejemplo acá vamos a poner nuestro mismo municipio. No están muchas veces de acuerdo con lo que nosotros hacemos, como trabajamos nosotros.
-Supongo que les molesta que ustedes toman decisiones por ustedes mismos.
-Si. La manera que nosotros trabajamos. En la cooperativa somos más de 130 personas que somos familias humildes, que vienen y que están. Entonces eso muchas veces no le gusta. Porque nosotros realmente trabajamos. Muchas veces no les gusta la manera como nosotros peleamos por nuestros derechos. Entonces nos tratan de dejar de lado.
Volvemos a Claudia, nuestra guía. Le preguntamos cuál es el próximo sueño de la orgullosa cooperativa de Productores Regionales.
-Nosotros tenemos un montón de sueños. Uno es poder arreglar bien la planta de mandioca para seguir produciendo, para producir más, porque por ahora es poca la producción que tenemos, entonces hay que invertir un montón. Ahora estamos con lo que es la habilitación nacional para poder vender nuestros productos, que llegue afuera de Misiones.
-Me imagino que el tabaco se sigue haciendo… ¿Pero fueron abandonando o reduciendo la incidencia de ese cultivo?
-Sí, sí, sí. En eso sí fue un gran logro que todas las personas que hacían tabaco ahora no están haciendo, no estamos haciendo, no estamos produciendo y y si nos dedicamos a otras producciones sanas para la cooperativa.
-¿Valió la pena entonces organizarse en una cooperativa?
-Sí, sin duda. Eso sí, nosotros estamos re confiadísimos y convencidos de que vale la pena organizarse, vale la pena trabajar organizados, unidos. Somos una gran familia. Nosotros siempre decimos que la cooperativa es como mi segunda casa. Yo creo que no, que la cooperativa es nuestra primera casa y después está nuestra casa, porque nosotros venimos todos los lunes muy temprano y nos vamos recién a la tardecita.