La producción ganadera en la zona de islas en la provincia de Entre Ríos adquirió su impulso tres décadas atrás, cuando el proceso de sojización se ocupó de trasladar la agricultura a los mejores campos arrinconando a los bovinos. Fue en esa misma época que la veterinaria Mabel Martínez se instaló en Villa Paranacito y comenzó a trabajar en la coordinación de la oficina local de Fucofa (Fundación de Lucha contra la Fiebre Aftosa, del departamento Islas del Ibicuy. Gracias a eso se convirtió en testigo de la transformación de los campos vírgenes de las islas en lotes ganaderos.
“En realidad siempre hubo vacas acá. Había familias que tenían sus vacas lecheras o pequeños rodeos para autoconsumo. Con la sojización los ganaderos fueron descubriendo estos campos que había que hacerlos, prepararlos para la hacienda. Tenían un costo barato de arrendamiento”, relató Martínez a Bichos de Campo.
¿Y qué implica preparar un campo? Además de alambrarlo y construir instalaciones, en esta zona particular supone principalmente limpiarlo, ya que la actividad forestal y las inundaciones dan paso a árboles caídos y densa vegetación que complican el normal desarrollo de la actividad. Hay que recordar que otro sustento económico importante de la región de islas supo ser la producción frutícola, apícola y de nueces pecan.
Pero más allá de estos condimentos, el verdadero desafío era lograr una actividad competitiva en medio de una geografía que solía inundarse con la creciente de los ríos Paraná y Uruguay, y que obligaba –y aún obliga- a los productores a mover la hacienda hacia zonas más altas.
“Ahora con todos los métodos tecnológicos se empieza a seguir la altura de los ríos y ya se sabe aproximadamente. Nuestra referencia siempre es Puerto Iguazú. Cuando empieza a crecer en determinada cantidad de tiempo y altura, uno va viendo como baja el agua y da tiempo para prepararse y para hacer todos los movimientos. Si se mantiene por encima de 25 metros por 20 días o más empezamos a prestarle más atención. Cuando mas prologando sea en el tiempo más nos va a afectar a nosotros. Igual puede tardar dos meses en llegar el agua”, explicó la veterinaria.
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Esas creciente son las que terminaron impactando en el stock de animales que tuvo la zona de islas en su historia. El piso estuvo entre 40.000 y 60.000 cabezas allá por 1991, año en que ese departamento inició con la campaña de vacunación contra la aftosa, y llegó a un pico máximo de 350.000 cabezas en 2014. Desde entonces se estima que el número ha decrecido en 100.000 animales, llegando a un nuevo promedio de 240.000 a 250.000 cabezas.
“Cada productor decide qué va a hacer. Hay quienes prefieren desprenderse de todo cuando saben que va a venir el agua, por una cuestión de mercado y precios. Cuanto más cerca está el agua menos valor va a tener porque hay mucha más hacienda para sacar. Hay gente que se achica lo más que puede en el rodeo y lo mantiene para que después, cuando baje el agua, volver”, señaló Martínez.
-Debe ser un problema volver después de que pasó el agua.
-Generalmente sí porque hay que esperar varios meses que el campo se recupere. Todo depende de cuándo se vaya el agua y de la estación del año. Además tenemos destrozos como ruptura de alambrados, corrales, etc. La corriente de agua te lleva cualquier cosa.
-Volver es una inversión, es costoso.
-Es costoso porque hay que recuperar todas las instalaciones que han sido destruidas. Son unos buenos pesos para poder volver.
-¿Qué le hace falta entonces a tu criterio a la ganadería, para que esta zona se consolide como zona ganadera?
-Yo creo que ya es una zona ganadera. A veces se piensa que como es zona de islas los animales entran y salen, no se cumplen planes de vacunación, no se hace sanidad y todo lo contrario. Se trabaja como en tierra firme. Claro que la diferencia es el tema del agua y las crecientes. La ventaja es que cuando el resto de la provincia está sufriendo sequia acá siempre hay la posición favorable de contar con el agua y eso vale mucho en el tema ganadero.