Manu militari, el gobernador de San Luis cerró las fronteras provinciales para armar su barrera sanitaria, objetable desde el punto de vista de la eficacia epidemiológica y absolutamente indefendible en su legalidad, pues desde una instancia no habilitada restringe la libertad de tránsito que garantiza la Constitución.
La barrera logró mantenerse hasta el desborde del martes y no se sabe cómo continuará (el sábado se dictó una tregua por quince días). Rodríguez Saá podría preferir acotar el desprestigio que se auto inflige, optando por una retirada ordenada y más o menos digna, pero también podría pasarle lo que a tantos, que si se rodean por obsecuentes, terminan por mantenerse en la suya, profundizando el error y promoviendo incidentes eventualmente graves.
Por su diseño y rigidez excesivos, la clausura de San Luis terminó perjudicando más allá de lo necesario a la actividad productiva y otras esenciales a ambos lados de cada límite provincial, provocando más daños de los que podrían sobrevenir con un avance razonablemente lento del virus del Covid, algo que de cualquier manera terminará dándose, haga lo que haga el señor gobernador.
Situaciones similares se dan en el país desde que la pandemia explotó, gobernadores, intendentes de partido o departamento, jefes de comunas y municipios, grandes, medianos y aún minúsculos; reyezuelos, caciques y capitanejos, cualquiera puede armar su propio retén.
En un primer momento, las limitaciones extremas a la circulación se justificaron en cierto sentido común, también por la perplejidad inicial y simple precaución ante lo desconocido, pero es probable que hayan contribuido el ego y el interés por aprovechar la oportunidad de testear hasta dónde llegan los límites del propio poder y no parecer débil o menos ejecutivo que el intendente del pueblo siguiente.
Todo esto dio lugar a no pocas chambonadas y situaciones cómicas o disparatadas, como los empleados municipales cortando el tránsito de rutas nacionales y aún de caminos de tierra, armados de una pistolita para medir temperatura y hasta con simples termómetros clínicos, incluso fuera de la propia jurisdicción.
Es que en todas las escalas, desde el Dictador de Corea del Norte a dictadorzuelos, los líderes sueñan con blindar sus fronteras, con sus propios “Checkpoint Charlie”, aunque sea armados con la pistolita infrarroja en vez de tanques.
Garrapatas en camiones: En realidad, una barrera como esta, había sido probada antes del Covid, cuando Entre Ríos largó un ensayo, especie de plan piloto sobre cómo complicarle la existencia a la gente, pero utilizando vacas en vez de cobayos.
Desde el año pasado, esta jurisdicción frena los movimientos de ganado que vienen desde Corrientes, el Chaco o Formosa, con destino a la misma provincia de Entre Ríos o de paso hacia otras.
Ese impedimento continúa como entonces, bajo el argumento de preservar a la provincia de la denominada garrapata común del ganado.
Resulta que la policía entrerriana, detiene a los camiones tras una primera verificación que llevan a cabo efectivos de la fuerza.
Agentes policiales que recibieron una capacitación forzosamente light, fungen de agentes sanitarios y son “estimulados” para encontrar garrapatas, probablemente con “adicionales” o vaya a saber qué otro artificio formal.
Sin embargo estas pueden estar vivas o no e incluso no existir realmente, como lo indica la reiteración de “falsos positivos”, pero ante esa primera comprobación dudosa, los camiones son obligados a descargar la hacienda, con las consiguientes pérdidas por merma de peso, abortos y hasta muerte de animales, por el estrés adicional y demora en el viaje de muchas horas y aún días.
Nadie se hace cargo de los quebrantos económicos por la merma, ni del sufrimiento infligido al ganado.
El año pasado, Infocampo publicó una entrevista que me hicieron sobre el tema, donde expliqué por qué intuyo cierta sobreactuación en estos controles y creo que este resguardo no tiene sentido sanitario, entre otras cosas, y porqué el ganado vuelve a ser inspeccionado en destino y porque hasta el último ganadero del norte de Entre Ríos sabe que esa zona está llena de garrapatas nativas y que semejante nivel de infección no se debe al ingreso de sus primas del norte y sí al rotundo fracaso de la campaña local para exterminar el parásito en zonas que le son favorables (Déficit hídrico anual menor a 200 mm; hasta 1 mes al año con temperaturas menores a los 15.4ºC).
Algo así como si en pleno foco del Corona Virus de Wuhan en China, hubieran puesto el acento en los controles a la entrada de la ciudad y no en la salida.