Cuando un representante de la Federación de Asociaciones Odontológicas Argentinas me pidió que le redactara un comunicado para solicitar la reapertura del mercado de carne bovina, pensé que se trataba de una broma. Pero no. Resultó ser cierto.
No tengo problemas en hacerlo, pero necesito saber los motivos, porque no entiendo cuál es la razón por la cual los dentistas se interesan por una cuestión ajena a su trabajo, dije.
El representante de los dentistas se rió con ganas. Aunque no lo creas, aseguró, es un tema gravísimo para nuestra actividad, que está explotada por la pandemia y no puede sorportar ningún evento más que incremente la cantidad de pacientes.
Es cierto: pedir un turno para una consulta odontológica se transformó en una misión imposible, mientras que los servicios de guardias odontológicas de las principales empresas de medicina privada ya ni siquiera trabajan durante las veinticuatro horas, sino en horarios acotados (que no te agarre un dolor de muelas durante la madrugada porque estás en el horno).
Toda la carne que se enviaba a China, me explicó el representante de los odontólogos, ahora se está consumiendo en el país y la gente, que ya venía para atrás, sin hacer las consultas de rigor con su dentista, se le están rompiendo los dientes al masticar algo tan duro.
El hombre me dijo que esos cortes, que antes se enviaban a China, allá los cocinan durante más de ocho horas en una suerte de guisos en los cuales las piezas de carne terminan tan blanditas como indiferenciadas con el resto de los componentes.
Pero acá en la Argentina, donde esa modalidad de consumo no está tan extendida porque, de hecho, apreciamos saborear la carne vacuna manteniendo la identidad del producto, vender grandes cantidades de carne de vaca representa un inconveniente brutal para la sostenibilidad de la salud bucal de la población.
Cuando puede entender, finalmente, el motivo del pedido, redacté el comunicado en cuestión, para luego comenzar a preocuparme porque justo el mes que viene, en junio, llega el aumento de las tarifas de gas y, lo que se van a ahorrar comprando cortes de vaca, lo van a gastar en la factura de gas, a menos que tengas un horno de leña, un hacha y un bosque a mano.