¿Sabías que las abejas pueden tener piojos o incluso diarrea? Claro que este no es el nombre científico que hay detrás de esas afecciones, pero quizás sea la forma mas grafica de hablar sobre dos de las principales plagas que puede enfrentar la apicultura.
Si te interesa llevar adelante un monitoreo más riguroso, tal vez sea conveniente que le prestes atención al sistema de vigilancia epidemiológica de la producción apícola que está activo desde hace varios años en la provincia de Santa Fe. El mismo surgió gracias al trabajo coordinado entre investigadores y especialistas de Conicet e INTA, y si bien al momento se circunscribe a esos límites provinciales, sus desarrolladores esperan poder extenderlo a otras donde la actividad es muy importante como en Buenos Aires y Entre Ríos.
Este sistema se sostiene en una red de apiarios, hay registrados entre 20 y 22, distribuidos geográficamente en distintas zonas del territorio. Los mismos se ubican al norte de la provincia, cerca de Reconquista; en la zona central, a la altura del INTA Rafaela; al sur, lindantes con la Agencia Casilda dependiente del INTA Oliveros, y sobre la costa del Río Paraná. Todos ellos funcionan como testigos de la situación de la actividad en la provincia y se han convertido en centinelas de la aparición de plagas que afectan a las colmenas.
“Todos los años monitoreamos seis colmenas de cada uno de esos apiarios. Se trata de un número representativo, ya que de un apiario de hasta 60 colmenas eso representa el 10%. En cada uno de ellos buscamos a los dos principales plagas de las colmenas: Varroa destructor, un ácaro que parasita tanto a abejas adultas como a sus crías, y Nosema, un microorganismo del grupo de los hongos que se aloja en los intestinos de estos insectos”, explicó a Bichos de Campo Agostina Giacobino, bióloga, investigadora asistente del Conicet e integrante de este proyecto dentro del INTA Rafaela.
El monitoreo se realiza tres veces al año, en tres momentos claves de la producción: el de pre tratamiento, el de post tratamiento de otoño y durante el inicio de la primavera.
“Se inicia al final de la temporada, cuando los apicultores cosecharon la miel y empiezan a preparar sus colmenas para el invierno. Allí es cuando se aplica el tratamiento contra la verroa si es que está. Luego hacemos otro control a los 45 días para chequear que ese tratamiento funcionó bien, y que esas colmenas tienen cargas parasitarias bajas nulas, para entrar la invierno sin problemas. El tercer monitoreo del año se hace entre septiembre y octubre, que es cuando colmena comienza nuevamente a crecer aprovechando todo el flujo de néctar y polen para acumular miel”, detalló la especialista.
Ahora bien, ¿por qué es clave monitorear de cerca a estos parásitos? En primer lugar hay que decir que la varroa se encuentra dispersa a nivel mundial y representa una de las principales afecciones de las abejas. Estos ácaros succionan la hemolinfa –algo así como la sangre de las abejas- y sus cuerpos grasos, evitando que tenga suficientes reservas energéticas.
“Una abeja adulta se debilita, en cambio una cría, previo a iniciar su metamorfosis, puede quedar con problemas y malformaciones. Es así que la varroa afecta de forma indirecta la producción de miel, porque merma la cantidad de abejas que tiene una colmena. Si tengo mucha floración y mucho néctar pero no tengo abejas, no acumularé miel”, indicó Giacobino.
Es así que es clave comenzar el monitoreo en otoño, ya que durante esa época se cría una población de invierno en la colmena, que es mucho más chica que la de verano. Si en ese momento las abejas están enfermas, las crías también estarán debilitadas y ante una helada podrían llegar a morir.
“La particularidad de la varroa es que está muy adaptada al ciclo de la abeja y es un ectoparásito obligado, es decir que no sobrevive fuera de una colmena. Solamente puede reproducirse y alimentarse allí. Como se reproduce en las celdas de una abeja, todo lo que es bueno para que una colmena crezca es también favorable para que la varroa se reproduzca. Están acopladas”, alertó la bióloga.
Por otro lado la nosema ataca el sistema digestivo de la abeja. Si bien se encuentra presente en bajas cargas en su sistema, si previamente se ha visto debilitada por la verroa la nosema puede provocar problemas gastrointestinales.
“Antes se diagnosticaba porque había diarrea en abejas dentro de la colmena. Hoy por hoy en el mundo no hay ningún producto habilitado para controlarla. La única forma de controlarla es controlando las poblaciones de varroa y nutriendo correctamente a las colmenas. No hay remedio para nosema sino estrategias de manejo que pueden colaborar para que no colonice a las colmenas”, afirmó Giacobino.
-¿Para qué sirve un sistema de vigilancia epidemiológica?– le preguntamos.
-Te doy un ejemplo. Este año cuando empezamos a hacer los primeros monitoreos, vimos que había cargas parasitarias que llamaban la atención respecto al mismo momento en años anteriores. Entonces lanzamos un alerta que en el informe final figura. A mediados de marzo esa alerta era dirigida a los apicultores para que si no habían hecho el monitoreo, lo fueran a hacer, y si encontraban cargas altas adelantaran los tratamientos. Cuando la plaga de varroa coloniza una colmena y alcanza cargas mayores al 10%, por más que yo aplique un tratamiento acaricida el daño es poco controlable, debilita mucho a la colmena.
-¿Qué tratamiento se aplica para varroa?
-Hay productos aprobados por Senasa para su control. Sin productos acaricidas, tanto sintéticas como orgánicos. Nosotros recomendamos que si el productor identifica esto, utilice uno de estos productos publicados y los rote entre moléculas sintéticas y orgánicas. El sistema más utilizado hoy son tiras de PVC impregnadas del producto y colocadas alrededor del lino de cría. Se dejan entre 40 y 45 días y son sistemas de liberación lenta. Otros productos se aplican por dispersión pero no son tan comunes para usar en otoño.
-¿Crees que este sistema está lo suficientemente sistematizado para aplicarse en otras regiones apícolas?
-El sistema ya está bastante instalado. A nosotros lo que nos permite esta información en series temporales es identificar cuando hay cambios en la conducta de la enfermedad. Nosotros sabemos que año a año el promedio de infestación en Santa Fe varía entre un 4% y un 6%. Este año, en cambio, vimos que eso se disparó llegando al 7% en promedio, y lo que marcó la diferencia es que registramos colmenas infestadas en más de un 10%. Eso nos permite tomar acciones de corrección, levantar alertas, hacer campañas para que el productor se acerque a las colmenas y adelante tratamientos. En paralelo hacemos encuestas de manejo para identificar qué prácticas favorecen o no el crecimiento de esa población de parásitos. Tratamos de ir corrigiendo el manejo en esos apiarios.
-¿Cómo evalúan la situación ahora que el sistema de monitoreo lleva implementándose por varios años?
-Este en año en particular tuvimos una gran satisfacción porque a penas saltó la alerta de varroa, muchos productores nos comenzaron a consultar. Y quienes no estaban al tanto del proyecto se enteraron de él y comenzaron a tomar los informes realizados de referencia. El tema de aplicar o no tratamientos y qué tratamiento se aplica es más complejo, y no sé si es algo que se puede modificar a partir de este sistema. Entran en juego factores económicos y de manejo que escapan de esto como por ejemplo si el productor llegó con los recursos necesarios para comprarlo.
A continuación Giacobino agregó: “Nosotros tratamos de reforzar lo que ya desde INTA venimos diciendo: usar productos aprobados, aplicarlos cuando es necesario. Etc. No necesariamente por que la información esté, se da el cambio en las aplicaciones, pero si vamos de a poco sumando piezas al rompecabezas y fortalecemos las recomendaciones. También vemos que nos pone en un lugar de referencia para el productor”.