Juan Antonio González tiene 65 años. Es isleño de pura cepa. Nació en medio de los ríos, en un potrero que se llama El Infierno.
-¿Es un infierno vivir en el delta entrerriano? A mi esto me parece el paraíso.
-Bueno, yo soy maquinista, trabajé mucho año y he andado en muchos lugares. Si vuelvo a nacer, quiero nacer otra vez en la isla.
-¿O sea que para usted es un paraíso?
-Si, más vale. Para mí, personalmente, es un paraíso.
-¿Y qué le encuentra de lindo a vivir aquí?
-Yo creo que aquí tengo todo. Tengo amistades, tengo mi familia, tengo mi lugar. Me gusta la libertad y estoy aquí por eso, me siento libre trabajando en esta zona, aunque los trabajos no son nada sencillos.
Mirá la entrevista a Juan Antonio González:
Juan Antonio, como contó, trabajó muchos años para la Municipalidad de Villa Paranacito como maquinista, manejando dragas, excavadoras, palas hidráulicas. Buena parte de su trabajo tiene que ver con atajar las aguas en los momentos de crecientes, que son recurrentes. Vivió la gran inundación de 1983 pero también las que le sucedieron y que paulatinamente fueron despoblando las islas, porque perjudicaban las pocas actividades productivas que pueden hacerse en este entorno.
González también sabe de esas dificultades, porque a la par de su trabajo siempre se dedicó a la producción agropecuaria dentro de las islas. El tiene un terreno en la isla más pequeña, la número 6, que además es una de las que menos obras ha recibido para evitar los anegamientos permanentes. Eso se logra con “ataja-crecientes” o diques de contención. También los caminos hacen de protección para los pequeños productores, aunque en su caso sean materia pendiente. A su isla se llega solo por lancha.
-¿Es una isla casi virgen?
-Sí, sí. Se ha movido muy poca tierra.
-¿Y a pesar de eso usted cría ganado ahí?
-Sí. Tengo unas pocas vacas. Ahora son 40 o 50 madres. Después tengo una majadita de ovejas, que también son 50 madres, más o menos. Algunas chanchas, esas cosas.
-¿Y cómo es hacer ganadería en las islas? Debe ser totalmente distinto a la ganadería que vemos habitualmente sobre campo firme.
-Y sí. El trabajo de ganadería, por ejemplo, en una isla abierta tiene sus controles, tiene su alambrado, esas cosas. Pero siempre se tiene que ir jugando a favor de la naturaleza, más o menos.
-¿Cómo es eso?
-Por ejemplo es muy difícil el manejar la pastura de modo diferente a como se la ofrece la naturaleza, mucho invento no puede hacer en estos campos (se refiere a que es muy difícil incorporar pasturas). Solo donde usted puede cerrar el campo y puede hacer un ataja-repunte. Ahí sí el campo empieza a a servirle y tres veces más que lo que sirve cuando es natural. En un campo cerrado va a sacar un ternero a180 kilos o puede llegar a 230 kilos (de peso al destete). En cambio, en un campo abierto (se refiere a uno con terraplenes y defensas) va a sacar solo 150, 175 kilos de ternero. Esas son las diferencias.
Los ciclos de la cría bovina en las islas son los normales en otras zonas productivas: Las vacas se preñan en la entrada de la primavera, nueve meses después nace el ternero. “Se lo lleva con la madre hasta que otra vez, de vuelta en marzo, empieza a decaer la demanda de pastura y entonces ahí tiene que sacarle el ternero a la madre”.
No hay inseminación ni otras técnicas de manejo reproductivo que van ganando terreno en otras zonas. El rodeo de vacas “casi siempre está con el toro, porque al toro acá no es fácil dominarlo. Se lo puede poner entre los eléctricos, pero siempre se va con la tropa, le encuentra la vuelta”, nos explica Juan Antonio.
El pequeño ganadero de las islas obtiene ingresos de la venta de los terneros luego del destete. A algunas terneras a veces las guarda para la reposición de las vacas.
-¿Y no hay chance de hacer una recría acá?
-Una recría se puede hacer siempre con alguna ayuda que le dé algún forraje. A lo mejor por ahí algo de alfalfa que se trae de afuera o un balanceado, una cosa así. Aparte se necesitaría hacer recría de terneras, por ejemplo, porque el animal que entra de afuera, el que viene de los campos de arriba, sufre mucho acá los primeros años.
-¿Y por qué sufre?
-Porque este es un campo muy húmedo, muy frío. Y la mayoría de los días el animal duerme con las patas y la panza mojada en esos campos. Cualquier animal que traiga de afuera de las islas, desde el porcino al caballo, pasa por lo mismo. El caballo también tiene que adaptarse. Ojo, también para andar a caballo tiene que tener caballos hechos acá adentro, en los pantanos.
-Veo que todo acá se hace todo cuesta arriba. ¿Qué piensa usted cuando escucha a la gente de afuera de las islas, a los que no somos isleños, hablar de esto como un humedal al que hay que proteger y casi congelar, para no hacer nada más?
-Yo conocí mucha gente que vivió y vie acá, porque tengo 65 años. Me crie bien adentro de la isla, en Brazo Chico, hasta los diez años, y luego vine acá. Por más que me fui temporariamente con máquinas, me volví otra vez de vuelta. Yo creo firmemente que aquí hay futuro para mucha más gente que la que estamos actualmente. Yo creo que que en un principio hay que apoyar a la gente que conocí y que estamos acá adentro ¿No? Después yo creo que eso va a dar lugar a que venga mucha gente más.
-¿Y qué se necesitaría? ¿Qué apoyo falta a su criterio como para que la gente pueda radicarse y quedarse a vivir acá?
-El apoyo, por ejemplo, a la forestación. Nadie, nadie la apoya. Y bueno, después había acá muchos citrus. Yo creo que habría que apoyar en retomar esas cosas. Principalmente diría la forestación, porque es interesante por el manejo del medio ambiente. Yo siempre fui poco forestador. A mí siempre me gustó más la ganadería, las máquinas, esas cosas. La forestación trae mano de obra y da vida al lugar. Eso es lo importante. Esto lo vi en épocas de forestación. Esto era lujo. No era un museo. En esos años de la forestación ni se sabe la cantidad de gente que conocí estando acá, vinieron de todos lados a trabajar.