La yerra era un acontecimiento que se daba en el campo, donde bien temprano a la mañana, los trabajadores rurales bajo la supervisión del veterinario del campo y el dueño del establecimiento, pialaban a los animales para realizarles la tradicional marca a fuego, y a los machos que no serían reproductores, se les hacía la castración.
En ese proceso, que reunía a varios trabajadores y personal, se realizaban otras labores sanitarias como vacunación, aplicar desparasitantes, o algún otro cuidado que el animal necesite. Como se reunía a mucha gente, era habitual en ese proceso que se realicen también juegos tradicionales como la taba, las bochas o el truco. A eso se le agregaba una buena guitarreada, un asado, y todo regado con unos cuantos litros de vino, que luego daban paso a los bailes entre la paisanada.
Por lo general esto se vivía durante las mañanas de otoño o invierno, para evitar los calores que podrían traer problemas sanitarios a las cicatrices de los animales.
Más allá del trabajo arduo que representaba esto, también era una fiesta, que con el tiempo se convirtió en una tradición de campo, de las bien arraigadas.
Sin embargo, la modernidad y los procesos productivos profesionales ganaderos hicieron que muchas de estas cosas cambien, y los trabajos no se realicen de esta forma. Hoy no hace falta enlazar a los animales como antaño para atraparlos, sino que se los lleva prolijamente a la manga, donde se realizan los procesos correspondientes como marcado, castrado y vacunación, logrando mayor eficiencia en menos tiempo, y con menor estrés para el animal.
Como todo cambió, hay quienes se le animan a lo ancestral, y buscan recrear parte de lo que esa fiesta campera era hace algunos años.
Arnaldo “Cachi” Pra es un veterinario reconocido en la zona de La Carlota, al sur de Córdoba. También es productor, y supo tener voz y voto en entidades ruralistas, además de despuntar el vicio del periodismo agropecuario fundando un periódico.
Cachi es quien junto a su familia, organiza una vez por año un evento muy grande, donde recrea la yerra y la fiesta campera más tradicional, a la vez que se realizan los laburos con los animales.
Hoy la cita se da una vez por año en el campo donde los Pra producen, y todo arranca bien temprano. La pialada comienza a eso de las 7 de la mañana, con los primeros animales liberados al corral para que los valientes gauchos enlacen a los terneros, los derriben, y venga el veterinario con su instrumental para realizar los trabajos que tenga que hacer. Pero antes, a eso de las 5 de la mañana, aun de noche, se prende el fuego.
Como asisten cada año unas 350 personas, y al lugar llegan asistentes de todas partes del mundo, lo que se asa son unos cuantos costillares, lechones y corderos. Más tarde se pondrán los chorizos sobre las brasas, y los discos con grasa de cerdo para freír las empanadas caseras de Nora Fernández.
Pero antes, para los que van llegando a la hora del desayuno, hay pastelitos recién hechos y chocolate caliente para paliar el frío matinal.
Cerquita de la parrilla que comanda Maxi Maldonado, está la cocina de campaña militar de Lucas López, encargado de hacer un locro patrio que antecederá a los costillares.
También servirá de entrada el producto más fresco del día: las criadillas recién obtenidas de la castración.
A un costado del corral principal hay lotes con jineteadas, apartes camperos y todo tipo de actividades y juegos tradicionales camperos, que hacen las delicias de los habitantes del pueblo.
En el campo de los Pra no puede faltar la música. Una banda local con un excelente gusto musical y de interpretación, hace levantar de las sillas a los asistentes para que se pongan a bailar zambas y chacareras.
Para bajar todo esto, es necesario regar. La familia Irizar-Zubiri, inmigrantes vascos desde 1923 y propietarios de la tierra, acercaron su bonarda reserva “La Lejana”, que elaboran cuidadosamente en Gral. San Martín, Mendoza.
Entreverando cuestiones productivas y las tradicionales, Cachi Pra explica: “Estas tradiciones, que de a poco por diferentes circunstancias, la modernidad y por otro montón de cosas se van perdiendo y nosotros tratamos de mantenerlas aunque sea un poquito en el tiempo, para que la gente vea cómo se trabajaba hace muchos años atrás en el campo y hoy en día fue cambiando”.
Mirá la entrevista completa con Arnaldo “Cachi” Pra:
Sobre el proceso productivo actual y el de antaño, Arnaldo Pra describe: “La yerra es un proceso normal que se hace en el campo todos los años, antes o después del destete, se hace lo que se llama la capadura de los terneros. En ese momento se hacen un montón de actividades, no solamente es caparlos o acortarles los testículos, sino también se le produce el descornado y se le produce la marcada, la marca que se hacía fuego antes. Hoy eso se ha superado porque la marca del ternero chico no se hace, porque se caravanea, porque tiene otro modo de identificar”.
Según Cachi y su hizo Manuel, también veterinario, el proceso de la capadura es importante en términos de producción: “En la Argentina es un proceso extensivo, no es como en Europa o en otros países del mundo, donde se deja con testículos. Acá por el manejo y por el tipo de carne que consumimos los argentinos, se necesita capar. Se necesita capar porque cuando vos capás el ternero, el crecimiento del ternero después en el tiempo hace que tenga un entramado en la masa muscular de grasa que normalmente no la tendría”.
Sobre la fiesta y la tradición, lo que tratan de hacer los Pra es unir la cuidad con el campo. “La yerra para nosotros sería un proceso normal, lo hacemos en otro campo que tengo yo, en otra actividad. Lo hacemos de forma, pero esto es como que queremos integrar la ciudad con el campo. Entonces, no solamente invitamos a nuestros vecinos, a nuestros colegas, sino que invitamos a parte de la sociedad, del pueblo, de la comunidad para que compartan con nosotros esto. Porque tratamos de poner en valor lo que hacen nuestros empleados”.
Es en este punto de la charla donde más se entremezclan las labores diarias de los trabajadores rurales con la tradición y los indicadores productivos. “Vos simplemente ahora estás viendo como pialan un ternero, pero yo quiero que a veces la gente se imagine que esto lo tienen que hacer en forma diaria. Ahora se hace en una temporada que es un poco tranquila, pero yo trato de contarles es que esto mismo a veces, a partir de julio, que empiezan las apariciones, no tienen que hacerlo con un ternero de 200 kilos. Tienen que pialar una vaca que pesa 400, 500 kilos, parteriarla a veces porque no puede tener cría, y a veces lo hacen los paisanos solos. Nosotros no solamente integramos la comunidad con el sector agropecuario, sino que queremos festejar de alguna manera a nuestros empleados y a nuestra gente que trabaja en el día a día”, asegura Arnaldo Pra.
Este año, el evento tuvo una convocatoria masiva. “Esperamos unas 300 personas. Hay locro, hay pastelitos, chocolate, asado. Se hace como se hacía antes. Por ejemplo, el locro lo hace la familia Irizar, que me alquila este campo hace años. Ellos no son productores agropecuarios, pero se involucran. El locro lo cocina un excombatiente de Malvinas en una cocina de campaña”.
Además de visibilizar la tarea diaria del campo, el evento tiene una dimensión política implícita. “La Argentina tiene un problema serio de distribución poblacional. Es un país de 1.500 kilómetros de punta a punta y el 40% de la población vive en una sola ciudad. Mientras tanto, el 80% de la producción agropecuaria se exporta y genera divisas. Hay un desacople”, planteó.
Lo que busca Pra es un disparador para hablar de la ruralidad, un concepto que se repite pero a veces queda vacío. Y lo bajó a tierra: “Nosotros hasta hace poco no teníamos ni internet ni luz. Traer la luz a este campo costó 9.000 dólares. Las escuelas rurales están prácticamente cerradas. Es difícil conseguir que alguien se quede a vivir acá si tiene un hijo en edad escolar. Y la salud, olvídate. Si llueve 10 milímetros, no se puede salir ni entrar. Imaginate en una urgencia”.
En ese contexto, explicó que hay muchas tareas que no se pueden suspender. “Cuando sincronizás vacas para inseminar, a los siete días tenés que sacar los dispositivos y a las 48 horas inseminar. Llueva o truene, a la madrugada si hace falta. Y si no se puede entrar con una camioneta, hay que entrar a caballo. Porque las vacas ovulan a una hora determinada y hay que hacerlo”.
Ese esfuerzo diario se refleja también en la rutina de los empleados. “Hoy te mandé una foto a las 6:30 de la mañana, ya estábamos con el fuego. Terminamos a la noche, acá no hay más luces. Y cuando empiezan los partos, los paisanos salen a recorrer a las 7, y a las 7 de la tarde tienen que revisar sí o sí. Si una vaca no puede parir, la enlazan, la maniatan, la ayudan. Y si se complica, nos llaman a nosotros, que somos veterinarios. A veces son las 10 o 11 de la noche, con 3 o 4 grados bajo cero, y hay que hacerlo”.
“Eso es el campo”, resumió.
Consultado sobre qué sensación le queda tras una jornada como la de hoy, Cachi aseveró: “Siento una profunda satisfacción. Me siento muy digno de ser veterinario, productor agropecuario y ciudadano del interior. Es un orgullo. A pesar de todo, tenemos una calidad de vida que en las grandes urbes no existe”.
La cobertura completa de la yerra que impulsan y recrean los Pra, se puede ver en el programa de televisión que le dedicamos a este evento: