Tuve que atravesar un extenso salón colmado de adolescentes con acné, completamente hipnotizados por pantallas, luego me palparon el cuerpo en búsqueda de armas (aunque algunos toquecitos me parecieron excesivamente cariñosos) y, finalmente, pude conocer al Gordo Elefante, apodo del troll en jefe del gobierno nacional quien, insólitamente, decidió amenazar con despedir al secretario de Agricultura por ponerle por equivocación un “like” a un mensaje de Martín Lousteau mientras escribía un mensaje crítico contra él.
“No cree que es mucho usar una cuenta apócrifa para amedrentar a integrantes de su propio gobierno”, pregunté al Gordo Elefante, quien dejó las dos porciones de pizza que tenía en la mano, una arriba de la otra, para poder contestarme, no sin antes secarse la grasa en la camisa.
“No, para nada, esta es una batalla cultural y es crucial que todos entiendan, sin importar cuál sea su posición, que no existe el más mínimo margen para confraternizar con el enemigo”, respondió.
“Pero está claro que se trató de un error, bastante frecuente cuando se usa el celular, en el cual, mientras se escribe un mensaje, accidentalmente es factible implementar otras acciones no deseadas…”.
El Gordo Elefante, quien para ese momento había vuelto a agarrar las dos porciones de pizza para llevárselas a la boca, tomó una voluminosa carpeta y comenzó a hojearla hasta dar con la página en cuestión.
“Acá el protocolo dice que si alguien le da ‘like’ a un mensaje del enemigo, entonces se procede a hostigarlo; lo siento: no puede haber excepciones”.
Se me ocurren muchas otras preguntas, pero estimo que no va a ser una entrevista fácil, especialmente porque el guardia de seguridad de la granja de trolls sigue parado a pocos metros de mi persona y pregunta si puede volver a palparme para hacer un segundo control. Comienzo a sentirme incómodo.
“Los trolls de otras agrupaciones políticas siempre se focalizaron en intentar neutralizar discursos de adversarios, pero ustedes no distinguen eso y atacan tanto a propios como extraños. ¿Por qué?
El Gordo Elefante responde intentando elaborar una teoría con conceptos tales como cambio de época, cosmovisión libertaria, alineamiento estructural y otras cosas más que suenan lindas pero que no dicen nada. Le pido que sea más concreto y luego da a entender que en el país, luego de dos décadas de kirchnerato, son tan pocos los que tienen las cosas claras que se requiere un programa de adoctrinamiento sistemático y generalizado para educar a la población.
“Ahora está clara la cuestión conceptual”, considero, para luego preguntar si no existe alguna otra manera de educar a la gente sin necesidad de andar estigmatizándola en redes sociales, algo comparable a lo que hacían los nazis con los judíos en la década del ’30 del siglo pasado.
“No, eso no te lo voy a permitir”, gritó el Gordo Elefante, mientras pedía una docena de empanadas y dos botellas más de gaseosa cola. “De ninguna manera esta entrevista puede seguir: retirate por favor”.
Antes de salir custodiado por la puerta de acceso a su oficina, el Gordo Elefante me hace un gesto intimidatorio al pasarse un dedo por la garganta y afirma: “Ya vas a ver, cuidate”.