Zulma Gómez heredó de su abuelo un campo cercano a la ciudad de Añatuya, en la región este de la provincia de Santiago del Estero. En el mismo, ella continúa criando ganado vacuno y caprino, como lo hicieron sus ancestros. Pero ahora ha inaugurado una carnicería en una de las entradas de la ciudad, cerrando el círculo productivo.
Pero esta historia de progreso estuvo amenazada durante mucho tiempo, cuando hace unos años se enteró de que otra gente reclamaba ser propietaria del campo familiar.
-Tu abuelo, compró el campo de buena fe.
-Sí, era una época en que se daba más importancia a la palabra que a los papeles. Pero le dieron un papel firmado, sólo que con el tiempo se perdió.
-¿Y cómo era ese campo cuando lo compró tu abuelo?
-Mi abuelo fue arriero y llegó a Añatuya a mediados de la década de 1940, con algunos animales propios. Buscando dónde ubicarlos, compró una tierra a 20 kilómetros de la ciudad, hacia Quimilí, en el Departamento Taboada. Nunca supo de su medida exacta. Cuando el abuelo fue a reconocerlo, halló que no era todo monte sino que tenía una zona de pastizales de aibe o espartillo, ideal para criar ganado. Además encontró una antigua represa y más tarde, restos de vasijas. Muchos años después pudimos saber que eran vestigios de los aborígenes Avipones, quienes se habían asentado en esa zona. Por ese motivo, al campo, le pusimos por nombre “La india”. Cuando mi abuelo se jubiló, se fue a vivir a su campo y siguió criando su ganado. Pero con los años, él y mi abuela envejecieron mucho y tuvieron que volver a la ciudad por razones de salud.
-Con la soja, a partir de 2000 comenzó a llegar a Santiago un aluvión de productores de otras provincias. ¿Qué pasó en ese momento con el campo de La India?
-Pasó que nos apareció una gente que dijo ser propietaria de nuestras tierras. Nosotros resistimos hasta que decidimos buscar a un abogado e iniciar un juicio de usucapión, probando nuestra posesión durante 60 años. Habremos estado unos 4 años en litigio, hasta que conseguimos la titularidad legal de nuestro campo, logrando escriturar sobre un total de 200 hectáreas.
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-¿Y qué pudieron hacer en ese campo una vez demostrada la propiedad?
-Muchos de nuestros vecinos que vinieron de otras provincias han desmontado y hacen agricultura, pero a nosotros por ahora el Estado no nos da permiso. Parece que figuramos como zona amarrilla y por la Ley de Bosques, no nos permiten desmontar. Yo sigo reclamando, yendo a la capital de la provincia, y espero que el año que viene nos autoricen.
-¿Y qué idea tienen para hacer en ese campo?
-Con 200 hectáreas no pensamos en apostar a la agricultura, ni al trigo ni a la soja, sino a la ganadería en un proyecto silvopastoril, sin desmontar todo. Es la actividad que heredé de mi abuelo. Mi pasión es por el ganado vacuno.
-El campo fue visitado por muchos contingentes de estudiantes universitarios. ¿Por qué?
-Porque es un monte virgen, con plantas que ni te imaginás. Hay mucho por cuidar y se puede, incluso, haciendo ganadería. Yo creo que todos tenemos que poner nuestro granito de arena, por cuidar nuestro medio ambiente. Y hay muchos vecinos en nuestra misma situación. Por eso nos juntamos y formamos un consorcio para poder llevar el agua a nuestros campos y a algunas comunidades y escuelas de esa zona. Logramos que se realizara un acueducto que hoy irriga nuestros campos.
-¿Hoy podrían tener más animales y con un manejo más profesional?
-Claro.
-¿Cuál es la idea de haber creado esta carnicería?
-En 2021 inauguramos un local en la salida de Añatuya hacia Quimilí, sobre la ruta 92 norte y avenida de Circunvalación, dentro de un terreno donde vive mi hermano Cristian, con su esposa Emilce Luna. Nos repartimos las tareas del campo y de la carnicería entre toda la familia. Ellos cuidan a mi mamá, Nélida, que con 79 años nos sigue haciendo tortillas al rescoldo y se la pasa dándonos órdenes. Yo vivo en Bandera, pero mi marido hizo la instalación eléctrica del local. Emilce es la joven investigadora, que hizo una capacitación sobre tinturas agroecológicas en IN.CU.PO., para cuidar la salud de nuestros animales. Y ya pidió dos microcréditos a la Fundación Nuevos Surcos, con los que compró pollos parrilleros y gallinas. Ella se ocupa de criarlos y de vender huevos en el local, mientras atiende el mostrador junto conmigo. Carneamos animales de nuestro campo y también compramos novillos. Los camioneros que pasan por esta ruta son muy buenos clientes.
-¿Y podrás vencer a la burocracia del Estado provincial y obtener este año el permiso para desmontar?
-Yo creo que sí, en este año de 2022.
-¿Decías que se comprometen a hacer un manejo sustentable?
-Obviamente, estamos muy metidos en el tema y queremos hacer bien las cosas.
-¿Sos consciente de que tardaste menos en demostrar que la tierra era de tu familia que en obtener que el Estado te apruebe un plan para producir sobre la misma tierra de tu familia?
-Sí, es como vos dijiste.