Lorena Caruso (44) pertenece a la primera promoción de veterinarios de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), ciudad donde nació. Apenas se recibió debía hacer prácticas e investigación. Trabajó en clínica de animales pequeños durante dos años, pero le costaba tratar con los clientes urbanos. Por eso comenzó a investigar en la Universidad y eligió hacerlo en mejoramiento genético, primero en el departamento de fibras con lanas de camélidos y de ovejas. Por esa razón Lorena viajó mucho a la Patagonia.
A los 2 o 3 años empezó a investigar también sobre la raza bovina San Ignacio -que fue creada por la misma Universidad Católica, y que es una cruza de animales sudafricanos con Angus y Hereford-, porque se buscaba conocer su potencial desde el punto de vista carnicero. Esta raza fue desarrollada para tener resistencia a climas desfavorables, de mucho calor. Ella llegó a la conclusión que esta ventaja no le jugaba en contra de su calidad de carne.
“En esta rama de la genética no se engancha mucha gente porque los resultados se ven a largo plazo, conlleva muchos cálculos matemáticos, lo que no es común en nuestra profesión”, recuerda Lorena, quien se fue apasionando cada vez más. Tanto le gustó el mejoramiento genético que en 2009 le alquiló un ecógrafo a la Facultad y se puso a hacer trabajos para afuera. Recién en 2014 logró comprarse su primer ecógrafo.
Al año siguiente Lorena fue mamá y tuvo que trabajar poco y cerca de su casa. Su pareja no prosperó, pero en 2019 conoció al uruguayo Gustavo Ocampo, con quien convive hasta hoy y desde el comienzo la apoyó en su carrera profesional. Él venía de otro rubro que hasta hoy conserva, un taller de corte láser, pero comenzó a viajar con ella y a ayudarla en su trabajo.
Un día, cuando volvían juntos de brindar servicios en Venado Tuerto, él le empezó a sugerir crear una empresa. Al llegar a Córdoba ya se habían decidido. Así nació EcoMeat, empresa de servicios ecográficos, mejoramiento genético y calidad de carne. Gustavo comenzó a ocuparse de la logística, administración, publicidad y ventas. Fue un desafío apostar a algo que desconocía.
Lorena formó equipo con la ingeniera agrónoma Gabriela Molina, especialista en genética y doctorada en Italia, que había sido su profesora en la Facultad, en la cátedra de Mejoramiento Genético. Cuando Gabriela se fue a Italia, dejó a Lorena a cargo como adjunta hasta que en 2019 pasó a ser la titular y hasta hoy continúa a cargo. Hoy Lorena además es jefa de Trabajos Prácticos de Zootecnia.
“Empezamos a hacer determinaciones DEPs (Desvío Esperado en la Progenie), en ovinos de raza carnicera, cuando en esa época nadie las realizaba en ovinos. Éstos sirven para diferenciar a los animales con respecto a la media poblacional. De esa forma podemos seleccionar a los reproductores superiores, no sólo por su fenotipo sino también por los genes favorables que éstos van a dejar en su progenie. Es algo novedoso en cuanto a aplicarlo en ovinos de razas carniceras, ya que en lanares se venía trabajando desde hacía un tiempo”, nos explicó.
Y agregó que “gracias a esos DEPs, la cabaña El Harem hace pocos días vendió reproductores a precio récord alcanzando los 6 millones de pesos por una hembra que se exportará a Paraguay. Y varios productores de la raza Hampshire Down están empezando a trabajar con los mismos, para mejorar las características de sus majadas”.
Por primera vez en el país se subastarán reproductores ovinos con su respectiva información genética
“El mejoramiento genético está aplicado al mejoramiento productivo. Es una prueba o respaldo científico con datos fehacientes para demostrar cuáles animales son superiores”, explica Lorena.
“Por un lado me fui enamorando de esta tarea de hacer ecografías, porque a mí me gusta viajar y disfrutar del camino, compartiendo los mates con Gustavo. Él fue enamorándose del campo y ganándose el aprecio de los paisanos. Hoy disfrutamos de relacionarnos con peones, capataces y patrones de los campos. A mí me encanta hacer amistad con los clientes e involucrarme con sus proyectos, aunque entre ellos sean competencia, porque quiero que a todos les vaya bien. Y me gusta trabajar con las ovejas porque sus dueños las conocen individualmente y hasta les ponen nombres o apodos”, relata.
Reflexiona la ecógrafa: “Seguramente todo esto me viene de mi padre, que fue viajante de comercio, pero como a él siempre le tiró el campo, un día decidió comprar uno con su hermano y dedicar algo de su tiempo a la producción agrícola-ganadera”.
Cuenta Lorena que al principio hacía ecografía de bovinos, pero decidió dedicarse casi con exclusividad a los ovinos, porque a causa del duro trabajo con los bovinos tuvo que operarse de sus dos muñecas y de un codo. “Yo se que por esta cuestión mi trabajo tiene fecha de caducidad, además de que viajar también desgasta mucho”, sentencia.
Explica Lorena para que sirve su trabajo: “Las y los ecografistas logramos información de la calidad de la carne del animal sin necesidad de faenarlo, porque cuando se lo faena, el mismo no deja progenie y entonces no deja sus genes. Haciendo una medición carnicera la ecografía nos da una estimación de cuánto va a rendir un animal una vez faenado”.
Considera que “de este modo hemos pasado a ser una parte importante en la tarea de mejoramiento animal. Hoy algunos están haciendo muchas pruebas para lograr animales terminados en el menor tiempo posible y sin un depósito de grasa excesivo en el depósito de grasa dorsal, y midiendo la grasa intramuscular o `marmoreo`, que le confiere calidad a la carne. Es que se ha comprobado la relación entre el área del ojo de bife, el depósito de grasa dorsal y el rinde carnicero. De modo que se trata de elegir reproductores en las cabañas que dejen `hijos` que serán `los padres` en los rodeos comerciales”.
“Yo tenía el preconcepto de que en este rubro los clientes iban a contratar a varones, antes que a mujeres. Es que la mayoría de los ecografistas están en Buenos Aires, unos 13, más 2 en Córdoba y 2 en Corrientes. En Córdoba soy la única mujer y creo que hay sólo 2 más en Buenos Aires. Pero resulta que no fue tan así y las pocas mujeres que éramos al comienzo nos hemos ido abriendo camino”, dice orgullosa Lorena y sostiene esperanzada que: “Este trabajo crece y tiene futuro, porque los productores cada vez invierten más en tecnología, como es el caso de las ecografías”.
Como Gustavo es uruguayo, cada tanto cruzan hacia el país vecino. Resulta que un día, Lorena le dijo que cuando llegaran a jubilarse, le gustaría irse a vivir a allá, cerca del mar y hacerse más tiempo para su hija y también para escribir, ya que la literatura es otra pasión que hoy no puede desarrollar. Entonces decidieron comenzar a montar una sucursal de su empresa EcoMeat en el Uruguay. Para eso, en su último viaje compraron un ecógrafo homologado y certificado, y lo dejaron en lo de una tía de Gustavo.
Dice Lorena: “Hoy hemos logrado vivir de esta actividad que a mí me apasiona y que, si no necesitara trabajar, la seguiría practicando como hobby. Gustavo apunta a profesionalizar cada vez más la empresa, renovando equipos y brindando un servicio de calidad garantizando al productor que los trabajos saldrán bien”.
Lorena y Gustavo se despidieron dedicándonos “Tracción a sangre”, del disco “Fuerza Natural”, de y por Gustavo Cerati.